PROVOCATIO: ¿De qué democracia se habla?

Los elementos constitutivos fundamentales son: la participación ciudadana PERMANENTE, para lo cual, se presupone la existencia de una masa crítica ciudadana y no solo votantes. También implica la vigencia plena y efectiva de los derechos humanos, así como la igualdad de todos ante la ley. En cuanto a esto último, la condición sine qua non para que esto funcione, es que las brechas de desigualdad no sean tan groseras como en nuestro país; de lo contrario, la igualdad lo es solo de papel y, por tanto, inexistente.

José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)

A partir de la ampliación del mandato presidencial de 5 a 6 años y la posibilidad de reelección indefinida en El Salvador, ha surgido un coro de condena generalizado por los métodos empleados para efectuar el cambio. Hasta aquí, todo dentro lo normal; ahora bien, los criterios de análisis comparativos para justificar esa condena, es sobre lo que quisiera llamar a reflexión.

El tono lastimero que se usa en todo tipo de medios por parte de una gran variedad de expertos de ocasión, centra su discurso en el hecho que la región ha sido devastada con esto, pero que: “gracias a Dios” Guatemala conserva su democracia.

No me asombra esta narrativa ya que, por décadas, el concepto de democracia en Guatemala se reduce a la periodicidad cuatrienal de elecciones con sus mecanismos de mayoría absoluta y relativa. Definir con tal simpleza la existencia de un Estado democrático, solo evidencia la escasa o nula formación de quienes dominan la llamada opinión pública, ahora integrada en su mayoría, por los autodenominados influencers/creadores de contenido.

Aunque el concepto de dictadura que nos enseñaron en el sistema educativo es el de un tirano haciendo lo que quiere, la posmodernidad ha perfeccionado otro tipo de dominación, mucho más encubierta pero igual de perversa: la dictadura corporativa; es decir, en lugar de una persona, el poder lo ejerce, desde las sombras, un grupo elitario formado en su mayoría por narco empresarios y narco militares. En ambos, no existe la condición conceptual que este sistema de gobierno llamado democracia, o sea, que es un gobierno del pueblo y para el pueblo.

Un breve ejercicio nos permitirá definir si lo que hay en Guatemala es un sistema democrático o una parodia mal hecha. Los elementos constitutivos fundamentales son: la participación ciudadana PERMANENTE, para lo cual, se presupone la existencia de una masa crítica ciudadana y no solo simples votantes. También implica la vigencia plena y efectiva de los derechos humanos, así como la igualdad de todos ante la ley. En cuanto a esto último, la condición sine qua non para que funcione, es que las brechas de desigualdad no sean tan groseras como lo observamos en nuestro país; de lo contrario, la igualdad lo es solo de papel y, por tanto, inexistente.

La participación ciudadana permanente debe manifestarse en la práctica, mediante el derecho real de influir en las decisiones políticas, ya sea a través del voto reflexivo, la participación en debates, la creación de partidos política autónomos, la expresión organizada de consensos y disensos respecto a la acción o inacción de los organismos del Estado y otros aspectos de la vida pública.

La periodicidad electoral no basta si la elección libre y justa de representantes no está exenta de manipulaciones, fraudes y coerciones.  Esto incluye un proceso mediático informativo imparcial, para elegir adecuadamente y no solo votar.

Un sistema democrático también presupone un Estado de derecho, en el que las leyes se aplican de manera justa e igualitaria para todos, y el gobierno y cualquier otro poder, están sujetos a la ley. Se debería erradicar el dicho proveniente de una cruel realidad: «La justicia es como las serpientes, solo muerde a los descalzos».

Los derechos humanos no solo deben ser una retórica para contentar a los organismos internacionales, sino que deben sustentar una práctica efectiva en la que se garantice la libertad de expresión, reunión y asociación, así como la protección contra todas las formas de discriminación y violencia.

La división de poderes, rasgo distintivo de la República, debe ir más allá del papel, pues en la práctica, según sean los intereses elitarios ya descritos, así se cruzan las delgadas líneas divisorias entre los organismos del Estado y su institucionalidad.

La democracia formal se basa en el principio de la importancia decisoria de las mayorías, pero un sistema realmente democrático, también debe velar por la protección de los derechos e intereses de las minorías.

Una sociedad justa y armoniosa enfocada al bien común es la aspiración universal, sin que la heterogeneidad natural de la sociedad sea obstáculo para alcanzar este ideal.

Se puede escandalizar por lo que pasa con el país vecino, está en su derecho, pero dígame estimado lector o lectora, después de este breve y sencillo repaso y tomando en cuenta el respaldo de una historia llena de sudor y sangre: ¿Usted todavía se traga el cuento que vivimos en democracia?  


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