Moda y política. Leyendo estos términos, lo primero que le viene a la mente a uno es que son términos opuestos, que nada tienen que ver. Y en efecto así fue y ha sido por siglos, eran términos simplemente inconexos.
Pero todo cambia en este siglo XXI, donde la revolución tecnológica ha cambiado y va a cambiar todo. Y cuando digo todo, hablo entre otros temas de la moda, y de los temas que después del amor más interesan a la humanidad, el poder y la política.
En estos momentos de convulsión política a nivel local e internacional, donde la corrupción rampa generalizada, extendida y ampliada, debido, entre otras razones, a la debilidad de concepción de las instituciones nacionales e internacionales; cuando se transfiere el uso de los recursos de aquellos que los crean hacia aquellos que los malgastan y apropian; es conveniente y necesario analizar las armas de mercadeo que los líderes políticos y partidos políticos usan para atraer los votos de sus ciudadanos.
Conveniente porque el descubrimiento de dicha perspectiva nos permitirá analizar mejor los mensajes verdaderamente reales e intencionales que en campaña electoral o durante un gobierno los partidos y líderes lanzan, diferenciándolos sobre lo que es solo una mera propaganda para ganar votos y simpatías.
Necesario porque el conocer dichas armas nos permitirá poder usar las mismas para una posible estrategia política futura que podamos estar obligados a comprender o incluso a desarrollar en la arena gubernamental (si caemos en la tentación de entrar en los juegos de política).
Cayendo al terreno que a casi todos nos gusta, atrae, o simplemente nos llama la atención, que son los juegos de poder políticos, tan divulgados ahora por series como las que muchos ven en Netflix, hace falta así encontrar una guía adecuada para ejecutar una estrategia política que adquiera el valor ante los ciudadanos de un producto de moda, que es en lo que se ha convertido la política en este siglo XXI, donde prima la imagen sobre la estrategia, el sentimiento sobre el ideal, el eslogan sobre la disertación lógica; en definitiva, el populismo ciudadano, mediático y digital sobre los principios y valores.
Nuestro objetivo debe ser poder defender ideales correctos de libertad política y económica con las armas mediáticas del siglo XXI, donde conceptos desarrollados en otras industrias (como por ejemplo las del mundo de la moda y mercadeo) o tiempos (por ejemplo el concepto de propaganda usado antes, durante o posteriormente a la Segunda Guerra Mundial) se usan para vender al ciudadano productos políticos (como por ejemplo el efecto del mercadeo, desde un punto de vista de producto de moda, político, y sobre todo mediático, de la imagen del Che y sus ideales revolucionarios, con su efecto en la conciencia y pensamiento de muchos ciudadanos jóvenes).
El poco uso de estas armas mediáticas que ideologías que trabajan sobre la conciencia de ciudadanos libres y autónomos han realizado; y el por el contrario exitoso y masivo uso que de las mismas han desarrollado pensamientos colectivistas de influencia sobre las masas; están llevando al mundo hacia una situación social, económica y política de grave riesgo.
La llegada de la nueva tecnología, que tantas comodidades nos ha traído, también trae grandes retos y riesgos. El uso del big data, información de millones de usuarios que basado en los sitios que visitan, los artículos que leen, los productos que compran, los post que escriben, sus blogs, su página de Facebook, etcétera, permiten a los usuarios maquiavélicos de la era digital (incluyendo muchos partidos políticos de los países más desarrollados) poder anticipar los pensamientos de la mayoría votante, que les preocupa, les mueve, y sobre todo les hace votar a una opción o a otra. Este hecho que puede ser un arma a favor de la humanidad si se usa correctamente en búsqueda de la felicidad de los ciudadanos con objetivos altruistas y de largo plazo, también puede ser un arma en contra de la misma, si se usa como mero concepto demagógico de corto plazo para ganar meramente elecciones.
Como dice Henry Kissinger en su libro World Order: Las campañas presidenciales están apunto de convertirse en concursos de comunicación entre los mejores operadores de Internet. Lo que antes eran debates intensos y substantivos sobre el contenido e ideales de gobierno, ahora quedará reducido a candidatos como meros portavoces de una campaña de marketing mediante métodos que para una generación anterior, hubiera sido puro debate de ciencia ficción. La función de los candidatos quedará reducida a la recaudación de fondos en vez de elaborar en las cuestiones. ¿Serán así las elecciones políticas unos eventos para transmitir las convicciones de los candidatos, o por el contrario las convicciones expresadas por los candidatos serán solo el reflejo del análisis del Big Data, sobre las preferencias y perjuicios de los votantes?
Lo que dice Kissinger para Estados Unidos puede valer para cualquier candidato o político en cualquier país en el presente y futuro.
Conociendo estas realidades, que para profundizar en ellas se necesitaría más un libro que un solo artículo, como ciudadanos estaremos mejor armados para no ser engañados, manipulados o guiados inconscientemente. Debemos salvaguardar nuestras libertades, como los primeros griegos hicieron con las armas, en aquellos tiempos armas de guerra.
Hoy debemos usar las armas mediáticas para defendernos. Y para aquellos que no tengan ni las ganas, ni el tiempo, ni quizás el interés de leer más de este artículo, y mucho menos leer un libro, les recomiendo que inviten a ver (y vean si tienen el tiempo para verla ustedes mismos) una película mexicana que muestra esta realidad (aunque lógicamente algo exagerada como debe ser una película) en el concepto latinoamericano, usando las armas necesarias y válidas en este siglo XXI, que son las armas mediáticas. La misma se llama La Dictadura Perfecta.
Conociendo al nuevo enemigo de la libertad y hablándolo de tú a tú, solo así, podrá ser destruido. Que la fuerza les acompañe.