Nueva protesta independentista mantiene Barcelona en tensión

Miles de independentistas se manifestaban este sábado en un ambiente tenso en Barcelona, escenario de fuertes disturbios desde que fueran condenados a cárcel el lunes nueve líderes separatistas por la tentativa de secesión de Cataluña de 2017.

En la misma zona del centro de la turística ciudad española escenario de hechos violentos la noche del viernes, las personas se concentraban convocadas por la izquierda radical independentista y otros colectivos del movimiento.

Repudiando la condena a sus líderes pero también la «represión» de los cuerpos de seguridad, algunas personas gritaban «somos gente de paz» y «fuera las fuerzas de ocupación», en referencia a la policía, que resguardaba la zona con gran cantidad de agentes y furgones.

«Para mí no es violencia (los choques con la policía), es autodefensa, he salido a las calles cada día desde el lunes», dijo a la AFP un joven de 20 años, que se definió como antifascista y declinó dar su nombre.

Después de cinco días de protestas, con casi 600 heridos, la región teme que se desaten hechos de violencia como los ocurridas desde la noche del martes, con escenas de guerrilla urbana y duros choques entre manifestantes radicales con la cara tapada y los agentes antimotines.

«Hago un llamado a que esta convocatoria se realice de forma cívica, pacífica», declaró el responsable regional de Interior, el independentista Miquel Buch.

A menos de un mes de las elecciones legislativas del 10 de noviembre, esta ola de protestas pone en aprietos al gobierno español del socialista Pedro Sánchez que, entre críticas de inacción de la oposición, envió a Cataluña a su ministo del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

«Flaco favor» al independentismo

El viernes en la noche durante horas, miles de manifestantes montaron barricadas ardiendo y lanzaron objetos contra un escaso cordón de policías. Los agentes terminaron empleando balas de goma y espuma, botes de gases lacrimógenos y un camión lanza agua.

Los enfrentamientos se expandieron después por gran parte del centro de la ciudad, con barricadas ardiendo en muchas esquinas.

Nacida de la frustración de parte de la base independentista, dos años después de la tentativa de secesión de Cataluña de 2017, la violencia marca un punto de inflexión para el movimiento separatista que se jactaba de su naturaleza pacífica.

Los disturbios comenzaron el lunes, cuando el Tribunal Supremo condenó a nueve líderes independentistas a penas de hasta 13 años de cárcel por su papel en aquel fracasado intento de secesión.

Ese día se produjeron incidentes en el aeropuerto de El Prat, parcialmente bloqueado por los separatistas, y en las noches siguientes los disturbios se desplazaron al centro de Barcelona.

Casi 600 personas requirieron atención médica a lo largo de estos días, 19 de ellos hospitalizados todavía, según fuentes sanitarias, y el ministro del Interior informó de más de 300 detenidos desde el lunes, nueve de ellos en prisión provisional.

«Virulencia extrema»

«Los agentes coinciden en resaltar la extrema virulencia de los grupos independentistas radicales que están actuando estos días», dijo Grande-Marlaska desde Barcelona.

Ante las críticas a los supuestos excesos de los agentes en su actuación, formuladas también desde el gobierno independentista catalán, el ministro afirmó que los policías «actúan con proporcionalidad (…) ante ataques indiscriminados con riesgo evidente a su integridad física».

Los fuertes disturbios de la noche del viernes contrastaron con la jornada en la que los separatistas celebraron una huelga general que detuvo parcialmente la región y organizaron una masiva marcha de 525.000 personas.

«Esto no puede seguir así. Barcelona no se lo merece», dijo este sábado la alcaldesa de esta ciudad, la izquierdista Ada Colau, reclamando diálogo para resolver el problema de fondo en esta región dividida sobre la cuestión de la independencia.

El presidente regional, el independentista Quim Torra, pidió «responsabilidad» en las próximas convocatorias y reclamó al ejecutivo de Sánchez «negociación sin condiciones» para resolver el conflicto. «Hoy es más urgente que nunca», dijo.

Presionado por la derecha, el gobierno español le exigió una condena rotunda de la violencia ante la ambigüedad de sus declaraciones al respecto.

En ambiente preelectoral para noviembre, el líder de la oposición, el conservador Pablo Casado, aseguró que su «Partido Popular será el dique de contención frente al desafío separatista» y pidió medidas más contundentes ante la violencia.

«No estamos desbordados, el Estado no está desbordado», insistió Grande-Marlaska.

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