China respondió con celeridad a Donald Trump amenazando el viernes con tomar represalias contra Estados Unidos, que puso fin a una tregua en la guerra comercial entre ambos países con el anuncio de una extensión de los aranceles sobre todas las importaciones chinas.
El gobierno chino advirtió que no habría otra opción que tomar medidas de represalias si el presidente Donald Trump ejecuta su amenaza, aunque no precisó la naturaleza de estas posibles medidas.
En un comunicado, el ministerio chino de Comercio acusó a Estados Unidos de haber infringido gravemente el «consenso» que alcanzaron Trump y su homólogo chino Xi Jinping en junio con el objetivo de relanzar las negociaciones.
En una serie de tuits, el presidente estadounidense, que aspira a un segundo mandato, precisó el jueves que su administración iba a aplicar, desde el 1 de septiembre, «un pequeño arancel adicional del 10% a los 300 mil millones de dólares» de importaciones chinas hasta ahora perdonadas.
El anuncio de Trump provocó un efecto bomba en el mercado: las bolsas europeas se desplomaban el viernes por la mañana, y el petróleo perdió casi un 8% el jueves en Nueva York.
La reacción de los mercados asiáticos fue idéntica. La bolsa de Tokio cedió el viernes más del 2% y la de Shanghái un 1.41%.
«Eso no me preocupa para nada», dijo Trump el jueves a los periodistas sobre el impacto en los mercados. «Me lo esperaba», agregó.
Una sorpresa
Además estimó que el presidente chino Xi Jinping quería un acuerdo pero consideró que «no iba lo bastante rápido».
Trump advirtió que podría aumentar todavía más las tarifas arancelarias sobre los productos chinos si Pekín no aceptaba las exigencias estadounidenses. Y mencionó la posibilidad de ir «más allá del 25%».
La totalidad de las importaciones del gigante asiático se verían así sobretasadas en caso de que se apliquen estas futuras tasas.
No obstante, Donald Trump afirma que las discusiones continuarán como previsto a «principios de septiembre».
Pero el presidente del consejo económico sinoestadounidense (USCBC), Craig Allen, teme que esta decisión conduzca a los chinos a abandonar las negociaciones.
El inquilino de la Casa Blanca justifica su decisión por el hecho de que Pekín no cumplió, a su parecer, con dos compromisos muy importantes: la compra masiva de productos agrícolas estadounidenses y el cese de las ventas de fentanilo, un opiáceo muy potente protagonista de la crisis de las drogas en Estados Unidos y del que China es uno de los principales productores.
Pekín afirmó en cambio el jueves que había comprado estas últimas semanas más productos agrícolas estadounidenses. Y las negociaciones entre Estados Unidos y China parecían haberse reanudado en un clima relativamente tranquilo esta semana en Shanghái.
El miércoles, las dos partes dieron cuenta de conversaciones «productivas» para intentar acabar con una guerra comercial desatada hace poco más de un año.
Juega con fuego
Washington impone ya aranceles del 25% sobre más de 250 mil millones de dólares de bienes chinos. Pekín respondió con la imposición de aranceles suplementarios a unos 110 mil millones de dólares de productos estadounidenses.
Hasta ahora, la administración estadounidense había perdonado a los bienes de consumo corrientes, de modo que la economía estadounidense, impulsada por el consumo de los hogares, quedó relativamente al abrigo de la guerra comercial.
Pero la posibilidad de que los aranceles afecten a todos los bienes provocó conmoción en los mercados. La acción del grupo Best Buy, una cadena de tiendas de electrónica, cedió un 9% inmediatamente después del anuncio.
El presidente «juega con fuego», advirtió Gregori Volokhine, analista de Meeschaert Financial Services.
Donald Trump se lanzó en una guerra tarifaria contra China para conseguir que las autoridades chinas pongan fin a las subvenciones a las empresas estatales, a las transferencias de tecnología impuestas a las compañías extranjeras o a los «robos» de la propiedad intelectual estadounidense.
Y advirtió que o hay «un buen acuerdo» comercial o no hay acuerdo. El jueves, incluso afirmó que podía prescindir de comercializar con China.
El jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, presente en Bangkok, acusó por su parte a Pekín de «proteccionismo» y de «estrategia depredadora».