PROVOCATIO: 2 de agosto día de la dignidad nacional


…el grupo mínimo de mercenarios nunca representó una amenaza militar y el heroísmo de los adolescentes politécnicos lo demostró con creces, pues tan solo alrededor de 150 efectivos (en su mayoría cadetes adolescentes), lograron derrotar y devolver la humillación recibida a 1,200 “liberacionistas” apostados en el Hospital Roosevelt, a quienes obligaron a desfilar con las manos en la cabeza hasta la estación del ferrocarril donde los metieron en un tren con rumbo al oriente, para que se regresaran por donde habían venido».


José Alfredo Calderón E. (Historiador y analista político)

Encontrar efémerides notables y heróicas en el “glorioso” es una tarea sumamente difícil; sin embargo, hoy quiero destacar que, el recién pasado 2 de agosto, se cumplieron 71 años del suceso conocido como la “Rebelión de los Cadetes”.  Diversos autores han hablado de los detalles de aquella gesta pero en esta entrega, quiero destacar dos aspectos:

  • La injusticia, que durante 43 se cometió al no reconocer –oficialmente– la hidalguía de los caballeros cadetes y la trascendencia de su heroísmo, pues fue hasta el 26 de diciembre de 1997 que se emite el Decreto Legislativo 134-97, el cual reconoce el dos de agosto de cada año, como el “Día de la Dignidad Nacional”, aunque siempre manejado con mucha discreción. Ya el presidente Ramiro De León Carpio había otorgado  –en forma póstuma– la más alta condecoración del Estado y elevó a la categoría de Héroes Nacionales, a los caídos durante esa gesta patriótica, siendo ellos: Sargento Segundo abanderado Jorge Luis Araneda Castillo, Cabo de Caballeros Cadetes Luis Antonio Bosh Castro, Caballero Cadete Carlos Enrique Hurtarte Coronado y soldado de Primera Anselmo Yucuté.
  • El aspecto político-militar de la efeméride, cuyos protagonistas no alcanzaron a dimensionar. Si bien el levantamiento devino en político, sus causas no fueron estrictamente políticas. La historia sucedió así, en julio y agosto de 1954:

Los jefes militares que habían pactado con los “liberacionistas”, ordenaron que los caballeros cadetes rindieran honores presidenciales a Carlos Alberto Castillo Armas (más conocido por sus iniciales CACA)  al que, días antes, reconocían como un traidor. Cuando este arribó al Aeropuerto La Aurora proveniente de El Salvador,  incluía a dos cadetes desertores, ahora convertidos en flamantes “oficiales” del grupo invasor, quienes junto a otros acompañantes, manifestaron una actitud bélica en contra de los caballeros cadetes y accionaron empujando la bandera con todo y su portaestandarte y escolta, separándolos del resto de la compañía de cadetes, lo cual representó una grave afrenta.

Los cadetes recibieron una fuerte reprimenda del nuevo director de la Escuela Politécnica, mayor Jorge Medina Coronado, nombrado por el gobierno espurio entrante, por “haber permitido que los liberacionistas les quitaran la bandera”. Como castigo, los obliga a regresar corriendo (no marchando) desde el aeropuerto hasta la avenida de La Reforma. Luego los conminó a seguir corriendo hasta la  medianoche con el fusil en posición “porten”, uniformados de gala.  Los gallardos cadetes cumplen el castigo totalmente extenuados, al extremo que algunos se desmayaron al finalizar.

Posteriormente, la noche del 31 de julio de 1954, varios cadetes que visitaban un burdel, fueron humillados por parte de “liberacionistas” armados con subametralladoras (los cadetes no estaban armados).  No solo les quitaron sus espadines sino que se burlaron de ellos, disparándoles cerca de la cabeza y los pies, para amedrentarlos. Después de esto, el director de la Escuela Politécnica vuelve a castigar a los ofendidos, degradándolos en sus grados militares. Como dato curioso, el burdel se llamaba el “Hoyito”, situado en la colonia Lima, cerca de donde hoy es el IGA.

Mientras se gestaba el alzamiento de los cadetes, paralelamente varios oficiales del ejército preparaban una asonada en contra del gobierno invasor que consideraban espurio y traidor, sin que los jóvenes estudiantes de la Politécnica lo supieran y tampoco los oficiales que participaban del complot.  Cabe señalar que los cadetes sí obtuvieron algún apoyo de oficiales del ejército pero indirecto y, obviamente, muy escaso, lo que resalta aún más su acción heroica. Incluso, quien fuera presidente de la República, el general Kjell Eugenio Laugerud García (1974-1978) ) también se negó honrar a estos jóvenes cadetes durante su gestión, a pesar que él mismo participó en esa gesta.

Ambos levantamientos, el de los estudiantes de la Escuela Politécnica y el de los oficiales del ejército fracasaron, como es sabido, pero por causas estrictamente políticas.  De hecho, el grupo mínimo de mercenarios nunca representó una amenaza militar y el heroísmo de los adolescentes politécnicos lo demostró con creces, pues tan solo alrededor de 150 efectivos (en su mayoría cadetes adolescentes) lograron derrotar y devolver la humillación recibida a 1,200 “liberacionistas” apostados en el Hospital Roosevelt, a quienes obligaron a desfilar con las manos en la cabeza hasta la estación del ferrocarril, donde los metieron en un tren con rumbo al oriente, para que se regresaran por donde habían venido.

Sobra documentación respecto a las constantes derrotas del grupo mercenario, como cuando un destacamento de tan solo 30 soldados los logró vencer, o la de Izabal, cuando un grupo de civiles armados por el jefe de policía también les propinaron una humillante derrota “militar”, frente a ciudadanos que no tenían entrenamiento castrense.

Las negociaciones bajo presión del arzobispo Rossell y Arellano, así como la del embajador norteamericano John Peurifoy, lograron engañar a los cadetes, dejando la cauda de cárcel y exilio para los jóvenes héroes. No está demás indicar que Jacobo Árbenz Guzmán nunca ordenó aplastar la invasión (cuestión sumamente fácil) pues la amenaza directa de Peurifoy, si lo hacía y no renunciaba, era invadir el país –ahora sí– en forma oficial mediante marines. Los invasores fueron hordas, no ejército; mercenarios no liberacionistas.  

Honor y gloria para este grupo de cadetes que luchó contra el invasor y mostró que, aunque minoritariamente, en esa época todavía existían focos de decencia en las filas castrenses; la que se perdió totalmente a partir de los setentas, cuando por el control de puertos, aeropuertos y aduanas, así como la irrupción del narco, y su asociación al genocidio y al crimen organizado, los retrató de cuerpo entero, hasta nuestros días.


LEE ADEMÁS: