- Se mantiene la macroeconomía con solidez, pero los efectos, salvo por las remesas, no llegan a los sectores más necesitdos.
En 2025, la economía guatemalteca se consolidó como uno de los principales puntos de estabilidad en un entorno regional e internacional marcado por la incertidumbre. El desempeño macroeconómico, según el Banco de Guatemala, muestra un crecimiento sostenido del Producto Interno Bruto (PIB) cercano al promedio histórico (alrededor de 3.5%), inflación controlada dentro de la meta oficial (4% ±1 punto porcentual), estabilidad cambiaria y un sistema financiero con niveles adecuados de liquidez y solvencia.
Este comportamiento adquiere mayor relevancia si se considera el contexto internacional: desaceleración en economías avanzadas, tensiones geopolíticas persistentes y volatilidad en los mercados financieros. Aun así, Guatemala logró preservar la estabilidad macroeconómica gracias a una política monetaria prudente, un sistema bancario sólido y un sector externo que ha funcionado como amortiguador ante choques externos, lo que le valió también que las calificadoras internacionales mejoraran la calificación de país.

El factor decisivo ha sido el flujo de remesas familiares, que en 2025 volvió a marcar niveles históricos. Estas transferencias, que a fin de año superarán los USD25,000 millones, han tenido un crecimiento cercano al 19.1% interanual y representan cerca del 20% del PIB. En la práctica, ese dinero sostuvo el consumo de los hogares, alimentó comercio y servicios, y funcionó como amortiguador social en un país donde el empleo formal crece menos que la demanda de oportunidades. Además permiten mantener bajos niveles de inflación y una cuenta corriente relativamente equilibrada
Sin embargo, esta solidez macroeconómica contrasta con una realidad social persistente. Guatemala sigue registrando altos niveles de pobreza, informalidad laboral y desigualdad territorial, especialmente en áreas rurales e indígenas. En muchos hogares, las remesas funcionan como un sustituto del Estado: compensan la falta de empleo formal, servicios públicos y oportunidades productivas. La estabilidad económica, en ese sentido, no se traduce automáticamente en bienestar estructural.
El reto central hacia adelante no es preservar la estabilidad —que hoy es una fortaleza reconocida— sino convertirla en desarrollo inclusivo. Sin mejoras sustantivas en educación, salud, infraestructura y empleo formal, la economía seguirá dependiendo de factores externos como las remesas. 2025 confirma que Guatemala tiene una macroeconomía sólida; el desafío pendiente es que esa fortaleza se refleje en mejores condiciones de vida para la mayoría de su población.
