- La llamada “era democrática” se ha caracterizado por vivir cada cuatro años un breve período de muchas expectativas, luego disminuye la euforia y brota la incertidumbre, cuando no las crisis y frustración.
- La población empieza a ver opciones para el futuro sin encontrar al «candidato ideal»… y la historia vuelve a repetirse.
Análisis de Crónica
En 1985, Vinicio Cerezo y la Democracia Cristiana ofrecieron que para Guatemala Sí, hay un camino; Jorrge Serrano ganó diciendo que, los mismos No, No, No!; Alvaro Arzú, en cambio, tuvo una sola palabra para identificarse: ¡Responde!
Alfonso Portillo se subió a la ideología del FRG e hizo propia la frase no miento, no robo y no abuso; Oscar Berger hizo creer a los guatemaltecos que con Berger ganamos todos; y Álvaro Colom fue más romántico y le dijo al pueblo tu esperanza, mi compromiso; mientras, Otto Pérez llegó a la presidencia por ofrecer mano dura, cabeza y corazón.
Ya más recientemente, Jimmy Morales aseguró no ser ni corrupto ni ladrón; Alejandro Giammattei aseguraba que juntos haremos historia; y Bernardo Arévalo ofreció combatir la corrupción. Aquí con promesas y frases sencillas, estos políticos se convirtieron en presidentes de Guatemala.
Ahora, nuestro país transita, una vez más, por un tiempo marcado por la duda y la desconfianza. No es un fenómeno nuevo: cada ciclo político, cada cuatro años, parece abrir un compás de espera en el que la ciudadanía observa con escepticismo el rumbo del país. Sin embargo, la coyuntura actual tiene un rasgo particular: el choque entre un gobierno electo con un fuerte mandato de cambio y las fuerzas enquistadas en el sistema de justicia y la política que no han renunciado a mantener privilegios y mecanismos de control.
La encuesta que advierte
La encuesta de CID-Gallup realizada para la Fundación Libertad y Desarrollo de septiembre de 2025, ofrece una radiografía contundente: apenas el 14% de los guatemaltecos cree que el país va por buen rumbo, mientras un 82% opina lo contrario. Ese dato resume el estado de ánimo nacional: un pesimismo profundo que se alimenta de la crisis económica, la inseguridad y, sobre todo, la percepción de que las instituciones siguen capturadas por intereses oscuros.
Bernardo Arévalo llegó al poder con un aura distinta. Representaba, junto a Semilla, la posibilidad de quebrar la inercia de la política tradicional. En campaña prometió cambios tangibles, entre ellos la remoción de la fiscal general Consuelo Porras, símbolo de un Ministerio Público (MP) al servicio de la impunidad y la corrupción. Pero en el ejercicio del poder, Arévalo eligió una estrategia cautelosa, evitando un choque frontal con el MP, las cortes y las redes oscurantistas.
El costo de esa decisión ha sido alto: en un año, su aprobación cayó de niveles cercanos al 70% a solo 31% en septiembre de 2025, con un saldo negativo de imagen de -31 puntos. Más preocupante aún: dos de cada tres ciudadanos no creen que su gobierno pueda resolver las necesidades de sus familias. Arévalo aparece, en el imaginario colectivo, como un presidente débil, sin capacidad de imponer agenda ni de doblegar a quienes lo desafían abiertamente.

Congreso: componendas y cerrojos
La gobernabilidad no se reduce al Ejecutivo. El Congreso, atrapado en dinámicas clientelares, se ha convertido en un muro de contención. Aprobó el presupuesto tras negociaciones oscuras con el oficialismo, pero bloqueó cualquier otra reforma sustantiva, incluida la propuesta de modificar la Ley del Ministerio Público para habilitar la remoción de la fiscal general.
La encuesta lo confirma: el 57% de la población califica la labor de los diputados como mala o muy mala, y solo un 26% concede algún mérito a su trabajo. El Legislativo, percibido como un espacio de componendas, se hunde en el descrédito y refuerza la sensación de parálisis.
El desmedido incremento salarial que se recetaron los diputados desde principios de año, en ningún momento se ha traducido en más y mejor trabajo. Por el contrario, el año legislativo transcurre con más pena que gloria, aunque ahora se observa un reacomodo de las fuerzas, a la espera de nuevas negociaciones para elegir Junta Directiva y aprobar el Presupuesto 2026.
El país de la incertidumbre
La incertidumbre no es solo política. Es también económica y social. El 49% de los hogares reporta que el costo de vida ha subido mucho en los últimos meses , mientras que más de la mitad reconoce que en el último mes no tuvo dinero suficiente para comprar alimentos. La inseguridad se mantiene como otra herida abierta: seis de cada diez ciudadanos creen que el crimen ha aumentado en su comunidad .
Estos problemas, percibidos como irresueltos, alimentan un malestar profundo que se traduce en desapego hacia la democracia. Si bien el 46% sigue creyendo que la democracia es la mejor forma de gobierno, crece un bloque cercano al 40% que estaría dispuesto a aceptar un régimen autoritario si este resolviera los problemas de seguridad o económicos . La frustración, así, se convierte en terreno fértil para salidas radicales.

