Cuando contrajo la malaria y el tifus, el sastre togolés Ayawo Hievi pensó que con la ingesta de medicamentos prescritos por su médico iba a mejorar rápidamente. Pero lejos de curarle, la medicación que le dieron en la clínica empeoró su estado y acabó perdiendo un riñón. Eran medicamentos falsificados.
«Tras cuatro días tomando los medicamentos, no solo no hubo mejoría, sino que empecé a sufrir dolores de barriga», dice a la AFP Hievi, de 52 años. Dos semanas después de iniciado el tratamiento no podía caminar y acabó en urgencias del hospital universitario de Lomé, la capital togoleña.
«Los médicos me dijeron que mis riñones habían resultado dañados. La quinina y los antibióticos para tratarme estaban adulterados». Ahora, cuatro años después, tiene que someterse a diálisis regularmente.
La historia de Hievi está lejos de ser aislada en un continente inundado por remedios falsificados.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año, unas 100,000 personas mueren en el continente africano por tomar medicamentos «falsificados o que no cumplen estándares mínimos».
La Sociedad Estadounidense de Medicina Tropical e Higiene estimó en 2015 que unos 122,000 menores de cinco años mueren por la mala calidad de los medicamentos contra la malaria en el África Subsahariana.
Legislación deficiente, sistemas sanitarios precarios y pobreza generalizada han facilitado el crecimiento de este mercado paralelo y letal. Desde 2013, África responde por el 42% de los medicamentos adulterados incautados en el mundo.
Los dos medicamentos más afectados por esta industria de la falsificación son los antibióticos y los antimalaria, dicen los expertos. Y los medicamentos fraudulentos no solo suponen un riesgo para el paciente, también juegan un papel preocupante en generación de resistencia a medicaciones vitales.
«Difícil de seguir»
En un intento de hacer frente a este flagelo, los presidentes de siete países –República de Congo, Gambia, Ghana, Níger, Senegal, Togo y Uganda — se reúnen en Lomé el viernes para firmar un acuerdo que permitirá castigar el tráfico de medicamentos fraudulentos.
El objetivo es fomentar la cooperación entre gobiernos y animar a otros países africanos a sumarse a la campaña. Pero la tarea de poner fin a esta avalancha de medicamentos falsificados parece imposible. Se expenden en cualquier mercado del África occidental.
Los que se ofrecen en las calles suelen costar una fracción del precio en farmacia, donde los controles son más estrictos y el suministro suele proceder de canales oficiales.
«Es muy difícil saber de dónde proceden los medicamentos falsificados», dice Innocent Kounde Kpeto, presidente de la asociación de farmacéuticos de Togo.
«Los países mencionados en las cajas no suelen ser los países de origen o fabricación» dice, antes de agregar que «los fabricantes esconden las pistas para no ser identificados».
Se estima que entre el 30% y el 60% de los medicamentos que se venden en África son falsos y Kpeto asegura que la mayoría proceden de China o India. Los esfuerzos para contener este torrente de falsificaciones han surtido algún efecto.
Algunos centros de tráfico han sido desmantelados, como el mercado de Adjegounle, en Cotonou, que servía de puerta de entrada para medicamentos falsos con dirección a Nigeria.
A mediados de noviembre, la policía de Costa de Marfil se incautó de 200 toneladas en Abidyán y detuvo a cuatro sospechosos, incluido un chino.
Togo es uno de los países pioneros en tratar de contener este flagelo.
Cambió la ley en 2015 y los traficantes pueden pasarse 20 años en la cárcel y pagar de hasta 85,000 dólares.
En julio pasado, las autoridades quemaron 67 toneladas de medicamentos falsificados.
Pese a estos logros recientes, la gente en la industria como Kpeto insisten en que la amenza es grande porque se trata de «redes criminales altamente organizadas». Las traficantes pueden sacar un beneficio de hasta 500,000 dólares con una inversión de 1,000, sostiene.
El contrabando de medicamentos falsificados es similar al de armas o drogas.
‘Morir para nada’
Nigeria, el país africano más poblado con un mercado de 200 millones de personas, es el principal destino en el continente de medicamentos falsificados y una muestra de las dificultades a las que se enfrentan las autoridades.
En septiembre de 2016, la Organización Mundial de Aduanas confiscó decenas de millones de pastillas y medicamentos falsificados en 18 puertos en África: el 35% estaban destinadas a Nigeria.
La competencia entre traficantes es feroz y la agencia oficial destinada a combatir el problema esta lacra está sobrepasada.
En un intento de mejorar la situación, Vivian Nwakah, fundó en 2017 la empresa Medsaf y consiguió 1.4 millones de dólares para ayudar a los nigerianos a seguir el recorrido de la medicación desde el fabricante hasta el paciente.
«El país carece de una red de distribución centralizada y segura», aduce.
Como resultado, medicamentos falsos o de mala calidad no solo ha invadido los mercados sino también las farmacias y los hospitales, tanto públicos como privados.
Medsaf trabaja para garantizar el control de calidad de miles de productos de más de 130 hospitales y farmacias en Nigeria. Y espera expandirse a Nigeria, Costa de Marfil y Senegal.
La compañía utiliza tecnología, informática y análisis para monitorear el movimiento de medicamentos y verificar su número oficial de registro, las fechas de expiración y las condiciones de almacenamiento.
«La tecnología que utilizamos puede resolver la mayoría de los aspectos relacionados con la falsificación de medicamentos», dice Nwakah. «La gente muere para nada. Podemos cambiarlo».