¡EXTREMOS!: Calor y lluvia. El cambio climático nos golpea

  • La temporada seca y de calor deja más de mil incendios forestales –con irreparable pérdida de bosques–, récord de altas temperaturas y sequía, mientras se anuncia temporada de lluvias irregular con grandes precipitaciones que pueden provocar inundaciones y afectar cultivos.  El cambio climático, con el calentamiento global, nos golpean.

Mayo fue un mes atípico en cuánto la temperatura y lluvias se refiere: En algunos lugares se superaron los 43°C, mientras que las tradicionales lluvias de mayo brillaron esta vez por su ausencia y el invierno no entrará en sino hasta junio, posiblemente con lluvias irregulares y peligrosos niveles de precipitación.

El prolongado y caluroso verano deja, además de los registros más altos de temperaturas, un total de más de 1,174 incendios forestales, los que suman más hectáreas perdidas de bosque.  Se estima que Guatemala ha perdido más del 70% de los bosques en los últimos 50 años, con ningún esfuerzo significativo para recuperarlos, a pesar de su inmensa importancia ambiental en la lucha por mitigar los efectos del calentamiento global y, específicamente, las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes de los desajustes que se están viendo a nivel global y de nuestro país.

Esta situación, derivada del cambio climático, se ha visto también a nivel global, aunque los expertos y ambientalistas consideran que hacen falta políticas más definidas y decididas por parte de los gobiernos, y una conciencia ecológica más comprometida por parte de las sociedades de todo el planeta. Guatemala no es la excepción a esta regla.

Reporte sobre la Tierra

Antes de ver lo que está sucediendo particularmente en Guatemala, es oportuno ver lo que sucede a nivel del planeta para comprender la magnitud de la problemática.  Según expertos en la materia, el principal desafío que enfrenta la humanidad en este primer cuarto del siglo XXI es precisamente el de hacer frente y mitigar el cambio climático, con el efecto del calentamiento global.

Este es el listado de situaciones comprobadas científicamente que la NASA ha comprobado:

  • La temperatura global está aumentando: La temperatura de la superficie del planeta se viene calentando al menos un grado Celsius desde finales del siglo XIX, un cambio impulsado en gran medida por el aumento de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera y otras actividades humanas.  La mayor parte del calentamiento ocurrió en los últimos 40 años, los siete años más recientes han sido los más cálidos.
  • Los océanos se calientan: Los océanos han absorbido gran parte de este aumento de calor, y los 100 metros superiores muestran un calentamiento de más de 0,33 grados Celsius desde 1969. 
  • Las capas de hielo se están reduciendo: Las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida han disminuido en masa. Los datos del Gravity Recovery and Climate Experiment de la NASA muestran que Groenlandia pierde un promedio de 279.000 millones de toneladas de hielo por año, mientras que la Antártida pierde alrededor de 148.000 millones de toneladas de hielo por año.
  • Los glaciares están desapareciendo: Los glaciares se están retirando en casi todas partes del mundo, incluso en los Alpes, el Himalaya, los Andes, las Montañas Rocosas, Alaska y África.
  • La capa de nieve está disminuyendo: Las observaciones satelitales revelan que la cantidad de nieve primaveral en el hemisferio norte ha disminuido en las últimas cinco décadas y la nieve se está derritiendo antes.
  • El nivel del mar está aumentando: El nivel global del mar subió unas 8 pulgadas (20 centímetros) en el último siglo. Sin embargo, la tasa en las últimas dos décadas es casi el doble que la del siglo pasado y se acelera ligeramente cada año.
  • Los eventos extremos aumentan en frecuencia: La cantidad de eventos de temperatura alta récord en varios países ha ido en aumento, mientras que la cantidad de eventos de temperatura baja récord ha disminuido desde 1950. Numerosos países han sido testigos también de un número creciente de eventos de lluvia intensa.
Informes y reportes, pero sin cambios

De acuerdo con expertos ambientales nacionales, el país cuenta con numerosos estudios e informes preparados especialmente para promover políticas por organismos internacionales, pero en la práctica, poco o nada es lo que se ha avanzado en la búsqueda de una estrategia para mitigar los efectos del cambio climático y el calentamiento global.

Las sequías provocan hambre en los sectores más pobres del país y, dentro de los grupos afectados, la niñez lleva la peor parte.

Aún se observa –tanto a nivel nacional como internacional– una actitud social que denota poca conciencia ante la dimensión de los efectos que afrontamos por no atender correctamente los acontecimientos que están provocando la crisis ambiental.

