Cuando las crisis políticas de largo aliento están en plena ebullición, fácilmente aparecen factores que buscan desviar la atención, se alientan falsos escenarios de soluciones fáciles, se crean estados de caos donde se erigen aparentes salvadores. El punto esencial es generar un ambiente hostil, cargado de nebulosas, donde reine la incertidumbre y las alternativas no aparezcan con facilidad para que al final, poco o nada pase.
Los diputados están atrincherados en sus curules. No muestran ni el más mínimo indicio de renunciar, a pesar que en sus distritos electorales (todos, a nivel nacional) al unísono les han pedido que dejen el Legislativo. Además de esa renuencia, aún muestran cierto músculo del poder que dicen detentar. Aprueban reformas cuestionables al Código Penal (aunque después desistan por la presión ciudadana), pero pocos días después aprueban reformas a la Ley de la Carrera Judicial y la Ley de Alimentación Escolar (dos proyectos favorables). Eso indica que están por la vía de retomar la normalidad de sus acciones; van por la de ellos. Queda pendiente si los representados compramos esos mensajes o insistimos en su salida.
Alrededor de ese panorama de aprovechamiento para transformarlo en oportunidad, algunos diputados han optado por renunciar a sus bancadas y declararse independientes. Forma particular de “entender” el mensaje ciudadano, y así callar bocas y disminuir las presiones de sus electores. Lo más que se avizora es el cambio de correlaciones al interior de algunas bancadas. Probablemente eso sea más visible en la UNE y menos en el FCN-Nación y Todos. El Movimiento Reformador (MR) recibe cierto embate ante los descubrimientos al alza que se ciernen sobre A. Sinibaldi.
La ansiada depuración va en marcha, pero al ritmo y bajo las condiciones que se auto-impongan la actual Legislatura. Quizás hayan más cambios de nombres; es probable que se insista en la salida de algunas piezas desgastadas. También es posible que fruto de las investigaciones en curso y otras por venir, se afecte a otra porción de diputados. Recordemos que al menos 31 de ellos tienen solicitudes de antejuicio en su contra. Serán golpes y amenazas, pero que se podrán administrar para asegurar la permanencia de las actuales tendencias. La lógica de fondo, la creación de condiciones para contener el embate de la lucha contra la impunidad e incluso, avanzar en objetivos que han quedado estancados, sigue en pie.
Esos cursos de acción, orientadas a la estabilidad o normalización en el Congreso, solo podrán modificar de tres maneras concurrentes: 1) acelerar los casos legales donde están involucrados el 20% del total de 158 diputados; 2) orientar las acciones de depuración hacia los cuadros que han direccionado las últimas decisiones (depuración estratégica), para desmantelar los cuadros orgánicos favorables al repunte de la impunidad; 3) continuar la exigencia para la salida de algunos “representantes” distritales, pero dirigiendo las acciones a los diputados claves que dirigen las orquestas en cada departamento. Lo que no es negociable, para muchas expresiones sociales y la ciudadanía misma, es aceptar que no pasa nada; que el Congreso y sus integrantes pasen los nubarrones como si se tratara de un hecho temporal y remediable con facilidad. Para otros muchos, ni siquiera es válido pensar en una salida parcial; que en la práctica pueda resultar el escenario viable. Optan por el recambio completo, pero sin definir los siguientes pasos. Ello daría paso, más al reciclaje que a la ansiada depuración.
En el caso del Presidente Morales, se repite la misma lógica. El no piensa en su salida y mirada está fija en entregar el poder (formal), en enero de 2020. Por de pronto, deberá designar nuevos ministros en tres carteras. Nombrará personas para fortalecer su bunker. De allí en adelante, a seguir cumpliendo con las tareas que le encargaron desde antes de tomar posesión: defender y ser complaciente con los sectores defenestrados por la CICIG/MP, buscar el desgaste de ambas instancias, buscar por todos los medios que se pongan a desnudo las otras formas aún no develadas de la criminalidad compleja, y generar condiciones para que el relevo electoral en 2019 sea para reciclar las fuerzas de la resistencia y detener cualquier movimiento que aliente cambios y atenten contra la alteración de esas dinámicas. Aceptamos ese reacomodo, o reiteramos la demanda para su retiro. No veo opciones intermedias.
El momento actual es inaceptable, inviable y vergonzoso. Aceptar soluciones que al final solo son reacomodos, es un auto-engaño. Normalizar por la presión de los miedos y las falsas incertidumbres, implica seguir postergando la agenda de los cambios sustantivos.