Cabe destacar que esta encuesta se hizo previo a la crisis que enfrenta el gobierno de Arévalo tras la fuga de 20 reos de la cárcel Fraijanes II, la cual se estima que podría haber bajado el nivel de aceptación y popularidad del mandatario.
Entre aprobados y reprobados
Desde el inicio de la llamada era democrática, Guatemala ha sido gobernada por 11 presidentes de diez partidos diferentes. El presidente Ramiro de León Carpio no llegó por la vía electoral ni representaba a partido alguno, y termina siendo el mejor calificado por su gestión. Estos son los resultados de la Encuesta Cid-Gallup.

Partidos sin rumbo, líderes sin credibilidad
El otro gran hallazgo de la encuesta es la evidencia del vacío político: nueve de cada diez guatemaltecos no se identifican con ningún partido. El sistema partidario, con 27 organizaciones registradas –y más de diez esperando su inscripción– es visto como ineficaz y corrupto, incapaz de representar a la ciudadanía.
El panorama de liderazgos no es más alentador. La mayoría de las figuras evaluadas acumula más rechazo que aprobación. Solo Roberto Arzú aparece con un saldo levemente positivo (3 puntos), mientras el presidente Arévalo, Sandra Torres y otros nombres tradicionales cargan con índices negativos de entre -11 y -25 puntos . Los casos más extremos son Consuelo Porras (-48) y Rafael Curruchiche (-37), lo que confirma el repudio social hacia quienes resultan los rostros más visibles de la captura institucional del sector justicia

En un escenario hipotético de elecciones presidenciales, la eterna candidata Sandra Torres encabeza las preferencias con apenas 16% de intensión de voto, seguida de Roberto Arzú (13%) y Carlos Pineda (12%). El dato más revelador, sin embargo, es que 41% de los votantes se declara indeciso o rehúsa expresar preferencia. El país se asoma, entonces, a un 2027 donde podría repetirse el fenómeno de outsiders o candidaturas antisistema, como ha ocurrido en otras democracias latinoamericanas, e incluso sucedió en Guatemala en las elecciones de 2023.
Un ciclo repetitivo
La historia reciente muestra un patrón: cada administración inicia con expectativas, pronto se desgasta ante la incapacidad de transformar el sistema, y termina atrapada en un ciclo de frustración ciudadana que se repite cada cuatro años.
Hoy, Arévalo enfrenta el mismo dilema: un aparato institucional capturado y una población que exige resultados inmediatos. La diferencia es que, en un contexto de redes sociales y polarización, la paciencia ciudadana es cada vez más corta y el margen de maniobra más estrecho.
No todo es pesimismo absoluto. Sectores jóvenes y urbanos todavía muestran simpatía por Arévalo y valoran su talante democrático . Además, la encuesta revela que un 46% de guatemaltecos mantiene la convicción de que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Es decir, hay un núcleo social que sigue apostando por la institucionalidad, aunque exija resultados concretos.
El reto es monumental: rescatar la confianza ciudadana, recuperar la eficacia del Estado y ofrecer una narrativa de futuro creíble. Como recuerda un editorial reciente de Crónica, Guatemala requiere “oídos, ojos, corazón y cerebro para superar retos” —es decir, escuchar a la ciudadanía, observar la realidad con objetividad, actuar con empatía y diseñar políticas con inteligencia.
¿A dónde va Guatemala?
La respuesta, hoy, es incierta. El país navega entre un presente dominado por la confrontación silenciosa entre el gobierno y las fuerzas antidemocráticas, un sistema político fragmentado y sin credibilidad, y una ciudadanía que oscila entre la resignación y la tentación de soluciones autoritarias.
El desafío central para los próximos años será romper este círculo vicioso. Arévalo deberá decidir si asume el costo de confrontar a quienes bloquean el cambio o si persiste en la cautela que lo debilita. La sociedad civil y la comunidad internacional, por su parte, tendrán que definir hasta qué punto acompañarán o presionarán para que las reformas pendientes avancen.
Guatemala, una vez más, se encuentra ante un punto de inflexión. El rumbo dependerá de si se logra transformar la indignación en acción ciudadana sostenida, y si surge un liderazgo capaz de encarnar la esperanza sin defraudarla. De lo contrario, la pregunta seguirá abierta: ¿a dónde va Guatemala?
Causas de frustración popular
El país vive momentos de incertidumbre de parte de la población, lo que se ve reflejado por encuestas y comentarios que dominan el escenario de las redes sociales, en donde –limpiando las opiniones que promueven los netcenters manipulados–, se señalan claramente las situaciones que influyen en el sentir popular.
Estos son los temas preocupantes que prevalecen en las mentes de las personas:
- Situación socioeconómica y futuro: Aunque la macroeconomía es muy estable –en buena medida por el ingreso creciente de remesas familiares que envían los migrantes– la situación económica preocupa a amplios sectores de la población. No se observan acciones para mejorar esto en el corto o mediano plazo. La inseguridad ciudadana también causa un desgaste significativo.
- Frágil gobernanza: Las protestas sociales –sindicatos de maestros y salubristas, populares por temas como manejo de basura, seguros obligatorios y otros–, transmiten un sentimiento de ingobernabilidad.
- Cooptación de la justicia: El MP, las cortes (CC y CSJ) y jueces actuando a favor de la impunidad y con una línea antidemocrática, siguen bajo control de lo que en la calle se llama pacto de corruptos. En términos generales, se ve que el Ejecutivo pierde cada batalla que se libra contra las instancias relevantes, principalmente frente al MP.

