Pocas veces los estadounidenses han tenido que escoger entre dos personajes tan diferentes. Hoy se despeja la duda y se sabrá si Kamala Harris es la primera mujer presidenta de EEUU o si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca.
Gonzalo Marroquín Godoy
No es una elección cualquiera. Se trata de la elección del presidente del país que tiene posición hegemónica sobre la mayor parte de países de América e influye en las decisiones del todo del mundo –para bien o para mal–. El martes 5 de noviembre se sabrá el nombre del 47º presidente de los Estados Unidos, es decir, el nuevo inquilino de la Casa Blanca y el Despacho Oval.
Tampoco ha sido una campaña electoral más en ese país. Se ha visto de todo y Trump ha sido más agresivo contra Harris de lo que fue hace ocho años cuando enfrentó a Hilary Clinton. El tema central es que esta ha sido una de las campañas electorales más reñidas en la historia estadounidense y se espera que la pelea se decida por poca diferencia en el número de delegados entre demócratas y republicanos.
En el caso de que el triunfo sonría a la vicepresidenta Harris, no cabe esperar demasiados cambios en la política exterior. Ella ha dicho que, aunque el suyo no sería simplemente un gobierno de continuidad, comparte la visión que se ha mantenido en temas como economía, migración, política exterior o trato con temas delicados como la guerra de Ucrania, Medio Oriente o Taiwán y el comercio exterior, los principales focos de la Segunda Guerra Fría que está en plena ebullición.
En el caso de la migración, que afecta directamente a algunos países de la región, incluyendo, por supuesto a Guatemala, Harris ha prometido luchar por una política de migración integral, que impida que el problema se agrave para Estados Unidos, pero que no se convierta en una “cacería de brujas” en contra los indocumentados que hay en todos los estados de la Unión.
De hecho, reconoce la importancia que los inmigrantes tienen en la economía estadounidense. No hay detalles específicos y claros sobre las medidas que piensa adoptar su potencial administración, pero sin duda, es uno de los temas en lo que hay más diferencias con su enconado rival.
Donald Trump, por su parte, ofrece “cero tolerancia” hacia los inmigrantes indocumentados y las comunidades hispanas temen que el regreso de Trump a la Casa Blanca marque un punto de inflexión que promueva las deportaciones masivas y buque terminar con los beneficios para los indocumentados en las llamadas ciudades o estados “santuario”.
Para él, todos los migrantes que llegan de nuestros países, deben ser vistos como “delincuentes” o personas de segunda categoría. Ha utilizado el tema de la migración para exacerbar el sentimiento xenofóbico de amplios sectores de la comunidad estadounidense, que han creído las mentiras del candidato republicano.
Harris habla de colaborar con los países de la región para que se controle la inmigración irregular, mientras que Trump promete mano dura contra cualquiera que ponga un pie en su país sin papeles, ¡punto!
Una cacería de brujas como la que se espera de parte de Trump, vendría a golpear también las economías de varios países que reciben una poderosa inyección en sus economías por medio de las remesas familiares. En el caso de Guatemala, los migrantes guatemaltecos envían al país más divisas que las que generan todas las exportaciones del país, lo que no solo ayuda a mantener estable la macroeconomía, sino que también es un fuerte alivio para los niveles de pobreza y activa fuertemente la economía doméstica por el consumo y movimiento financiero que provoca. Algo parecido ocurre en otros países.
Las encuestas han sido incapaces de anticipar quien será el ganador de los comicios del próximo martes. Además, el complejo sistema electoral estadounidense deja en cinco o siete estados el peso final de la elección, porque son los que decidirán la suerte de Estados Unidos –y quizás del mundo– para los próximos cuatro años.
Se habla de un “virtual empate técnico” en la intención de voto, pero en los estados clave, puede ser que la diferencia de unos pocos votos haga que la balanza se incline a uno u otro lado.
En cada estado se vota por los candidatos, aunque en realidad se está votando por un número de “delegados electorales”, quienes deben reunirse en Washington el 17 de diciembre para ratificar el nombre del ganador. Recordemos que, siendo presidente, Donald Trump intentó que se cambiara el destino de estos votos electorales y fue cuando se produjo la ocupación del Capitolino, en lo que, en América Latina, se hubiera llamado intento de golpe de Estado.
A partir de hoy martes 5 de noviembre por la noche y madrugada del miércoles 6 de noviembre, se debe saber el nombre del ganador, pero con Trump en el escenario, no puede anticiparse lo que suceda si Harris resulta ganadora.
Los ojos de América y el mundo estarán puestos en estas elecciones. Lo que suceda incidirá directa o directamente en el rumbo que vayan a tomar los grandes acontecimientos mundiales. Para la región parece más preocupante el retorno de Trump a la Casa Blanca, con sus política supremacistas y discriminatorias. Es evidente que no tiene mucho respeto por los pueblos latinoamericanos, aunque hay muchos que lo añoran en nuestros países.