Cuando detuvieron y extraditaron a Marjorie Chacón Rossell pocos pudieron prever que tal hecho singular ¡sí!, pero no en demasía, pudiera tener como efecto el tumbe de la Baldetti y, a la larga también, el infinito somatón de Tito Arias, alias el gurú de la canalla. Pero así fue.
No fue —en cambio— la revolución de colores ni la presencia de pazguatos en la plaza ni de los dos medios de televisión por cable más importantes del país: Antigua y Guatevisión, lo que procuro el derrumbe de la pareja infernal, sino acciones pervertidas de este mismo par de alhajas y su dejar hacer y dejar pasar respecto del tráfico de cocaína — en concreto— que a lo largo y lo ancho de este país era consumado por los pares de la Chacón Rossell, bajo la mirada benevolente de las principales autoridades —como el facineroso de López Bonilla y una panda de sus colegas oficiales de todo color y nivel— algunos de los cuales más tarde integrarían, y fundaron el FCN-Nación, delirante partido oficial de nuestro hoy amado y respetado Jimmy Morales.
Lo de la plaza y sus expresiones medio histriónicas de bataclán, fue sólo el sainete que se representó —también con la colaboración de las redes suciales y los call centers— para aparentar que era un juego democrático donde el pueblo participaba de diversas formas y maneras. Pero por debajo —o por detrás del sainete y las bambalinas— una mano pequeña, oscura y genial —la de Mr. Robinson— accionaba los hilos de las marionetas nacionales y hacía funcionar a su gusto y antojo a las Cortes y al Congreso, para poner y quitar a quienes ya habían saturado la paciencia del Senado, el Congreso y el Pentágono de los Estados Unidos por el exceso en el tráfico de la cocaína, que es trasladada por nuestra frontera-embudo hacia el Norte. Pero se necesitaba una confirmación a las presunciones estadounidenses y esta fue la boca de la Marjorie.
Hoy la cosa pinta de manera bastante similar con la extradición de Marlon Monroy Meoño (3M) alias el Fantasma que también tiene nexos bastante sólidos y acaso profundos con militares siniestros de nuestro espacio público: Byron Lima —recientemente fallecido en una ejecución extrajudicial y crimen de Estado— y tal vez relacionado con López Bonilla, Belcebú Rodríguez y otros de la misma promoción castrense. Marlon (3M) se jacta de su pertenencia gloriosa a los kaibiles, a los paracaidistas y a los francotiradores del Ejército.
Pero la cosa torna a pintar color de hormiga cuando las relaciones de el Fantasma se amplían y alcanzan al vicepresidente Jafeth Cabrera y al presidente Morales en algo que le es supremamente molesto al gobierno de EE. UU., esto es, las elecciones presidenciales cuando son financiadas por los traficantes de cocaína, porque es la cocaína la que más vidas ciega y más muertes procura en las grandes ciudades del Imperio.
Para comenzar a alivianar las penas que le caerán, el Fantasma empieza a filtrar ya las informaciones que le valdrán —como a la Marjorie— la piedad de la justicia estadounidense. Localmente ha informado ahora mismo de dos cosas —que pueden o no ser realmente factibles—: 1. atentados en contra de la fiscal general — que podrían haber estado diseñados con Byron Lima y con el Taquero — y 2. Su relación —por otra parte— con el hijo del vicepresidente, Jafeth Cabrera Cortez, quien dice (Monroy) que le pidió un millón de dólares para la campaña presidencial de Morales y de su padre, pero que sólo les concedió, graciosamente, la mitad en dólares contantes y sonantes, si es que suenan.
De llegarse a demostrar lo declarado por Monroy Meoño, respecto de la subvención para la campaña presidencial, la suerte del Vice y del Presidente está echada. No habría nada más que hacer que pedir los respectivos antejuicios y proceder como con la Baldetti y Pérez. Y volverían a quedar esos cargos vacantes y tendríamos que volver también dramáticamente a los mismos procedimientos embarazosos.
Y a esto tendríamos que sumar lo siguiente: los procesos iniciados en contra del hermano y del hijo del Presidente y la serie de delitos derivados de Otmar Sánchez en Fulanos y Menganos, más lo de Mixco y su alcaldía. Y a todo esto, también adjuntarle el misterio que rodea la compra o el alquiler de la casa que ocupa Cabrera en La Cañada.
¿De quién sería la culpa de este alud de puercos desechos que se avizora? ¿De algún sector de guatemaltecos que adora los golpes de Estado reales o técnicos? ¿De los Estados Unidos que persiguen implacables al crimen organizado y al narcotráfico sobre todo infiltrado en campañas presidenciales? ¿O del binomio presidencial y sus familiares que ya venía corruptos ¡hasta el capirote!, antes de que los consagraran en la toma de posesión?
Indudablemente, toda la responsabilidad ha de caer —si se confirma lo afirmado por Monroy Meoño— en Jimmy Morales y en Jafeth Cabrera. Son o deberían ser nuestras máximas autoridades —emblemáticas en todo sentido— quienes construyan el paradigma del resto de ciudadanos. Y si caen en el error y en el delito, el castigo debe ser superior o igual al de los gobernados para ejemplo de los mismos. Y es por ello que no debe haber falta impune. Es la punición dura del delito la que produce temor en los testigos de la falta. Y esta es la mejor Escuela de Gobierno: para que, viendo lo que les puede ocurrir, sea evitado.
¡Ya parezco cura jesuita!