Desde hace dos meses, el teléfono de Hasan Zaidi suena constantemente. Inventor de un purificador de aire de bajo coste, recibe cientos de llamadas mientras que la nube tóxica alcanza picos en Pakistán, cuya población va tomando conciencia de sus estragos sobre la salud.
«Algunos días, tengo tantas llamadas que no puedo responder», señala este ingeniero de 30 años desde su taller. Le llevó seis meses diseñar su aparato purificador de aire, «The indoor forest» («El bosque de interior»), una elegante caja de plástico negra que se vende por 16.000 rupias pakistaníes (95 euros).
Alrededor de 500 ya han encontrado comprador.
Los purificadores importados, mucho más caros e inaccesibles para la gente corriente, también se venden como rosquillas. En la tienda RTC de Lahore (este), «las ventas se cuadruplicaron en tres años, de 52 en 2017 pasaron a 226 en 2019», precisa su propietario, Faisal Ali.
«Los purificadores de aire ya no son un lujo, sino una necesidad», comenta Sadia Khan, cuya empresa Autosoft Dynamics se ha dotado recientemente de una decena de aparatos para que sus 180 empleados puedan «respirar sin riesgo» en el trabajo.
135 mil muertes
Desde hace cinco años, la neblina tóxica alcanza niveles preocupantes a partir de octubre en Pakistán.
Al igual que en India, el descenso de la temperatura y los vientos débiles de superficie retienen la contaminación, provocada por las hogueras agrícolas y las emisiones de la industria y de los automóviles, lo que genera importantes problemas respiratorios y cardíacos.
Según un estudio publicado por la revista científica The Lancet, 135 mil pakistaníes murieron en 2015 debido a la mala calidad del aire, que incluso llevó al cierre temporal de escuelas.
Poco a poco, los pakistaníes han ido tomando conciencia del peligro que supone la contaminación, en un país empobrecido en el que los problemas medioambientales suelen quedar relegados a un segundo plano, según varios expertos.
En Lahore, el nivel de partículas finas PM2,5 suele superar los 200 microgramos por metro cúbico de aire en Lahore, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) fija en 25 el promedio diario máximo saludable.
Además, según la Universidad de Chicago, los vecinos de Lahore habrían perdido cinco años de esperanza de vida a causa de la contaminación atmosférica.
Según la página web de Air Visual, Pakistán era en 2018 el segundo país con mayor contaminación atmosférica del mundo, por detrás de Bangladés pero por delante de India; y Lahore, la décima ciudad más contaminada del planeta.
Sin embargo, Tanveer Waraich, director general de la agencia medioambiental de la región de Punyab, que tiene su capital en Lahore, puso en duda esos datos.
«Pakistán y Lahore no se encuentran entre las ciudades más contaminadas del mundo», afirmó, aunque reconoció que los niveles de contaminación registrados por sus servicios, aunque no tan altos, tampoco son «aceptables».
Por su parte, Abid Omar lanzó en 2016 en las redes sociales PakistanAirQuality (PAQ), una iniciativa ciudadana para paliar la falta de datos oficiales en el país.
Con un puñado de ciudadanos, ahora está recopilando datos abrumadores. Según PAQ, de los once primeros meses de 2019, Lahore sólo tuvo «10 horas» de aire «bueno», según las normas de la OMS.
Por el contrario, durante 223 días, el índice de contaminación ambiental oscilaba entre «malo» y «peligroso».
Una situación que llevó al abogado Ahmad Rafay Alam a denunciar a las autoridades de Punyab, en nombre de su hija y dos adolescentes, de «subestimar» a sabiendas «la gravedad» de la contaminación.
Los Alam nunca salen de casa sin una mascarilla, como hacen multitud de sus conciudadanos, sobre todos los pertenecientes a las clases acomodadas.
Según Ayza Omar, propietaria de una web que vende artículos anticontaminación, la demanda de mascarillas se ha disparado, y ahora hasta los vendedores ambulantes las ofrecen a bajo coste.