Un mural pintado por el artista uruguayo Carlos Páez Vilaró hace casi 60 años en un túnel subterráneo que comunica dos edificios de la Organización de Estados Americanos en Washington fue abierto al público tras permanecer décadas en la sombra.
«Esta obra maestra está a unos metros de la Avenida Constitución, cerca a la Explanada Nacional, un piso bajo tierra», dijo a la AFP el director del Museo de Arte de las Américas (AMA), Pablo Zúñiga.
El artista uruguayo fallecido en 2014 era un viajero incansable, un enamorado de la cultura afro y el candombe que exploró las artes plásticas, el documental y que dejó su marca en el paisaje uruguayo con Casapueblo, su casa-museo-taller, modelada con sus propias manos sobre los acantilados de la localidad de Punta Ballena (este) y que definió como «una escultura habitable».
El impresionante fresco de 160 metros de largo titulado «Raíces de la Paz» -que durante años fue visto solo por funcionarios de la OEA- está ubicado en un largo túnel por donde pasan las canalizaciones para la calefacción y el agua.
«El mural de Carlos Páez Vilaró es un recordatorio magistral para futuras generaciones que luchan por los ideales de paz», dijo a la AFP el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro.
La apertura de la pieza al público coincide con una retrospectiva del artista en el Museo de Arte de las Américas, que pertenece a la OEA, donde se puede ver la evolución de Páez Vilaró, pero también la historia del mural. La exposición estará abierta hasta el 8 de septiembre.
El fresco fue pintado en 1960 después de que el entonces jefe de la División de Artes Visuales de la organización regional, el cubano José Gómez Sicre, le ofreció el espacio para consolarlo por una obra suya que había sido destruida en Montevideo.
Páez Vilaró consiguió en Uruguay que una fábrica de pinturas le donara 400 kilos de óleo y viajó a Washington donde, en apenas un mes y sin cobrar, terminó el mural ayudado por estudiantes de arte de la Universidad de Maryland y de la Escuela Corcoran.
«No era fácil en esa época llegar a Washington, dejar a tu familia por un periodo indeterminado para pintar un mural por el cual ni siquiera te pagaban», resaltó Zúñiga.
En el túnel, los trazos del artista están marcados hasta en las llaves de paso, lo que confiere al lugar un aspecto industrial, donde los perfiles picassianos de Páez Vilaró pintados en colores primarios conviven con las señalizaciones luminosas de «EXIT» del túnel.
Una metáfora de la diplomacia
El mural fue restaurado en 1975 por el propio Páez Vilaró y después volvió a ser retocado por el artista Roberto Arce en 2002. Este año la obra fue nuevamente restaurada, esta vez para evitar que el agua la erosione.
«El hecho de que el restaurador firme la pieza, no es muy habitual», destacó Zúñiga.
Desde que el mural fue abierto, Zúñiga relata que la principal reacción del público al visitar la obra es preguntarse cómo algo tan grande pudo pasar desapercibido tanto tiempo y también por qué pintaron algo que nadie podía ver.
«La respuesta es que es un símbolo de la diplomacia y del artista como un embajador no solo de Uruguay sino de las Américas», dijo Zúñiga, para quien el mural es «un mensaje espiritual».
«Estamos bajo la tierra, bajo el lugar donde se están reuniendo los embajadores. Él le está dando una fuente de inspiración», explicó.
Zúñiga dijo que el hecho de que el mural esté en una superficie tan volátil hace que sea un poco como un castillo de arena. «Sabes que tienes que seguir, aunque (después) vengan las olas» y lo arrastren.
«Eso es una metáfora de la diplomacia pública y de las discusiones que tienen lugar arriba, parece que se estuvieran repitiendo una y otra vez a lo largo de los años, pero lo que hacen es mantener la diplomacia viva como un instrumento de la paz», concluyó.