Antes de poder cumplir su sueño, los cosmonautas rusos se enfrentan a un entrenamiento agotador, que incluye llevar escafandras de 100 kilos, ponerse dentro de una centrifugadora y practicar ejercicios en gravedad cero.
Serguéi Riazanski se pone lentamente su escafandra con la ayuda de su instructor en la Ciudad de las Estrellas, cerca de Moscú, donde está el centro de entrenamiento. Colgado del techo con un grueso cordón metálico, ensaya cómo abrir una compuerta.
El cosmonauta, de 42 años, no es un novato. En 2013 y 2014 ya pasó cinco meses en la Estación Espacial Internacional (ISS) y el 28 de julio regresará para una nueva misión de tres meses junto al estadounidense Randolph Bresnik y al italiano Paolo Nespoli.
«En estado de ingravidez, el peso de la escafandra no se nota. Pero el cosmonauta siente una fuerte presión que le hace hincharse y ponerse muy rígido. Se ve obligado a hacer enormes esfuerzos para caminar, doblar los brazos y mover las piernas», explica el instructor, Dimitri Zubov.
Las salidas al espacio son muy duras, todavía más porque a menudo se realizan varias semanas después de la llegada al laboratorio orbital, cuando los músculos de los cosmonautas ya empiezan a debilitarse por el efecto de la ingravidez.
«Me encantan las salidas espaciales. Es la parte más apasionante del vuelo», asegura pese a todo Serguéi Riazanski, quien ya realizó tres durante su primer vuelo. En su próxima misión tiene previstas dos salidas.
– «Controlar sus emociones» –
«Los cosmonautas deben saber ante todo controlar sus emociones», subraya el vicedirector del centro de entrenamiento, Yuri Malenchenko, quien ya realizó seis vuelos espaciales.
«Cuando pasas mucho tiempo preparándote en la Tierra para salir al espacio, crees que ya no te quedan emociones. Pero cuando se abre la compuerta y miras hacia abajo, antes de dar el primer paso al vacío, tienes la impresión de que te vas a caer», recuerda Malenchenko, quien sobrevoló la estación Mir y la ISS a bordo de un Soyuz y de una nave estadounidense.
Uno de los ejercicios más arduos según los cosmonautas es la centrifugadora. En su interior, su cuerpo «pesa» ocho veces más.
«Al principio te parece que estás hundido en un sillón, como si manejaras un potente vehículo a gran velocidad», cuenta el cosmonauta Alexandre Lazutkin, quien pasó seis meses a bordo de la estación Mir.
«Después aparecen sensaciones muy desagradables. Te da la impresión de que no puedes respirar, sientes que tu vientre está pegado a tu espalda. Se te saltan las lágrimas porque los ojos se hunden en las cavidades por el efecto de la sobrecarga», relata.
«La respiración se vuelve más rápida. Escuchas cómo tu corazón palpita muy fuerte. Y te das cuenta de que si te relajas, te arriesgas a perder el conocimiento», continúa.
El cosmonauta asegura no obstante que lo más duro son los vuelos en avión de transporte militar con efecto de ingravidez «en los que tienes que aguantar las náuseas».
– «Atractivo romántico» –
Ser cosmonauta en Rusia sigue siendo una profesión de prestigio que aún hace soñar a muchos niños y Yuri Gagarin y los pioneros de la conquista espacial siguen considerados héroes.
«Su ejemplo impresionaba mucho y nos inspiraba», recuerda Yuri Malechenko. «Ahora ya no nos ofrecen apartamentos y automóviles gratis. Pero [el oficio] sigue teniendo un atractivo romántico», considera Riazanski.
«Lo más duro es esperar su vuelo. Yo esperé diez años», cuenta con una sonrisa.
En la actualidad hay 27 cosmonautas entrenando en la Ciudad de las Estrellas. Además de los ejercicios físicos, estudian medicina, astronomía, informática, buceo, salto en paracaídas e idiomas.
En marzo habrá una nueva oposición para seleccionar a los futuros candidatos. De entre los varios cientos de solicitudes, solo ocho personas serán seleccionadas.
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