«Puedes quitarte la mascarilla y besar a la novia». Dos estadounidenses septugenarios que habían decidido hacer el confinamiento juntos después de una sola cita cara a cara pasaron por el altar la semana pasada para oficializar su amor.
«En tiempos normales, todavía estaríamos en fase de encuentros galantes», dice Linda Delk, de 72 años, con su mano entrelazada a la de Ardell Hoveskeland, de 78 años.
En efecto, el nuevo coronavirus los llevó a apretar el acelerador cuando su historia apenas acababa de comenzar.
Ambos transcurrían aún el duelo por la pérdida de sus cónyuges en 2019 cuando se cruzaron por primera vez a fines de febrero en la Iglesia Luterana de la Paz en Alexandria, cerca de Washington.
«Me saludó, me gustó y al final ayudamos a limpiar juntos», dijo Linda.
AFP / ANDREW CABALLERO-REYNOLDS Linda Delk y Ardell Hoveskeland habían tenido solo una cita romántica antes de casarse la semana pasada en Alexandria, Virginia, Estados Unidos
Una semana después, se volvieron a encontrar en otro evento de la iglesia, esta vez una noche de lotería. «Estábamos en la misma mesa, pudimos conversar», agrega Ardell.
Acordaron quedar para almorzar. «Fue nuestra única salida romántica», dice este ingeniero de transporte urbano jubilado.
Dos días después, las autoridades pidieron a la población que se quedara en sus hogares. Dada su edad, la flamante pareja no se imaginaba desafiando las reglas.
«Pero ambos nos dimos cuenta de que necesitábamos un compañero», dice Ardell.
Dicho y hecho: su enamorada se mudó con él. «Pareció ser lo más natural del mundo», se ríe este exprofesor de la Universidad Gallaudet para sordos.
La aventura era arriesgada, «pero ninguno de los dos quería estar solo», dice. «Hicimos muchas cosas que ambos amamos»: caminar, mirar películas antiguas, conversar…
Una locura
Un día, durante un servicio religioso, la pareja se sintió presa de la misma emoción. Ella se lo comentó a él. «¿Me acabas de pedir que me case contigo?», le replicó, sin recordar realmente quién había dado el primer paso.
«Inmediatamente fuimos a una joyería para encargar los anillos, y nos los entregaron el último día antes de que la tienda cerrara por completo», dice Ardell.
El jueves, ella de vestido blanco, él de traje, intercambiaron las alianzas frente a sus seres queridos conectados a través del servicio de teleconferencia Zoom.
Un amigo australiano incluso se levantó a mitad de la noche para ver la ceremonia en vivo.
AFP / ANDREW CABALLERO-REYNOLDS Ella de vestido blanco, él de traje, se intercambiaron alianzas frente a sus seres queridos conectados a través de Zoom
«En la tradición cristiana, están a punto de cometer una locura», bromeó la pastora Sarah Scherschligt, enjugando una lágrima que rodó sobre su mascarilla. Había una buena razón para su emoción. «En septiembre, enterré a la esposa de Ardell», dijo a la AFP.
En febrero, ella misma le había sugerido al viudo que hablara con Linda. «Nosotros los pastores siempre jugamos un poco a los casamenteros, nos gusta ver felices a nuestros fieles», reconoce.
Pero nunca se hubiera imaginado unirlos así de rápido.
«Se conocieron rápidamente pero también de manera más limitada», dijo, agregando que, por ejemplo, Linda todavía no conocía a la hija de Ardell.
«Les quedan muchos descubrimientos por hacer, pero no los habría casado si no pensara que forman una pareja hermosa».