Los votantes nicaragüenses tendrán poco de donde escoger cuando acudan el domingo a las urnas a escoger a sus autoridades municipales, en un proceso marcado por la hegemonía del oficialismo sandinista, la apatía y dudas sobre su transparencia.
El gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN-izquierda) que participa en los comicios contra una oposición minoritaria de siete partidos o alianzas electorales de derecha, incluyendo un grupo regional en el Caribe, parece seguro a conservar el control en 134 de las 153 alcaldías en disputa.
Las principales fuerzas opositoras se marginaron de la contienda, que calificaron como «una farsa» para consolidar la hegemonía oficialista.
Participan en la elección 43.962 candidatos para alcaldes, vice alcaldes y concejales, con unas 3,6 millones de personas empadronadas para acudir a las 13.205 Juntas Receptoras de Votos.
A partir de este viernes rige el cese de la propaganda electoral y desde el sábado está prohibido vender licor y portar armas, mientras unos 13.000 agentes de la policía se desplegarán para proteger los centros de votación y transmisión de datos.
La alcaldía de Managua, bajo control sandinista desde 2000, es la principal plaza en disputa, aunque otros municipios tienen tanto o igual interés por su peso electoral, como las ciudades de León, Masaya, Granada y Matagalpa.
La vicepresidenta Rosario Murillo, al dar por cerrada la campaña sandinista, dijo a sus simpatizantes que «votar 2 (casilla del FSLN en la boleta electoral) es votar por el bienestar (…) Es votar por el desarrollo en toda Nicaragua».
El proceso electoral se caracterizó por la falta de publicidad, actos callejeros o debates entre los candidatos, en su mayoría desconocidos o sin liderazgo en sus localidades.
La Organización de Estados Americanos (OEA) acompaña los comicios por invitación del gobierno con una misión de 60 observadores bajo el mando del uruguayo Wilfredo Penco.
Pese a la poca vistosidad de esta contienda la violencia se manifestó en algunos municipios: el caso más reciente fue el ataque el pasado lunes a la sede de la autoridad electoral en San Dionisio (norte) por simpatizantes del derechista Partido Liberal Constitucionalista.
-Ortega con dados cargados-
El presidente Daniel Ortega «no está compitiendo, no está arriesgando el poder que ha venido acaparando. Lo único que vamos a ver el 5 de noviembre es cuál va a ser la decisión de Ortega, no la decisión del pueblo de Nicaragua», dijo a la AFP la dirigente del opositor Frente Amplio por la Democracia (FAD), Violeta Granera.
«Todo está consumado, lo único que falta es (saber) cuáles van a ser las asignaciones de Ortega a los partidos que están participando (…) Estamos seguros que no va a repartir ni las cabeceras departamentales ni aquellas alcaldías que tengan mayores recursos o que tengan un liderazgo que puedan hacerle contrapeso», apuntó Granera, cuya agrupación, integrada por derechistas y disidentes sandinistas, no participará en los comicios.
En la campaña aparecieron promesas tan irreales como locas de parte de los candidatos a la silla edilicia de la capital: desde detener la aprobación de la Nica Act -una ley impulsada por congresistas de Estados Unidos para sancionar al régimen de Ortega- o llenar de árboles la ciudad.
El candidato por Alianza por la República (APRE-derecha), el periodista Ariel Montoya, puso un toque de hilaridad a la mustia campaña electoral con sus promesas de congelar el lago Xolotlán para controlar los mosquitos, hacer desfilar a 400 elefantes por la ciudad, fumigar a los zancudos de todas las especies y limpiar a Managua de alimañas y sabandijas, en alusión a la clase política.
En declaraciones a la AFP, Montoya defendió sus «locas» propuestas con una frase: «soy poeta», y argumentó que «la imaginación es parte de la búsqueda del poder»: «Carlos Marx ofreció panes y rosas para todos los niños del mundo, y el comunismo solo trajo éxodo, dolor y muerte».
«Yo ando diciendo que voy a congelar el lago (Xolotlán) y es más factible que los que andan diciendo que van a pavimentar la ciudad», concluyó.