La tragedia ocurrida en el Cambray II ha golpeado duramente el corazón de la sociedad guatemalteca. En cuestión de segundos, vidas de familias completas se apagaron, mientras otras quedaron incompletas, ante la irreparable pérdida de sus seres queridos.
Nuestro país nunca volverá a ser el mismo. El dolor ha embargado los corazones, evidenciando, por otro lado, las principales deficiencias de un sistema enfermo por la corrupción, en donde la ambición de pocos es la condena de muchos; un sistema donde la vida queda en segundo plano, mientras exista dinero de por medio.
Al momento de buscar responsables, las autoridades son quienes inician las cadenas interminables de justificaciones, en las cuales se pretende culpabilizar a otros de las responsabilidades que cada uno de los eslabones de la cadena tuvo, aseverando desconocimiento o descargando la culpa en quienes no son responsables, pero no tienen voz para defenderse. Y es necesario enfatizar que las justificaciones en este momento son totalmente inservibles.
Desde el jueves 1 de octubre distintas historias se han hecho públicas. Al inicio, algunas representaban esperanza al encontrar vida entre los escombros. Con el paso de los minutos, horas y días estas historias tomaron un tinte trágico al perder la esperanza de encontrar vida, pero manteniendo el objetivo de dar cristiana sepultura a quienes perdieron la vida en este lamentable suceso.
Entre tanto dolor, se debe rescatar el papel fundamental que jugó el corazón de la sociedad guatemalteca; un corazón lastimado y adolorido, pero que se dio cuenta de la necesidad de ser uno en este momento, de ser uno con las familias que sufren, de ser uno al momento de donar insumos (llenando las bodegas), de ser uno con esa persona que necesita un abrazo, de ser uno con el pequeño que necesitaba que se le leyera un libro, de ser uno con cada rescatista que dejó todo para ayudar al prójimo, de ser uno al no ser indiferentes, pero sobre todo, al ser uno al saber que el futuro de nuestro país depende de las decisiones que tomemos día con día.
Es necesario que tomemos conciencia que el miedo, la indiferencia, la corrupción, el egoísmo y la falta de oportunidades son los factores que enferman a la sociedad, y por ello debemos examinar en cuál de estos puntos estamos fallando, para mejorar inmediatamente, pues ya no hay tiempo que perder.
Este duelo que acompaña el día a día del guatemalteco debe evolucionar y fortalecer el empoderamiento de cada uno de los ciudadanos de este bello país, cambiando las emociones por acciones. Exigiendo a las autoridades que cumplan a cabalidad con su función, exigiendo a las autoridades de justicia que desempeñen su misión sin favoritismos. La exigencia debe llegar mucho más que a terceros, pues debe iniciar en cada uno, al ser desde hoy factores de cambio en nuestro metro cuadrado, convirtiendo las críticas en propuestas y asegurándonos que estas propuestas se convertirán en acciones concretas.
Guatemala somos uno. Que nuestras acciones sean enfocadas en hacer realidad lo que cantamos en nuestro Himno Nacional: Guatemala tu nombre inmortal. ¡Por nuestro país, vamos con todo, guatemaltecos!
Twitter: @pedrofcruz