Anticipado… ¡Feliz Navidad!

Gonzalo Marroquin


Ya estamos en época de posadas y convivios. Las llamadas fiestas de fin de año han principiado y tienen como centro Nochebuena y Navidad, para dar más adelante la bienvenida al Año Nuevo, que siempre llega con la esperanza de alcanzar algo mejor a lo vivido los últimos doce meses en el orden familiar, profesional o laboral, pero también con el deseo de ver que el país progresa en algún sentido.

Ninguno de los problemas de fondo que enfrentamos en particular —o como Nación— se borran por arte de magia, pero al menos se vive un período en el que se puede meditar más y mejor, se puede planificar y se toman fuerzas para enfrentar los nuevos desafíos con energía y optimismo. Pero más importante aún es un tiempo para compartir con nuestros seres queridos.

Lastimosamente —como lo hemos visto a lo largo del año—, el 2016 no ha traído, en términos generales, oportunidades para los guatemaltecos. No es ningún secreto que lo que sucede en materia política y económica repercute, de alguna manera, en los aspectos personales, aunque con impacto distinto según cada caso.

En ese sentido, hay muchos que dirán que no hay suficientes argumentos para desear ¡Feliz Navidad!, pero la realidad es que la felicidad es algo que se lleva dentro y puede ser lo suficientemente fuerte como para dejar por un lado todo aquello que nos lleva a tener momentos de frustración, preocupación y hasta desesperación.

Las festividades navideñas pueden ser un remanso en el que disfrutemos de la familia, de los éxitos personales alcanzados o, simplemente, de la lucha librada para seguir adelante, siempre con la meta de lograr mejoras en el año por venir.

El sentido de la Navidad se ha distorsionado bajo el concepto de consumismo. En algunos sectores se piensa que es el momento de demostrar nuestro cariño o amistad por medio de los regalos. Sin embargo, no debemos olvidar que se trata de una celebración cristiana, que conmemora el nacimiento de Jesús hace más de dos mil años. Ese personaje (Dios) llega —cada Navidad— como un regalo espiritual y nunca vinculado al mundo material.

Hay quienes sufren con estas festividades. Unos porque no tienen los recursos económicos para sumarse a la corriente consumista, otros porque la nostalgia les embarga, ya sea por haber sufrido alguna tragedia en el pasado en la época o por la ausencia de algún ser querido. En estos casos, si son creyentes –cristianos–, pueden encontrar la felicidad y paz en el lado espiritual de la Navidad.

En fin, el mensaje que quisiera trasladar es que no hay que dejarse vencer por la adversidad y menos en este momento. El entorno nacional ha resultado cargadamente frustrante y el futuro no es para nada halagüeño, pero no debemos permitir que esas condiciones externas —que pueden o no afectar a cada uno—, nos roben ese momento maravilloso que puede ser cada Navidad.

Apreciamos profundamente a nuestros lectores. Con ustedes es con quienes principalmente comparto este deseo navideño de felicidad. En 2017 volveremos cargados de esperanza y con el deseo de contribuir con nuestra labor informativa a que el país pueda mejorar. La información, lo mismo que la crítica, son aportes importantes para el fortalecimiento y desarrollo de cualquier democracia.

Ya se acerca Navidad, así como Año Nuevo. El primer acontecimiento es pasajero, pero sirve para fortalecernos. El segundo es un período de 12 meses que abre las puertas para trabajar en alcanzar nuestras metas individuales y ¡ojalá! también colectivas. Los dos están amarrados el uno con el otro. Si ese espíritu navideño nos invade, seguramente encararemos mejor los desafíos del 2017.

A todos los lectores de Enfoque, mi mejor deseo, que tengan una ¡Feliz Navidad! y que el próximo año sea lleno de bendiciones y oportunidades.

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