Akira, ¿un manga profético sobre Tokio-2020?

Un cartel indica la cuenta atrás de los días antes de los Juegos Olímpicos de Tokio-2020. Al lado, un grafiti: «Anúlenlos». Pareciendo hoy casi real, esta escena ha reforzado todavía más la fascinación ejercida por Akira, el manga culto del que salió.

Creado por Katsuhiro Otomo, Akira fue primero publicado en fascículos en Japón entre 1982 y 1990. La obra fue condensada en 1988 en un film de animación (anime) del mismo nombre, que le dio una popularidad mundial.

La acción se desarrolla en 2019 en una siniestra megalópolis llamada «Nueva Tokio», construida cerca de la antigua capital, borrada del mapa por una misteriosa explosión en diciembre de 1982, que desencadenó la Tercera Guerra Mundial.

El relato gira alrededor de Tetsuo, miembro de una banda de jóvenes delincuentes, que va en moto, y cuya vida cambiará cuando toma conocimiento de sus poderes psíquicos ultrapoderosos, codiciados también por el ejército.

«El universo de Akira se resume en una palabra: cyberpunk. Un mundo futurista, con tecnología evolucionada, pero con un foso enorme entre ricos y pueblo bajo», comenta Matthieu Pinon, especialista francés de manga y de la animación japonesa, interrogado por la AFP.

Sin ser un elemento central, los Juegos Olímpicos aparecen en varias ocasiones en esta obra resueltamente «antisistema», y presentan similitudes asombrosas con los verdaderos Juegos de Tokio-2020, ahora aplazados a 2021.

Coincidencias preocupantes

No solo los Juegos en Akira debían disputarse en Tokio en 2020, sino que «el relato se desarrolla de una manera que sugiere que su anulación o aplazamiento parece inevitable», observa Kaichiro Morikawa, especialista de la cultura pop japonesa de la universidad Meiji en Tokio.

El gobierno nipón llamó a Tokio-2020 los «Juegos de la reconstrucción», para testificar el regreso al primer plano del país tras la tragedia del seísmo y del tsunami de 2011, que provocaron la catástrofe nuclear de Fukushima.

En Akira, también, «se puede imaginar que los Juegos Olímpicos buscan (por parte de las autoridades) reencontrar una especie de grandeza tras la destrucción», estima el especialista de cómics, Patrick Gaumer, interrogado por la AFP.

El estadio olímpico en la ficción es de este modo construido en el sitio de la «ciudad vieja» devastada de Tokio, cerca del cráter dejado por el misterioso cataclismo de 1982, alusión transparente a las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, añade Gaumer.

Pero estas últimas semanas, es sobre todo la imagen de la cuenta atrás de los Juegos con el mensaje de protesta «Anúlenlos» la que se ha hecho viral en las redes sociales, a medida que la pandemia de coronavirus hacía cada vez más improbable la celebración de los verdaderos Juegos de Tokio-2020, hasta forzar su aplazamiento.

Regreso al futuro

Otra similitud asombrosa con la realidad: en la edición original del manga en japonés, una doble página de transición entre dos volúmenes presenta falsos artículos de prensa de fondo. «La OMS critica las medidas tomadas contra el virus», titula uno de ellos.

Sin embargo, ese detalle está fuera de la intriga en el guion, que «hay que verlo como un elemento que se añade al ambiente, nada más», según Pinon.

Akira, ¿obra profética? En realidad, se trata «más bien de una reinterpretación del pasado reciente» de Japón, de posguerra, «proyectado en un futuro próximo de ficción», explica el investigador Kaichiro Morikawa.

Los hechos más significativos de nuestra época, en la que creció el autor Katsuhiro Otomo (nacido en 1954), se encuentran mezclados: los Juegos de  Tokio-1964, que marcaron la renovación del país tras la Segunda Guerra Mundial y el traumatismo de las bombas atómicas, además de «las manifestaciones estudiantiles y sindicales de 1968, el autoritarismo del gobierno de la época, el urbanismo frenético de Tokio», enumera Matthieu Pinon.

Al tratarse de curiosas coincidencias de Akira con la actualidad de los Juegos de  Tokio-2020, «todo lo que puedo decir, es que una similitud de este tipo añade una extraña sensación de realidad a la lectura de lo que era ya una obra maestra», concluye Morikawa.

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