- Congreso, reflejo del fracaso: El sistema de partidos políticos ha demostrado su fracaso con el paso del tiempo. Para muchos analistas, aquí se encuentra el verdadero problema de la situación imperante en el país. Candidatos de oportunidad surgen cada cuatro años en partidos que no son más que vehículos electoreros. Parte de una reforma de fondo pasa por cambiar esta realidad. En cada legislatura hay un rechazo a realizar cambios profundos a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEEP) que está comprobado que ha quedado obsoleta. En los casi dos años de trabajo legislativo hay muy poco que rescatar de este organismo del Estado.
- Ejecutivo débil y poco eficiente: La falta de respuesta del Ejecutivo ante los embates que ha recibido de parte del MP han debilitado a la administración de Arévalo. Con muchos frentes abierto, ha lucido mal al no haber podido contrarrestar las arremetidas de la fiscal general, Consuelo Porras, en contra de líderes indígenas que le apoyaron o miembros activos del partido Semilla, que han sido criminalizados y encarcelado en un claro desafío político. La falta de atención a una maltrecha red vial también ha sido blanco de críticas sin que haya respuesta positiva con obras palpables. La población no percibe que haya una lucha frontal contra la corrupción, promesa principal de la campaña electoral del presidente, ni un trabajo eficiente de los ministerios, con la excepción del MINEDUC.
Los retos para Arévalo
Como es lógico, los resultados de la encuesta de CID Gallup solo miden la gestión de Arévalo hasta la fecha, pero no pueden mencionar lo que está por venir. En ese sentido, se vislumbran situaciones relevantes que pueden ser oportunidad de cambiar los números del presidente de manera favorable… o terminar de marcar negativamente su legado.
Veamos lo que está por venir:
- Resolver la crisis de seguridad: Creada por la fuga de reos, esta crisis ha impactado en el ministerio de Gobernación y sus dependencias.
- Los complejos procesos de elecciones 2026: El próximo año se eligen magistrados al TSE, a la CC y fiscal general. Si el presidente y el oficialismo no tienen la capacidad de incidir de manera positiva para que el sector justicia recobre la independencia y sucede lo mismo que se dio con la elección de la actual Corte Suprema de Justicia (CSJ), la imagen de Arévalo seguirá erosionándose. El panorama no es halagüeño y, por el contrario, parece favorecer al pacto de corruptos. El apoyo solicitado a la comunidad internacional es necesario, pero no suficiente.
- Solución a crisis de la red vial: El ministerio de Comunicaciones sigue siendo uno de los puntos más débiles del Gobierno. Esto debiera cambiar sustancialmente, pero si no han un cambio de rumbo radical, la oportunidad se volverá mayor desgaste.
- Cerrar el pomo a Joviel Acevedo. Posiblemente el mayor logro de la administración arevalista sea el haber doblegado en primera instancia a Joviel Acevedo. Sin embargo, se sabe que el dirigente del Sindicato de Trabajadores de la Educación en Guatemala (STEG), prepara un nuevo asalto contra la ministra Anabella Giracca. Si no se demuestra que no se volverá a compartir con el STEG la responsabilidad de guiar el ministerio y se le conceden ventajas en el pacto colectivo, la moneda positiva puede dar vuelta y volverse negativa.
- En resumen: El presidente Arévalo necesitas dar un golpe de mesa y asumir lo que resta de su mandato con un liderazgo suficiente para imprimir un nuevo estilo y ritmo de trabajo a su administración. No parece tarea fácil, pero si no se observan mensajes claros, la frustración ciudadana continuará, y podría aumentar.
