Servir a la Vida por: Gustavo Leiva
Hace apenas unos días, este pasado día viernes, me llamaron y me dijeron que los inversionistas que están considerando financiar un proyecto propuesto por nuestro grupo, estaban dispuestos a escuchar una última presentación antes de tomar su decisión.
Escribo esto para Crónica no para dar detalles de esta operación personal, sino para compartir con nuestros lectores qué es lo que podemos hacer cuando se tiene una oportunidad —que está en B—, como la de hacer una buena negociación, y uno todavía está en A, y no sabe la solución y está buscando la inspiración salvadora.
No saber cómo resolver un problema y tener muy poco tiempo, dos días, para encontrar la solución, es una situación que a todos se nos puede presentar en la vida.
¿Cómo vamos a preparamos para encontrar esa solución? ¿Qué hacemos cuando las puertas están abiertas pero están todavía lejos? Esa es la historia que quiero contarles hoy.
Hay varias maneras para prepararnos para llegar a B. Cuando sabemos cuál es la solución, llegar de A a B es fácil: es una línea recta. Pero cuando no se sabe la solución, no hay tal línea recta, y la vida, al igual que el universo, se convierte en algo complicado, en una curva que es compleja de comenzar y terminar de caminar.
Yo no tenía la solución y faltaban dos días para alcanzarla o se perdería esta gran oportunidad. Ahora la pregunta ya no sólo era cómo llegar de A a B, sino cómo, y con qué método, se puede resolver un problema del que admitimos no saber la respuesta.
Los lectores que quieran saber la respuesta, pueden escribir a este correo y, ahí, quienes quieran saber qué camino seguí, pueden solicitar el complemento de este artículo, en el cual se dirá cómo encontré el camino de A a B. El correo es grupored@vivaventas.com
Como escribo esta columna después de haber encontrado la solución y después de haber hecho la negociación con éxito, el mérito de esta historia no sólo es algo práctico, sino que también es algo que puede ser valioso para alguien más, porque llegué hasta B, las puertas se abrieron y ahora estoy haciendo un relato de algo que ya pasó.
Esta es la historia:
En mi época de estudiante leía y leía mucho a Ortega y Gasset. Lo leí tanto que pasó a ser parte no de memoria, sino de mi conciencia. Por eso, porque es parte de mi conciencia, es que no recuerdo en cuál de sus tantos artículos escritos para El Espectador, encontré esta propuesta: “Las grandes ideas no deberían de estar a la luz del día, sino puestas en lugares especiales en las cumbres de las montañas, para aquellos que, después de hacer grandes esfuerzos y en los pocos minutos que tienen para permanecer en sus picos, puedan tener la dicha de leerlas, regresar al mundo con este mensaje e irlo descifrando poco a poco”.
Recuerdo esta idea de Ortega y Gasset no como él la escribió, sino como se quedó acomodada en mi mente durante tanto tiempo.
En fin, la relación con Ortega y Gasset y el problema de no saber cómo llegar de A a B, para mí tiene estas razones: En lugar de sentarme las 48 horas que me quedaban de tiempo antes de estar ante el banquillo con los inversionistas, y acosarme hasta halarme todos los pelos de la cabeza, tomé la decisión de darme permiso y dejar que la vida fuera poniendo frente a mí la solución. Así que, lo que hice, fue salir al campo, hacer un poco de jogging, después me puse a meditar y a ponerme en cero. De mi lado estaría listo, en vacío, y dispuesto a aprender algo que no sabía y, que, por tanto, tendría que ponerse en mi camino, y yo, todo lo que tendría que hacer, es estar en alerta para cuando la posibilidad apareciera.
Para salir del suspenso, y relatarles el fin de mi historia, esto fue lo que ocurrió: No llegó la solución a mi problema. Lo que apareció en mi camino, que no lo podía creer al principio, no se dio en forma de respuesta sino vino como pregunta. ¡Sí! Así es. Fue increíble, pero la vida es así: uno se prepara para recibir una respuesta y lo que resulta viene como pregunta.
¿Cómo, entonces, puede uno pensar que en una buena pregunta está escondida la respuesta que tanto estamos buscando?
¿Qué debemos de hacer para saber que gran parte de la vida está hecha de preguntas cuyas respuestas vamos encontrando en el camino?
Hay varias maneras para prepararnos para llegar a B. Cuando sabemos cuál es la solución, llegar de A a B es fácil: es una línea recta.