Todo principio cuesta, reza el refrán y así lo pueden confirmar empresarios, investigadores, científicos, atletas o cualquier persona emprendedora. En la tarea de gobernar un país sucede lo mismo, pero con la complejidad y magnitud que tiene dirigir una nación. En el caso de Guatemala, hay que tomar en cuenta varios factores que influyen en los resultados de cualquier arranque: problemática socioeconómica, crisis política, gigantesca corrupción e impunidad, sin olvidar a una sociedad dividida y hasta confrontada. Un escenario bien complicado.
Al presidente Jimmy Morales le ha sucedido como a un atleta de fondo que principia y se tropieza en la salida, en parte porque no tuvo una preparación adecuada –hay que recordar que no se aprovechó el famoso proceso de transición y se desperdiciaron dos meses y medio valiosos– y porque sus características tampoco son las ideales.
No se ignoran las debilidades del mandatario y su partido político –en Crónica publicamos hace tres semanas un FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas) de Morales–. Es claro que la tarea de gobernar no será para nada fácil, y así se ha comprobado en las primeras de cambio. No es lo mismo un discurso de campaña que una conferencia de prensa ni promesas en una tarima o en un evento que encontrar soluciones y poner en marcha los engranajes para que funcionen.
En las redes sociales hubo críticas a los medios que señalamos en su momento la necesidad de que el presidente –entonces electo– Jimmy Morales integrara su equipo de trabajo y tuviera una participación activa y dinámica en la transición, con el fin de llegar con la mayor preparación al 14 de enero. Lamentablemente no ocurrió así, y todos sus funcionarios han tenido salidas tan atropelladas como la suya, aunque quizás menos publicitadas.
Sin embargo, se sabe que ya lo pasado ha quedado atrás y que ahora hay que ver para adelante. Lo que al final de cuentas quedará para la historia no es lo que ha pasado en estas primeras tres semanas, sino más bien lo que sucederá en las próximas 205, hasta el 14 de enero de 2020.
Eso sí, lo importante ahora es que el aprendizaje sea pronto, porque el problema de Morales es que no puede perder popularidad tan aceleradamente, porque al fin y al cabo ese sigue siendo su mayor activo. Además, el desgaste que sufren los gobiernos difícilmente se recupera, salvo cuando hay estrategias muy inteligentes o coyunturas que se aprovechan en toda su magnitud.
Para mantener y hasta fortalecer su credibilidad y popularidad, el Gobierno tiene que dar muestras de lo que es capaz. El tiempo juega en su contra, pero las carencias del país son tan grandes que acciones puntuales o urgentes, bien ejecutadas y con resultados inmediatos, pueden contribuir a que más adelante se enfrenten con mayor posibilidad de éxito aquellas que son importantes y trascendentes.
La credibilidad es un activo que abre muchas puertas y facilita logros. En la medida en que se desgasta y/o pierde, las posibilidades de éxitos se ven reducidas.
No se trata de hacer críticas al gobernante o al Gobierno, sino de recomendar en este momento que se ponga atención a cada paso que se da y se haga evidente la intención de tener una gestión absolutamente transparente. Es necesario que el aprendizaje para gobernar sea acelerado y que muera el candidato para dar paso al presidente.
Una buen moraleja de estas primeras semanas es que la tarea no es fácil, que el arranque ha sido difícil y hasta torpe, pero que en el tiempo que hay por delante, con capacidad, buena intención y acciones –no solamente discursos–, se puede enderezar el rumbo y tomar el camino largo que hay por delante con mayores posibilidades de llegar a la meta y obtener los resultados que el país merece y necesita.