Los cuatro años de desaceleración económica comienzan a tener un impacto adverso en los puestos de trabajo y el ingreso familiar de América Latina y el Caribe. Luego de que el auge de las materias primas derivara en conquistas significativas, una caída en la tasa de participación laboral está haciendo que las familias comiencen a sentir el impacto, de acuerdo al último informe semestral del Banco Mundial.
En el mismo, titulado Empleos, salarios y la desaceleración latinoamericana, la Oficina del Economista en Jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe indica que la expectativa es que la región tenga un crecimiento del 0 por ciento para 2015, con una leve mejora a 1 por ciento en 2016, si bien la incertidumbre en torno a este pronóstico es elevada.
Este sería el quinto año consecutivo en el que la región estaría registrando un desempeño inferior a las expectativas, señal de que existen nuevos factores, mayormente internos, que estarían prolongando los efectos del empeoramiento en las condiciones externas, en particular la fuerte desaceleración de China y la caída en el precio de las materias primas.
“Aún con la desaceleración, los mercados laborales de la región se las han arreglado para permanecer sólidos,” dijo Augusto de la Torre, Economista en Jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
“En los últimos tiempos, sin embargo, estamos viendo que la calidad del empleo se está deteriorando a medida que los asalariados se vuelven trabajadores independientes o pasan de empresas grandes a otras más pequeñas. Los más notable, sin embargo, es el hecho que los trabajadores estén abandonando el mercado laboral por completo, una tendencia particularmente marcada entre los hombres jóvenes y menos educados. A medida que regresan a sus hogares, o a la escuela, sin salario, el ingreso de los hogares pobres podría resentirse aún más”.
El informe, publicado previo a las reuniones anuales del Banco Mundial y el FMI de Lima, revela que el crecimiento promedio ponderado de la región se estancará en 2015. Aunque la heterogeneidad dentro de la región persiste y ha variado de manera considerable.
México, América Central y el Caribe, vinculados de manera más directa con los EE. UU., crecieron menos durante el auge de las materias primas o tras la crisis financiera mundial de 2008-2009, pero ahora se están recuperando más rápido. Más concretamente, Panamá, República Dominicana y Nicaragua crecerán a una tasa de 5.9 por ciento, 5 por ciento y 4,5 por ciento respectivamente, bastante por encima del promedio regional.
Los países sudamericanos, afectados de manera más directa por la desaceleración en China y la caída en el precio de las materias primas, muestran una tendencia de crecimiento diferente. Se espera que Bolivia, Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay crezcan alrededor de 3 por ciento en 2015, Argentina crecerá apenas por encima del 0 por ciento, mientras que Brasil, Ecuador y Venezuela exhibirán una tasa de crecimiento negativa. Chile es un caso algo atípico con un crecimiento de 2,2 por ciento este año, aunque se anticipa que el mismo se recuperará en 2016 luego de haber realizado los ajustes necesarios respecto a la nueva realidad tras el auge de las materias primas.
“La mayoría de los países de la región se encuentra en el medio de un ajuste frente a una nueva realidad con menores ingresos por exportación”, dijo De la Torre. “La clave estará en lograr que el ajuste sea lo más fluido posible para así evitar pérdidas excesivas en términos de actividad económica y empleo. Desde el punto de vista de las políticas a seguir, la pregunta clave es si —y de qué manera— se verán afectadas las condiciones del mercado laboral y la distribución del ingreso en los meses y años venideros”.
Aquellos países con tipos de cambio flexible han dejado que sus monedas absorban buena parte de este golpe externo. Esto ayuda a disminuir las importaciones de manera inmediata y debería fomentar las exportaciones a largo plazo. Sin embargo, advierte el informe, este cambio en la actividad económica a favor de las exportaciones probablemente tome tiempo, debido a una menor demanda internacional y a la contracción de los sectores transables no primarios experimentada durante el auge de las materias primas. Aquellos países con suficiente espacio fiscal podrán tomar deuda y así suavizar el ajuste en su cuenta corriente externa. En los países sin flexibilidad fiscal o financiera el ajuste será más complicado.
Durante los años de bonanza, la desigualdad en el ingreso disminuyó a medida que más integrantes del hogar ingresaban al mercado laboral; a su vez, los salarios de los trabajadores pobres no cualificados crecieron más rápido que los salarios de los trabajadores cualificados. Además, los trabajadores cambiaron el trabajo autónomo por puestos asalariados, y de empresas pequeñas a otras más grandes.
Sin embargo, durante la actual desaceleración, si bien la tasa de desempleo no ha aumentado de manera apreciable, la generación del empleo se está estancando, la calidad del empleo se ha deteriorado y la tasa de participación laboral ha caído; especialmente ahora que hombres jóvenes han dejado de buscar empleo, algo que podría provocar un aumento de la desigualdad en el ingreso de los hogares. Asimismo, si bien los salarios de los trabajadores no cualificados han disminuido menos que los de los trabajadores cualificados, la pérdida de empleo entre los primeros ha sido mucho más elevada.
Esta situación tiene repercusiones políticas significativas, sostiene el informe. Redes de protección social bien enfocadas pueden ayudar a amortiguar el impacto de la desaceleración económica entre las más vulnerables. También es importante considerar el papel de las leyes de salario mínimo, que ayudaron a elevar el ingreso laboral de los trabajadores no cualificados en los años de bonanza, pero que ahora podrían socavar la creación de empleo durante la desaceleración.