Aparecen como si cayeran del cielo, cuando nadie se lo espera. Son cuadros de maestros cubiertos de polvo en algún desván o colgados en una casa humilde como si fueran un almanaque. O incluso subastados a precio de ganga.
El «Cristo burlado» de Cimabue, gran pintor del prerrenacimiento italiano, decoró el interior de una casa en la ciudad francesa de Compiègne, a 70 km de París. Estaba colgado entre la cocina y el salón.
Los propietarios pensaron que era un ícono, un cuadro sin importancia, e ignoraban de dónde venía. Un estudio reciente ha revelado que el precio de este cuadro de 1280 puede alcanzar entre 4 y 6 millones de euros (4,5 y 6,7 millones de dólares).
A continuación recordamos otras tres historias de lienzos surgidos de la nada:
Un Caravaggio en el granero
Una joven, con la mirada perdida, corta la garganta de un hombre con una espada, un cuadro que representa a «Judit decapitando a Holofernes». Cayó en el olvido durante años en el granero de una casa cerca de la ciudad francesa de Toulouse.
Sus propietarios lo descubrieron por casualidad en abril de 2014, al intentar reparar una fuga de agua. Llamaron a un experto, que se encontró, bajo el polvo, con unos trazos fuertes, una escena expresiva y un dominio perfecto del juego de luces.
Después de meses de exámenes, el experto parisino Eric Turquin lo atribuyó al maestro italiano del claroscuro, Caravaggio. Algunos especialistas lo ponen en duda, pero la mayoría considera que la obra es un auténtico Caravaggio. Su valor estimado supera los 120 millones de euros (133 millones de dólares).
El cuadro se vendió de común acuerdo en junio de 2019. Se cree que lo compró el coleccionista estadounidense Tomilson Hill.
Rembrandt en una subasta
El comerciante de arte holandés Jan Six tiene ascendencia noble y una pasión única: Rembrandt. Su antepasado, burgomaestre de Amsterdam, fue pintado por el propio Rembrandt en 1654, en un famoso retrato.
En noviembre de 2016, Jan Six se interesó por el retrato de un joven del siglo XVII: mentón potente, cabello largo y rizado en un mar de encaje blanco. La foto del catálogo de Christie’s anunciaba la próxima venta de este cuadro atribuido al «entorno de Rembrandt».
Días antes de la subasta, Jan Six fue a Londres y examinó discretamente la pintura. Su intuición se convirtió en convicción: cree que el «Retrato de un joven caballero» es de Rembrandt.
No dijo nada y, el 9 de diciembre, lo compró por 160.000 euros (177.000 dólares), el precio de un lienzo de un alumno de Rembrandt. Los del maestro valen decenas de millones.
De vuelta a Amsterdam, Jan Six presentó el retrato a una batería de expertos. Todos apuntaron al maestro del siglo de oro holandés.
Hoy en día, muchos expertos lo consideran un Rembrandt, la 342 obra conocida del pintor.
Gauguin en una estación de trenes
En la subasta de los objetos encontrados en la estación de trenes de Turín nadie quiso dos cuadros: una mujer y dos sillones de mimbre en un jardín y una naturaleza muerta con un perro acostado en una esquina.
Hubo que repetir la subasta a un precio irrisorio. Un obrero de Fiat aficionado al arte, Nicolo, los compró por 45.000 liras (equivalente a 23 euros, 25 dólares) y los colgó en el salón. Fue en la primavera de 1975.
Durante años, su hijo se sintió hipnotizado por estos dos cuadros «anónimos». Intentó desentrañar el misterio. Un día, cayó en sus manos una biografía de Bonnard donde reconoció «su» jardín en el segundo plano de una foto del pintor.
Para la naturaleza muerta, que lleva como firma la silueta de un perro amarillo, el misterio era aún más grande. Contactó con unos carabineros especializados, que fueron quienes lo aclararon en 2014.
Estas obras de los maestros postimpresionistas Pierre Bonnard y Paul Gauguin fueron robadas en 1970 en Londres en casa de unos ricos que murieron sin descendencia.
Después de la investigación, los dos lienzos, estimados respectivamente en 5 y 35 millones de euros (5,6 y 39 millones de dólares), fueron devueltos por la justicia italiana al trabajador porque los adquirió «de buena fe».