Francisco J. Sandoval
El título de esta nota lo tomo de un afiche que la Unesco hizo publico a finales de la década de 1980, tiempo de cambio social, de preocupación por la forma en que la sociedad se organiza y por el acelerado crecimiento de la cobertura y la calidad de la educación. En esos momentos el Club de Roma lanzó las primeras alarmas por la insostenibilidad del crecimiento. Schumacher publicó su libro Small is beautiful (Lo pequeño es hermoso).
Después la computadora y el internet trastocaron todo y no tardaron en convertirse en deidades en el mundo entero. Un candidato a presidente de Guatemala que antes había fundado escuelas y universidades privadas planteaba que el desarrollo del país se lograba con solo poner una computadora en las manos de cada niño que asistía a la escuela. En ese tipo de propuestas vi ingenuidad, alcance imaginativo y ceguera al mismo tiempo.
Esos drásticos cambios, ¿a dónde nos están llevando? Ahora vivimos sumergidos en la fantasía de creer que escuchamos y conversamos con el mundo entero, que la felicidad está al alcance de la mano y que nuestro “me gusta” llega a Messi, Madonna, los presidentes, científicos y ejecutivos de todo el paneta, autentica fantasía. La educación, mientras tanto, le dice adiós a la formación del carácter, el temperamento y la personalidad, virtudes que nos marcan como personas y no con la máscara de genios atiborrados de conocimientos.
Este es el contexto dentro del cual cabe la pregunta sobre el nuevo rol de los maestros, así sean de primaria, secundaria, universidad y más allá de las aulas. ¿Qué tanto puede hacer el profesor para utilizar (él y los alumnos) bien las herramientas del internet? Porque el supuesto con que hoy se vive aquí y en todas partes con la ideade que adentro de la red solo hay cosas buenas y para el beneficio de la humanidad. No es así; además de las bondades de Wikipedia allí abunda la propaganda, el prejuicio y la basura. Los ministerios de educación y los gobiernos, ¿tienen criterios para cribar lo bueno de lo perverso? Si a esto le sumamos la inteligencia artificial adentro de la boca del lobo estamos.
La irrenunciable tarea de la verdadera educación es, más que traspasar conocimientos, formar el carácter y la personalidad de niños, jóvenes y adultos. Y otra vez, ¿están los maestros prestos y dispuestos para acometer esta función? Tengo serias dudas. En parte porque los aparatos burocráticos de los ministerios de educación se han puesto al servicio de la rutina, de programas obsoletos, de dirigencias sindicales sin compromiso con la educación. Urge recuperar la visión de que el maestro es el mediador privilegiado para cumplir las metas y los sueños de la juventud y de una nación que tiene como epicentro el bienestar de las personas, empezando por cada chico.
Dichosos quienes durante el período formativo tuvimos maestros que sembraron carácter, disciplina, curiosidad, el gusto por el trabajo, la práctica del deporte, el amor a la tierra, el constante crecimiento interior y el gusto por leer y estudiar todos los días de nuestra vida. Ahora el mismo maestro tiene que reaprender a leer la nueva realidad, a levantar pesas con el cerebro.
El problema no es estudiar yendo a la escuela sino APRENDER. El maestro, entonces,
debe ser socio del aprendizaje. Ojalá lo entiendan los alumnos, los padres, los maestros y los ministerios de educación.
Aprender a aprender es un reto eterno.