Hace pocos días despedimos el 2015, un año por demás atípico. Ni el mejor de los adivinos (si es que tal cosa existe) hubiera podido pronosticar lo que en ese año sucedió. Pero muerto el rey, ¡viva el rey! No hablaré del pasado porque ya se ha tocado bastante. En esta columna me permitiré hacer unas observaciones de lo que creo debiera pasar en 2016 para enderezar el rumbo del país.
El nuevo gobierno debe entender que si tiene demasiadas prioridades, nada será prioridad. No se puede hacer todo y pretender que se haga bien, porque simplemente los recursos no alcanzan. Las finanzas públicas serán un serio problema y será necesario que el gasto público sea lo más eficiente posible. La única forma de hacer el gasto eficiente es tener claro qué es lo que se va a hacer, y para ello es de suma importancia que se elaboren planes estratégicos sectoriales, donde se obtenga una radiografía institucional de los diferentes actores del sector y su coordinación; se establezcan metas claras y medibles, se identifiquen las acciones que se deben realizar y los responsables de ejecutarlas. Estos planes estratégicos no deben ser vistos como un simple requisito, sino como la hoja de ruta del Gobierno. De no hacerse, nada significativo se logrará.
En la columna anterior mencioné la necesidad de elaborar un plan estratégico de seguridad y justicia como primer punto para poder tener logros importantes y sostenibles para el país en materia de seguridad. Esto no solo es cierto para ese sector. Todos los sectores necesitan contar con un plan estratégico que oriente su acción. En la actualidad, las intervenciones del sector público no cuentan con una clara línea de causa y efecto; es decir, no se puede identificar en la mayoría de los casos que los logros obtenidos se deriven de políticas públicas específicas y mucho menos se tiene medido cuánto contribuye cada acción al logro de las metas propuestas (si es que esas metas existen).
El nuevo gobierno no puede darse el lujo de actuar ciegamente y esperar que existan resultados positivos. Este gobierno posiblemente será el más vigilado por los ciudadanos. No tendrá mucho margen de error. La situación del país tampoco está para estar constantemente improvisando. Por ello, mi consejo a la próxima administración es que desde el primer día se dedique a elaborar planes estratégicos en cada sector, pero que no se tomen esa tarea a la ligera. Un buen plan estratégico requiere de tiempo y personal experto para su elaboración. La Secretaría General de Planificación (Segeplan) debiera ser la entidad que apruebe los planes estratégicos (que, repito, no deben ser institucionales, sino sectoriales), con base en criterios previamente identificados, para garantizar la calidad de cada uno de ellos. Esa debiera ser la principal tarea de Segeplan en 2016.
No está de más decir que los planes estratégicos, incluyendo las metas, deben ser información de fácil accesibilidad para la población. Estos instrumentos serán la base también para la rendición de cuentas. El 2016 será un año duro, pero si se hacen las cosas bien, puede ser un año que permita sentar las bases para un futuro prometedor para el país. Les deseo a todos un buen año 2016.
*Analista del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN)