Enfoque por Gonzalo Marroquín Godoy
Guatemala atraviesa por un momento complejo, lleno de peligros, aunque también de oportunidades. Se ha destapado una auténtica Caja de Pandora que muestra los muchos males que la sociedad guatemalteca venía padeciendo, producto del fracaso de un sistema político que, al amparo de la impunidad, llegó a convertirse en corrupto e ineficiente.
Al igual que en la famosa leyenda de la mitología griega, abrir esa caja ha significado enfrentar las consecuencias. Sin embargo, a diferencia de lo que Pandora tenía que hacer —no abrirla jamás—, en el caso de la nuestra, era imperativo abrirla, porque se había convertido en una obligación enfrentar a todos los demonios y poderes ocultos que han mantenido al país sumido en el subdesarrollo socioeconómico.
Fue de tal impacto el destape del caso La Línea y los otros que se dieron el año pasado, que fueron vistos a nivel mundial como algo insólito y ejemplar: dos exgobernantes, exministros y los más altos funcionarios —IGSS, SAT, Banguat, diputados y más— detenidos y sometidos a procesos judiciales, en un país en donde la justicia no funcionaba y más bien era comparsa de poderes oscuros.
Ya aquellos casos parecían un logro gigantesco. Pero faltaba mucho por verse. Los recientes casos de la Cooptación del Estado y la Coperacha han mostrado en detalle el nivel de podredumbre alcanzado por ese ineficiente sistema político. Basta con detenerse un minuto a meditar sobre lo que le espera al país si no se detiene toda esa corrupción, para comprender que no hacerlo, es condenarnos a vivir en una permanente caída con las peores consecuencias: mayor pobreza y subdesarrollo permanente, en medio de sucesivas crisis sociales.
El problema es que la solución no está a la vista aún. Apenas se han producido capturas y los procesos judiciales avanzan lentamente por un camino lleno de trampas y espinas, colocadas principalmente por esas fuerzas ocultas que intentan revertir los procesos y hacer quedar mal a los protagonistas de este intento por cambiar el rumbo del país.
De eso se trata la confabulación, plagada de campañas negras de desprestigio, desinformación, ataques y búsqueda de una confrontación ideológica. Es una CONSPIRACIÓN que pretende detener el curso que se intenta dar a la justicia y que la impunidad vuelva a imperar. Por supuesto que el fin es preservar el statu quo —político, judicial, económico y social— y evitar que el país tome otra dirección.
Como puede verse, es un momento complejo y peligroso. Por eso es que los dos personajes que más han destacado en este escenario creado, la fiscal general, Thelma Aldana y el comisionado de CICIG, Iván Velásquez, deben ser ahora más cautos, cuidadosos de los detalles y actuar con sabiduría y humildad. Su tarea de rescate nacional ha sido tan valiosa, valiente y trascendental, que no se debe arriesgar y mucho menos perder.
Hay que recordar que vivimos en un país en donde la forma casi siempre termina siendo más importante que el fondo. Y el caso es que quienes no pueden defender el fondo, intentarán a toda costa alborotar la forma y aprovecharán cualquier circunstancia o error para enfocar sus ataques.
Nunca antes se había tocado la corrupción y la impunidad en los niveles que ahora se ha hecho. Por eso era imposible que se pudiera pensar en un cambio. La clase política mantenía su perverso sistema, controlaba los tres poderes del Estado en medio de un círculo mafioso que se alimenta y renueva cada cuatro años, muchas veces con la participación externa de esos personajes que ahora ven peligrar sus intereses.
El destape de esa Caja de Pandora ha sido de tal magnitud, que les está obligando a tener que dar la cara —voluntaria o forzadamente—, como ha sido el caso del magnate de la televisión Ángel González, quien ha puesto sus medios de comunicación al servicio de esta conspiración, pero son muchos los que se están sumando y otros piensan cómo hacerlo.
La estrategia se ha enfocado por ahora en el descrédito de los procesos, de la Fiscal General y el Comisionado, así como de periodistas de verdad independientes —porque algunos aprovechan la confusión para aparentar serlo—. Se busca desacreditar también a los colaboradores eficaces, poner tachas a la forma en que se llevan los procesos, y generar dudas sobre la información que ha fluido, todo ello con miras a que más adelante jueces y magistrados que han pactado con la clase política no tengan temor para revertir resoluciones o hasta sentencias.
En río revuelto, ganancia de pescadores, dice el refrán. Eso es lo que tratan de provocar. Que ese río que fluye en búsqueda del mar de la justicia, se vea revuelto, enturbiado y permita a los pescadores de la corrupción y la impunidad sacar la ganancia que por ahora se escurre de sus manos.
Pero como el objetivo claro es que se quiere ganar esta batalla, es importante que tanto Aldana como Velásquez piensen bien cada paso. Que no retrocedan, pero que avancen con sabiduría y estrategia clara. Lo que no podemos perder los guatemaltecos es esta maravillosa oportunidad. Ya veremos más adelante cómo salir de tanto embrollo. Por ahora, hay que estrechar filas y saber discernir quiénes son los que forman parte de esas fuerzas ocultas que tanto daño han hecho al país. No es difícil en algunos casos, pero otros siguen con las máscaras puestas.
Se pretende crear tal confusión en la opinión pública, que se reste credibilidad al MP y la CICIG, con el fin de buscar que se revierta el avance que ha tenido la justicia frente a la corrupción y la impunidad.