Por Crispino Picón Rojas
Tienen algunas similitudes los reconocidos y respetados AA, con estos otros, identificados con las mismas siglas, pero se trata de personas totalmente diferentes. Si bien ambos se paran ante pequeños grupos a dar su testimonio, los primeros son más auténticos y hacen promesas que tratarán de cumplir a toda costa. Los segundos, son candidatos que saben que pueden ofrecer el cielo y la tierra, porque finalmente ni llegarán al cargo que aspiran.
Esos ¡Aspirantes Anónimos! surgen cada cuatro años y solamente unos pocos mantienen algún grado de vigencia entre la partidocracia. A veces son utilizados simplemente para que los partidos más pequeños sobrevivan a los procesos electorales, en donde lo que manda es Don Dinero.
Una vez al mes, nos juntamos a tomar algún trago, mientras jugamos dominó, con La Red de meseros-corresponsales –los que me pasan los chismes–, y esta vez el tema fue el de los ¡Aspirantes Anónimos! o los ilusos chiquitolinos, como alguien los llamó. Hicimos, pues, un recuento de todas las elecciones, con algunas anécdotas interesantes y hasta simpáticas.
De esa plática llegué a la conclusión de que la elección más seria fue la primera, la de 1985, cuando se presentaron en las papeletas solamente 8 candidatos presidenciales.
Todos eran chuchos conocidos, apaleados de la política, aunque tres de ellos, Alejandro Maldonado (PNR), Lionel Sisniega Otero (PUA) y Mario Solórzano Martínez (PSD), quedaron muy lejos -en las votaciones- de Mario David García (CAN), Mario Sandoval Alarcón (MLN), Jorge Serrano (MAS), Jorge Carpio (UCN) y Vinicio Cerezo (DC). No hubo ¡Aspirantes Anónimos!, pero, ¡ojo!, miren que ninguno de los partidos que participaron en aquella contienda política existe hoy, porque la UCN de Carpio, de aquel entonces, no es la misma que la actual.
1990 marcó el surgimiento de los primeros ¡Aspirantes Anónimos! Nos costó recordar candidatos como Jorge Antonio Reyna Castillo, a quien mis colegas meseros, que, por cierto, tienen mucho kilometraje en restaurantes de primera, ni siquiera dicen haber conocido. Otros honorables AA de la política en aquella campaña fueron Leonel Hernández Cardona, José Ramón Fernández y José Ángel Lee.
Este último el más conocido, no así popular. Con todos ellos barrieron los demás candidatos. Ninguno llegó al 3% de los votos. Aunque conocido, en el mismo pelotón de chiquitolinos se metió René de León Schlotter, exdemócrata cristiano.
Entre las anécdotas simpáticas, se recuerda que en un anuncio se veía a Fernández como si tuviera un moco en la nariz, razón por la que algunos le llamaron Pepe moco.
Llegó 1995, con su marca de 19 candidatos presidenciales, la mayoría de ellos verdaderos ¡Aspirantes Anónimos! Catorce se quedaron sin llegar al 4% de los votos. Se impusieron marcas que han quedado registradas para la historia. Por ejemplo, la de Carlos González Quezada, un buen exdiputado constitucionalista, que hasta la fecha ostenta el récord de menos votos en una elección: 2.133.
Ese año, el color lo puso Flor de María de Solís, una señora que, como tarjeta de presentación, mostraba fotos que ella se tomaba con personajes internacionales, quienes luego decían que ni la conocían.
La pobrecita de Solís, se presentaba como la primera mujer candidata, pero era una perfecta ¡Aspirante Anónima! Un repitente, con más pena que gloria, era Sisniega Otero, que tuvo esta vez menos votos que la anterior.
Hubo nombres que pueden ser incluidos en una trivia de desconocidos, como Monchis Godoy Gómez –nadie supo decir ni quién es o ha sido–, o Carlos Morales Villatoro. Otros eran conocidos por las noticias, pero desconocidos para la sociedad. Ah, mis alegres AA de la política. ¿Ilusos o baboseados?
1999 fue otro año de alegres elecciones y múltiples AA políticos.
Entre 11 candidatos, 8 eran desconocidos o no gustaron a los electores, pues tuvieron votaciones muy pobres, pero se llevaron las palmas estos ¡Aspirantes Anónimos!, que ya ni se recuerdan: Emilio Eva Saldívar, Carlos Humberto Pérez, Danilo Roca y José Enrique Asturias. La señora de Solís tuvo su votación más baja –menos ya no se podía–. Acisclo Valladares lo intentó por segunda vez, pero en vez de mejorar, perdió votos y quedó en el pelotón de los AA políticos.
Pero la lista sigue, y 11 candidatos saltaron a la palestra en el 2003. De ellos, hubo 7 AA políticos que no alcanzaron ni el cuatro por ciento de los votos; pero las palmas se las llevaron Manuel Conde y Francisco Arredondo, que no tuvieron ni 15.000 votos.
Si no se conoce la historia, estamos condenados a repetirla. En el 2007, de nuevo hubo destacados AA políticos, entre ellos Vinicio Cerezo Blandón, que se llevó las palmas. Una cosa es ser hijo de papi, pero otra ser candidato serio. La izquierda no encuentra un presidenciable con posibilidades, contentándose siempre con ¡Aspirantes Anónimos!, como Pablo Monsanto y Miguel Ángel Sandoval. Por cierto, este último reincidente este año.
El 2011 nos dejó nuevos ¡Aspirantes Anónimos!, dos mujeres: Patricia Arzú y Adela Torrebiarte, quienes fueron sorprendidas en una entrevista divertida que realizó sobre temas culturales e históricos una radio. Bueno, para ser presidente no se piden conocimientos de todo, habrán pensado.
Entre los AA políticos reincidentes, los destacados han sido, además de Sandoval, Manuel Conde, Francisco Arredondo y la célebre más ignorada, Flor de María de Solís.
¿Quiénes de los 14 inscritos en este momento serán parte de esta galería de ¡Aspirantes Anónimos!? Falta poco tiempo para tener la respuesta.