Algunos piensan en diferencias ideológicas, pero no se trata de izquierda o derecha. Pensamientos distintos y posturas diferentes, sí. Para Guatemala, las próximas elecciones en Estados Unidos pueden tener implicaciones. migrantes y comercio bilateral están en el centro de atención, pero hay más vasos comunicantes.
Están a la vista las elecciones presidenciales en Estados Unidos (EE.UU.), el principal socio comercial del país y fuente de empleo para más de 1.8 millones de connacionales —la mayoría con una situación migratoria irregular— y pocos dudan de que su resultado tendrá efectos —para bien o para mal— en nuestro país.
Las encuestas apuntan a una victoria de la candidata demócrata Hillary Clinton —48.1 % en la intención de votos—, pero nada está escrito en piedra, y el republicano Donald Trump —41.0 %— se mantiene en la contienda electoral a la espera de una sopresa que podría provocar cambios en la política migratoria y comercial de Estados Unidos.
Por eso países como Guatemala mantienen la incertidumbre en torno al próximo inquilino de la Casa Blanca, porque las posiciones de ambos candidatos en los temas mencionados hacen suponer que no sería lo mismo con uno que con la otra.
El que ha levantado más inquietud y nubarrones de preocupación en el horizonte, por sus planteamientos políticos, es Trump; aunque, mucho de lo que ha dicho y prometido con vehemencia, según expertos, no depende solo de él, sino que también del Senado y Congreso norteamericano, pero sus lineamientos son preocupantes.
El magnate de la construcción ha ofrecido que si gana la presidencia edificará un muro a lo largo de los 3,185 kilómetros de frontera con México, expulsará a más de 11 millones de inmigrantes indocumentados y bloqueará los envíos de remesas. Guatemala sufriría con ello.
La cantidad de connacionales que viven y trabajan en Washingtron son aproximandamente 2.0 millones —1.7 Millones en 2010, según la Organización Internacional para las Migraciones— y son el bastión de la economía nacional, con remesas que este año superarán los US$7 mil millones, la cifra más elevada en Latinoamerica, solo después de México.
Sus amenazas de campaña le han quitado el sueño a más de alguno, porque, si bien es cierto que no todo depende de la voluntad de quien sea electo mandatario, el Ejecutivo sí puede, por ejemplo, hacer esfuerzos para aumentar las deportaciones y con ello se podría caer el envío de remesas, principal pilar de la economía nacional.
El ingreso por remesas se incrementó un 60.6 % entre 2009 y 2015, al pasar de US$3,912.3 millones (unos Q29,342.2 millones, de acuerdo con el tipo de cambio actual) a US$6,284.9 millones en 2015 (unos Q47,136.7 millones), según estadísticas del Banco de Guatemala (Banguat). Para este año se espera una cifra récord alrededor de los US$7,200 millones.
Trump ha dejado entrever, además, una revisión de los tratados comerciales firmados por EE. UU. con las diferentes naciones del mundo. Y eso también es motivo de inquietud. Está claro, para los analistas, que él no puede cambiar por sí solo un Tratado de Libre Comercio (TLC), pero sí puede impulsar un endurecimiento de las medidas fitosanitarias a las exportaciones guatemaltecas.
Desde la entrada en vigencia del TLC de Guatemala con EE. UU. las exportaciones chapinas se incrementaron en 32.2 % al pasar, entre 2006 y 2015, de US$2,783.2 millones (unos Q20,874 millones) a US$3,679.7 millones (unos Q27,597.7 millones).
En tanto que las importaciones aumentaron en el mismo período, 58.2 %, al pasar de US$4,115.1 millones (unos Q30,863.2 millones) a US$6,512.5 millones (unos Q48,843.7 millones). Así lo evidencian las estadísticas del Banguat.
El otro lado de la moneda
En tanto, la ex Primera Dama, ex Secretaria de Estado, Senadora y abogada ha sido más mesurada al hablar de sus planteamientos políticos sobre los inmigrantes y el tema comercial.
En el tema migratorio Clinton ofrece regularizar la situación de los inmigrantes y no separar las familias de indocumentados. Aunque ello no depende solo de ella, porque esas políticas deben ser refrendadas por el Senado y Congreso. El más claro ejemplo es el fracasado intento de reforma migratoria que intentó el mandatario Barack Obama.
En conclusión, según expertos, de ella se espera que las relaciones políticas y económicas se mantengan más o menos igual a como se han desarrollado durante los ochos años en el poder de Obama.
¿Cuál ha sido la agenda de EE. UU. hacia la región en los últimos años? Desde 2009, la política migratoria norteamericana se ha caracterizado por un reforzamiento de los controles en las regiones fronterizas de EE. UU. con México.
En el caso de Guatemala, estas políticas antimigratorias se reflejaron en un incremento acelerado de las deportaciones de connacionales, y que disminuyeron por primera vez, y de manera drástica, en 2015, que fue un año preelectoral en la nación estadounidense.
De tal cuenta que en 2009 la expulsión de guatemaltecos desde EE. UU. llegó a 27 mil 222 y a partir de ahí aumentaron año con año hasta llegar a ser 51 mil 157 en 2014; pero el año pasado estas bajaron a 31 mil 443. Así lo evidencian las estadísticas de la Dirección General de Migración (DGM).
La política exterior de EE. UU. hacia Guatemala y el Istmo también ha estado enfocada en temas de seguridad, como lucha contra el narcotráfico; migración y seguridad fronteriza; combate contra la corrupción e impunidad; fortalecimiento del Estado de Derecho y fortalecimiento del poder tributario.
