Maidstone, Reino Unido |
La inmigración fue el principal motivo por el que la gente de Maidstone, un área rural del sudeste de Inglaterra, votó a favor del Brexit, pese a que sus granjeros no podrían vivir sin la mano de obra europea.
Con sus campos y huertos que se pierden de vista, el condado de Kent, apodado el jardín del Reino Unido, es un paraíso de verdura. Pero en Maidstone, capital del condado, el ambiente es sombrío, nueve meses después del referéndum sobre la Unión Europea.
Aquí, el 60% de los electores votaron a favor del Brexit, y la ira sigue viva. «Los británicos están hartos de que les digan de que son demasiado vagos para trabajar. He conocido a muchos que habían enviado 60 o 70 currículums sin recibir respuesta. Al mismo tiempo, se publican ofertas de empleo directamente en países de Europa del Este», lamentó Eddie Powell, empresario y concejal del partido antieuropeo UKIP.
Según él, no hay duda: la inmigración y las imágenes de inmigrantes irregulares o refugiados dispuestos a jugarse la vida para entrar en el Reino Unido es la razón por la que el Brexit tuvo tanto respaldo en esta región próxima a la Europa continental.
«La gente que salta de los camiones, eso no me gusta. No tengo nada contra los inmigrantes pero hacen bajar los salarios», explicó Valerie Fuller, una profesora jubilada de 80 años, refiriéndose a los inmigrantes que llegan escondidos en los vehículos que cruzan el Canal de la Mancha.
En un país cuya tasa de desempleo, inferior al 5%, hace palidecer de envidia a sus vecinos, el argumento de la reducción de los salarios fue ampliamente explotada por los líderes de la campaña del Brexit.
– ‘Demasiado perezosos’ –
La tesis, sin embargo, tropieza con todos los análisis. «Todos los estudios demuestran que la inmigración no tiene ningún impacto en los salarios o lo tiene de manera marginal», explicó Jonathan Wadsworth, autor de un informe sobre este tema para la London School of Economics. «Si los salarios cayeron fue por culpa de la crisis financiera de 2008, no por la inmigración».
James Bish, un inglés de 18 años que trabaja en la cadena de cafés Costa, dijo que «los británicos son demasiado perezosos». «Los inmigrantes hacen los trabajos que los de aquí no quieren», añadió, al tiempo que se ajustaba la gorra.
Nick Ottewell recibió cartas insultantes por haber formulado una conclusión similar en la prensa local. Este hombre robusto de barba pelirroja dirige una explotación agrícola de 600 hectáreas a unos kilómetros de Maidstone que produce hasta 9.000 toneladas de lechugas al año.
La totalidad de sus 150 trabajadores temporales y más de la mitad de los 30 con contrato fijo son extranjeros, en su mayoría rumanos.
«Hace tres o cuatro años, la oficina de empleo me pidió que contratara a 10 británicos. Sólo se presentó uno y acabé teniendo problemas con él. Simplemente, no podríamos funcionar sin los inmigrantes de la UE», narró.
En su granja, los temporeros cobran el salario mínimo (7,50 libras la hora, 9,3 dólares) y viven en caravanas con ducha y cocina puestas a su disposición por la granja, un alojamiento por el que pagan 42 libras a la semana, con agua y electricidad incluida.
– ‘Una vida mejor’ –
«Aquí nos tratan muy bien. Vine para tener una vida mejor y cumplir mis sueños. El Brexit no nos preocupa mucho. Sabemos que nos necesitan», explicó Nico, un rumano de 25 años, mientras plantaba lechugas.
El trabajo en la tierra es duro. «Empezamos a las 5 de la mañana, y trabajamos en el campo hasta diez horas al día, seis días a la semana», contó Gabriela Szomoru, de 31 años. Llegó de su país hace más de 10 años, y, al cabo de varias promociones, trabaja de secretaria en la plantación, detrás de un ordenador.
Oír que los inmigrantes hacen bajar los salarios le revuelve el estómago. «Cobran la cantidad fijada por el gobierno británico», respondió. Orgullosa de su ascenso, hoy ve su futuro en Inglaterra. Con su marido húngaro, conductor de tractores, están buscando casa en los alrededores.
«Los inmigrantes trabajan muy duro. El resto es propaganda estúpida», terció Nick Ottewell, que confía en que el Brexit no impida la llegada de trabajadores extranjeros.
«La alternativa sería acelerar la automatización del trabajo», explicó. O sea que, los robots sustituirían a los extranjeros, pero los empleos no serían para los británicos. Tal desenlace, «encerraría una cierta ironía», admitió.
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