Gonzalo Marroquín Godoy
Desde que diversos grupos salieron con señalamientos ideológicos contra Iván Velásquez y Thelma Aldana, calificándolos de izquierdistas, muchas personas vieron en ese –a mi criterio– falso argumento, pretexto para sumarse a un carro que más bien intenta detener la lucha contra la corrupción que con bastante éxito se ha venido librando en Guatemala.
A nivel internacional el trabajo de CICIG se presenta como una modalidad exitosa e interesante para aplicar en otros países, mientras que aquí esos grupos –ahora menos vociferantes, pero igualmente activos– no pueden aceptar que estamos metidos en medio de una cloaca y necesariamente se debe limpiar, o el país continuará a la deriva, sin desarrollo y, por supuesto, sin generar las oportunidades que tanta falta hacen para la mayoría de sus habitantes.
Funes, Ortega, Maduro, Correa y Lula por un lado. Pinochet, Fujimori, Pérez, Flores y Martinelli por el otro: Iguales
Este lunes, estudiantes de la Universidad de Nueva York (NYU) me entrevistaron vía Skype como parte de una investigación que realizan sobre el papel de la CICIG en Guatemala. Me da la impresión que les resulta difícil creer que haya sectores –empresarios, gente seria, académicos y el propio presidente Jimmy Morales–, interesados en detener los avances que esta Comisión Internacional Contra la Impunidad ha logrado y que están a la vista de cualquier, con las centenares de capturas realizadas entre 2015 y 2017.
Este estudio académico tenía identificados como argumentos: a) la supuesta pérdida de soberanía y; b) el tema ideológico.
Sobre lo primero les recordé que la CICIG no vino a entrometerse en nuestros asuntos, pues es un organismo solicitado explícitamente por el Gobierno de Guatemala y el acuerdo con Naciones Unidas fue refrendado en su oportunidad por el Congreso de la República. Así es que no se ha violentado nunca la soberanía nacional. Pero si, es un argumento que muchos esgrimen, sobre todo, para sorprender a los incautos que poco saben de esos temas, aunque hacen ruido en las redes sociales.
Sobre el segundo de los argumentos, les expuse algo que he escrito en el pasado. Si el MP y la CICIG, fueran de izquierda, sería difícil que los gobiernos de Donald Trump –derecha empresarial–, Angela Merkel –derecha democratacristiana– o Mariano Rajoy –derecha–, fueran algunos de los países que financian la operación de CICIG.
En una entrevista a Thelma Aldana en Crónica hace ya algunos meses, ella aclaraba que la lucha contra la corrupción no tiene ideologías. Yo lo comparto. Ahora mismo están persiguiendo al ex presidente salvadoreño Mauricio Funes, arropando en Nicaragua por un compinche que igualmente se ha enriquecido: Daniel Ortega. Ambos son de izquierda, pero en la derecha, se le sigue la pista a Ricardo Martinelli, empresario que hizo millonarios negocios turbios en Panamá. De una y otra ideología, tristemente, caen en la tentación de convertirse en millonarios al llegar al poder.
Lo bueno es que son perseguidos y, eventualmente, serán castigados.
Aquí, en cambio, se quiere ir ahora contra corriente. Lo que en todos lados se aplaude y se ve como algo necesario y positivo, aquí se critica, se quiere detener y hasta se intentó expulsar del país a quien se le debiese dar la Orden del Quetzal por los servicios prestado a la Nación.
Claro, a los ex militares no les gusta que les toquen para nada. Lo mismo sucede con los ex funcionarios corruptos y los funcionarios que quieren llenar sus bolsillo aún –lo mismo pasa con los diputados– y qué decir de los alcaldes, que ahora vemos caer poco a poco por corrupción o financiamiento electoral ilícito… ¡que también es corrupción!.
La corrupción tiene que ver con la ética y la moral, no con la ideología. ¡Ah¡ y para los que creen que la UNE no va a caer, solo es cuestión de esperar un poco.