A ello se suma el combate a la pobreza y generación de oportunidades de desarrollo para regiones olvidadas por el Estado y que están contempladas en el Plan Alianza para la Prosperidad.
Estos intereses de la nación más poderosa del mundo han sido abordados en los últimos años al más alto nivel político, algo que solo ocurrió en algunos de los momentos más críticos generados al calor de los conflictos armados en la región.
Del tal cuenta que estos tópicos de interés de la administración norteamericana han sido abordados directamente por el vicepresidente Joe Biden con los gobernantes de la región, en especial, con los jefes de Estado del llamado Triángulo Norte de Centroamérica —Guatemala, El Salvador y Honduras— y que tienen en común ser naciones violentas, con débil institucionalidad y serios problemas de corrupción. Además, son las principales naciones de origen de las migraciones hacia EE. UU.
Escenarios y temores
Expertos convergen en que, sin importar quién gane, no cambiará la agenda de temas de interés de EE. UU., pero sí el énfasis que pongan en cada uno de ellos.
En la parte comercial, y si llegara a ganar el republicano Trump, se podría hablar de un escenario en el cual la aplicación del tratado de libre comercio será mucho más estricta, lo cual significa que se pondrán trabas a las exportaciones guatemaltecas de carácter no arancelario (por ejemplo, se pondrían quisquillosos con las medidas sanitarias). Me imagino que también las supervisiones de cláusulas laborales y ambientales serán más problemáticas. En pocas palabras, perderán fluidez las exportaciones bajo el Cafta —Tratado de Libre Comercio con EE. UU.—, afirma el exministro de relaciones exteriores, Édgar Gutiérrez.
Y agrega: La política de seguridad no cambiará, la política de cooperación irá a la baja, mientras, arreciarán las presiones para que los empresarios hagan mayores contribuciones tributarias y paguen el Plan Alianza para la Prosperidad.
Con un gobierno encabezado por Clinton, explica, la agenda política no cambiaría y tampoco lo haría la política actual de mayores controles migratorios.
Mientras que el excanciller Gabriel Orellana comenta que existe una situación de hecho entre administración y administración que hace sumamente difícil cambiar la política de EE. UU. respecto a determinadas áreas del mundo, a no ser que sea un problema sumamente grave.
También hay que tomar en consideración otro aspecto, dice Orellana, y es que el Presidente norteamericano, si bien tiene mucho poder, no es un emperador, porque hay poderes intermedios y poderes como el Senado y Congreso, los tribunales de justicia, que sí ejercen un poder efectivo de control sobre las actividades del presidente de la República; entonces, esto me lleva a pensar que un cambio tan drástico como el que ha querido describir Trump, solo podría hacerlo si hubiera un golpe de Estado, porque él habla como si va a llegar a ser un emperador de los EE. UU., con un cheque en blanco.
Daniel Haering, máster en relaciones internacionales, señala que los tres grandes temas relevantes en política exterior de EE. UU. hacia Guatemala y Centroamérica se pueden resumir en seguridad, migración y política comercial y de intercambio económico. Ninguna de esas depende tan directamente de Presidencia, salvo una parte de lo de migración, enfatiza el experto en relaciones internacionales, y coincide con Gutiérrez en el sentido de que, si gana las elecciones presidenciales Clinton, la agenda política de EE. UU. hacia la región va a seguir estable.
Migrantes, en la incertidumbre
Se prevé que con Trump las deportaciones se incrementarán, generando con ello un impacto económico y social en el país. Aunque tampoco se espera que Clinton solucione los problemas que afectan a los inmigrantes ilegales en la nación estadounidense.
Para Gutiérrez, si gana Trump, los antiinmigrantes se van a empoderar y autoridades locales pueden abusar, y eso forzará peores condiciones de trabajo para los migrantes y salarios a la baja.
Alejandra Gordillo, secretaria ejecutiva de Consejo Nacional del Migrante de Guatemala (Conamigua), considera que es difícil que Trump logre identificar y expulsar a los 11 millones de indocumentados, porque ello supone que, además, se emitan órdenes judiciales de salida, lo cual lo ve imposible para el sistema legal judicial norteamericano. Lo que sí le inquieta es que el discurso antiinmigrantes de Trump, sumado a su llegada al poder, podría ocasionar que sectores racistas y discriminatorios se fortalezcan y sientan más amplitud para poder actuar en contra de las comunidades migrantes o sectores donde ellos no se sienten cómodos.
Mientras que Julia González, coordinadora ejecutiva de la Mesa Nacional para las Migraciones en Guatemala (Menaming), considera que, si el magnate de la construcción gana las elecciones, se incrementarían las deportaciones y eso tendría implicaciones realmente sociales y económicas para el país, sin precedentes.
Con Clinton en el poder, enfatiza González, tampoco sería una panacea, porque pareciera que ella no retomaría la discusión para una política migratoria que beneficie a los migrantes en situación irregular.
Para Juan García, quien vive en Rhode Island, los dos candidatos son controversiales. Cuando Clinton era senadora votó a favor de que niños que están viniendo y las madres centroamericanas fueran retornados a sus países de origen. Y cuando se intentó que hubiera una licencia a nivel federal para los indocumentados, votó en contra. Trump no es político, ha dicho muchas cosas, pero algo que la gente no entiende es que él no puede sacar a toda la gente de acá, es imposible, porque tiene que pasar por el Congreso y Senado. Es inviable la construcción del muro, comenta García.