El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, poco dado a los rodeos de la diplomacia, deberá esta semana hacer equilibrismo como anfitrión de la cumbre de los BRICS, para estrechar lazos con su homólogo chino Xi Jinping sin incomodar a su aliado clave Donald Trump.
La cumbre anual que se desarrollará entre miércoles y jueves en Brasilia se limitará a un encuentro entre los mandatarios de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS), sin la participación tradicional de otros países de la región donde se realiza. El continente atraviesa profundas convulsiones y las posiciones de Brasil divergen de las de Rusia y China en temas como el de Venezuela.
Pocas semanas después de su primera visita oficial a China, Bolsonaro recibirá a Xi en Brasilia el miércoles, para inaugurar una serie de encuentros bilaterales al margen de la cumbre, que este año estará centrada en el crecimiento económico y la innovación.
La cita tiene lugar en plena guerra comercial entre Estados Unidos y China, las dos mayores economías mundiales.
Bolsonaro es un ferviente admirador de Trump, con quien comparte el rechazo del multilateralismo y las ideologías de izquierda, pero enfrenta presiones internas de los sectores agroganaderos y mineros, que precisan mantener una buena relación con China, principal socio comercial de Brasil.
Pragmatismo
Durante su campaña, Bolsonaro acusó a China de querer «comprar Brasil». Desde entonces, los cuadros más pragmáticos de su gobierno han intentado reparar los daños de sus declaraciones. Aparentemente, el exmilitar incorporó el mensaje.
Bolsonaro tiene «una fuerte lealtad con el gobierno de Trump, pero quiere mantener abiertos canales de cooperación económica, comercial y de inversiones con China», sostiene Luis Fernandes, del centro de Estudios e Investigación BRICS de Rio de Janeiro.
«Debe moverse dentro de estas tensiones. China es un país muy pragmático en su política exterior. Creo que China puede jugar ese juego», añade.
Bolsonaro, quizás para convencer a los sectores más radicales de su gobierno, afirmó al llegar a Pekín el mes pasado que China -bajo un gobierno comunista- es en realidad «un país capitalista».
La interdependencia entre Brasil y China hará que prevalezca el pragmatismo en la relación, considera Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getulio Vargas.
«El futuro de Brasil depende mucho más de China que de Estados Unidos», explica Stuenkel a la AFP.
Y «los chinos saben que seguirán dependiendo de Brasil no solo mañana o dentro de cinco años, sino también dentro de 50, porque no tienen cómo alimentarse por sí mismos. Para China, se trata de una relación estratégica de largo plazo», agrega.
Brasil es su principal proveedor de soja y un importante proveedor de carne.
¿Aún vigentes?
Las disparidades en su poderío económico, así como sus profundas diferencias en relación a temas como el cambio climático o la crisis en Venezuela, han sembrado dudas sobre la relevancia del grupo que fue un importante motor de la economía mundial a inicios de siglo.
Pero los tiempos cambiaron.
La calificadora de riesgos S&P Global Ratings afirmó el mes pasado que el grupo «puede no tener más sentido», alegando que «la trayectoria económica divergente a largo plazo entre los cinco países debilita el valor analítico de ver a los BRICS como una agrupación económica coherente».
Sin embargo, los mandatarios de los países del bloque estimaron que el viaje a Brasilia valía la pena y tanto Xi como el presidente ruso, Vladimir Putin, el primer ministro de India, Narendra Modi, y el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, confirmaron su presencia.
Stuenkel considera que los BRICS todavía cumplen una función importante para Pekín y Moscú: «China lo ve como un pilar en un orden más centrado en China. Para Rusia, es extremamente útil mostrar que no está aislada», afirma.
Bolsonaro rompió la tradición al eliminar de la agenda la reunión BRICS Plus, que permite a los miembros del bloque reunirse con líderes de los países vecinos del anfitrión.
Esta decisión llegó, según fuentes diplomáticas citadas por los medios, luego de un desacuerdo sobre si debían invitar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, o al líder opositor Juan Guaidó, reconocido como presidente interino por más de cincuenta países.
Brasil es el único país de los BRICS que apoya a Guaidó, mientras que China y Rusia respaldan a Maduro.
La ausencia de invitados de los países vecinos muestra que Bolsonaro «no tiene ningún tipo de ambición de liderar la región», señala Stuenkel.
No se esperan anuncios importantes al cabo de la cumbre el jueves, sobre todo debido al «bajo entusiasmo» del gobierno brasileño en relación a la reunión, evalúa la consultora Control Risks.
A pesar del escepticismo de Bolsonaro sobre los BRICS, el grupo podría volverse más importante para Brasil si un candidato demócrata triunfa en la elección de Estados Unidos en 2020.
Eso dejaría a Brasil todavía más aislado, tras un año de disputas diplomáticas con Europa y los gobiernos izquierdistas de América Latina, explica Stuenkel.