Gonzalo Marroquín Godoy
Cuando Pedro de Alvarado inicia la conquista de Guatemala en el año 1524, llega con una fuerza militar compuesta por españoles e indios traídos de México. Después de las primeras batallas contra el aguerrido pueblo k’iche’, se percata de las divisiones entre pueblos mayas y aprovecha esa situación para nutrir su ejército.
Eso facilitó aquella conquista y permite que los españoles tomen el control de todo el territorio ocupado por pueblos mayas. Algunos historiadores destacan aquel momento como algo crucial para que se forjara una característica en la sociedad guatemalteca: la división.
No son pocos los grupos y políticos que tratan de provocar división entre la ciudadanía para llevar agua a su molino.
Por supuesto que no hay ninguna sociedad que no muestre diferentes tipos y niveles de división, pero también es evidente que los guatemaltecos nos hemos desarrollado no solo arrastrando esas divisiones –muchas veces alimentadas–, sino que se ha sumado una notoria desconfianza en casi todos los niveles socioeconómicos.
La historia más reciente nos dice también que tras la Revolución de Octubre del 44, Guatemala se vio inmersa en la llamada guerra fría, que aumentó no solo las divisiones entre la sociedad, sino que, además, el conflicto armado las ahondó profundamente.
Partiendo de esta realidad, no extraña lo que estamos viendo, aunque si es lamentable. El refrán popular dice textualmente: A río revuelto, ganancia de pescadores. Este se utiliza comúnmente para señalar que una situación agitada –o revuelta– la aprovechan los oportunistas, que esperan sacar provecho de ella. Aplica para lo que hizo Alvarado, lo que hicieron los próceres de la independencia y explica muchos de los acontecimientos que el país ha vivido. En este momento, en que hay una agitación política –revoltijo es más preciso–, pues hay que ver lo que está sucediendo.
No es fácil unificar a una sociedad tan dividida como la nuestra. Por eso, cuando en 2015 miles y miles de personas dejan por un lado las diferencias ideológicas, de clase, religión o género –factores que causan fricción y hasta confrontación–, para protestar contra la corrupción, la impunidad y la obsoleta clase política, se dio un ejemplo que provocó –incluso– comentarios positivos a nivel internacional.
Pero este año ha sido propicio para que fuerzas interesadas –por supuesto oscurantistas–, promovieran un retorno a la división. Hay otro sabio refrán popular que dice: Divide y vencerás, y este también aplica a nuestra actualidad.
Se han vendido falacias –mentiras, engaños– en la mente de muchas personas, como que estar a favor de la CICIG y el MP es ser de izquierda. También que el presidente Jimmy Morales es una víctima de una persecución injusta y que él y su querido adalid, Álvaro Arzú, representan la dignidad nacional. ¡Nada más falso!.
Lo primero, ya lo he comentado, no tiene sustento más allá que el argumento de que no se hace nada contra Sandra Torres, aunque su partido sea uno de los más señalados e investigados por los entes fiscales por financiamiento electoral ilícito, y lo mismo pasa con el Presidente y el Alcalde, ambos señalados por ese delito, aunque se escudan detrás de su inmunidad para no enfrentar la justicia y aclarar su situación… si realmente no lo hubieran cometido.
Hay también intereses de otro tipo. Las grandes constructoras y los ganaderos son ejemplo del interés económico. Otros, los corruptos no quieren pasar demasiado tiempo en la cárcel y así, cada grupo mete sus manos para enturbiar el agua y revolverla más.
La suerte para todos estos grupos que disfrutan provocando división, es que no hay liderazgos fuertes en el país para encausar un movimiento ciudadano auténtico sin intereses particulares, como aquel de 2015.
Aunque no comparto el optimismo de algunos analistas que dicen que es el movimiento ciudadano el que pondrá orden en el país, si es algo que deseo profundamente, porque hace falta el grito y la fuerza de algo así para superar esta crisis que nos agobia.