Aunque en los últimos 50 años el planeta ha sufrido un calentamiento mayor y más acelerado que en cualquier otro período en los últimos 2,000 años, no se han logrado las metas establecidas en diversos foros para detener la emisión de los gases de efecto invernadero, que son los que más repercuten en el calentamiento global.

Aunque Guatemala no es un gran emisor de estos gases, debieran estar en marcha políticas para contribuir con el resto del mundo, algo que no ha progresado por falta de políticas gubernamentales y empresariales.

Los estudios de organismos internacionales advierten de la enorme vulnerabilidad social que hay en el país, sobre todo por el nivel de pobreza y la falta de infraestructura adecuada.

En dichos estudios se advierte que en cualquier momento pueden repetirse tragedias como las provocadas por los huracanes Stan (2005), que dejó 664 fallecidos y más de 285,000 damnificados, con daños estimados en más de Q7.7 mil de millones, y Agatha (2010), que tuvo un saldo de 152 muertos, 104,000 afectados y daños materiales por más de Q5.5 mil millones.

En los ministerios de Agricultura y Ganadería (MAGA), así como en el de Ambiente y Recursos Naturales, se han invertido millones de quetzales en recursos para estudios y crear instituciones que trabajen por la protección ambiental y den seguimiento a los fenómenos climáticos, pero ninguna política importante se ha generado de ello.

En el Congreso de la República existe una Comisión de Ambiente, Ecología y Recursos Naturales que, como como ha sucedido en todas las legislaturas anteriores, no asume ningún rol importante, no se diga trascendental. 

A ello hay que sumar que otras instituciones que serían de gran ayuda para combatir los efectos del cambio climático, como son las municipalidades, viven prácticamente ajenas al tema ambiental y, en contrapartida, aprueban proyectos de desarrollo, que suelen responder a intereses económicos y afectar el medio ambiente.

Una ley inútil, que sería útil

En el año 2013, por presiones internacionales más que por iniciativa propia, el Congreso de aquel entonces aprobó la Ley Marco del Cambio Climático, que contiene lineamientos incluidos en legislaciones de diferentes países latinoamericanos, con el fin de crear políticas y la infraestructura necesaria para promover mejores prácticas ambientales.

Aunque en la práctica no se ha visto ningún resultado concreto, se destaca en la Ley que se hace para prevenir, planificar y responder de manera urgente, adecuada, coordinada y sostenida a los impactos del cambio climático en Guatemala. Crea un Sistema Nacional de Información sobre Cambio Climático y prevé la participación más amplia de ciudadanos y organizaciones, incluyendo la de los distintos pueblos en el diseño y de planes, programas y acciones en el tema de cambio climático.

Se constituye el Consejo Nacional del Cambio Climático, que creó a su vez el Instituto del Cambio Climático (ICC) y que debe actuar como coordinador entre las cámaras empresariales, las municipalidades, ONG y demás organizaciones que tienen como finalidad promover mejoras ambientales. 

Si bien hay recursos destinados a todas estas instancias en materia ambiental, ninguna política importante ha salido de ellas.

De hecho, las instituciones más activas son las que se dedican a ver o aplacar los efectos negativos del cambio climático, especialmente Conred.  Es decir, mucha reacción y cero prevención.

Efectos en la vida práctica

La pérdida de bosques que no se recuperan, la contaminación de ríos y lagos y el mal manejo de los basureros por parte de todas las municipalidades –sin excepción– , la explotación y uso irracional del agua, la contaminación con gases de efecto invernadero, el uso y abuso del plástico sin control ni regulación, así como prácticas de consumo sin enfoque ambiental, son los principales focos de daño ecológico en Guatemala.


Para muestra un botón

En la 20 calle de la zona 10 existe un proyecto de construcción de dos torres de apartamentos (más de 500), el cual se puede llevarse a cabo solamente bajo dos premisas: 1) El despojo abusivo e ilegal a su propietario y; 2) la destrucción de un bosque natural insustituible en la zona conocida como montículo de la culebra.  Además, los desarrolladores deben contar con las licencias ambientales y de construcción que, es de desearse, sean revisadas y rechazadas por el ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) y la Municipalidad capitalina.  Este proyecto, que parte de la ejecución de un ecocidio –la destrucción del bosque–, empieza a provocar un debate que podría adquirir grandes dimensiones y, eventualmente, crear conciencia ambiental en autoridades y sociedad.

La ola de calor vivida en los meses recientes, a lo que hay que sumar el retraso en un mes de la llegada de las lluvias, hará que este año se vea nuevamente un efecto negativo en el llamado corredor seco de Oriente.

El resultado será que veremos, como ha ocurrido en otros años, un problema de hambruna en esa y otras partes del país, lo que se puede ver agravado por la llegada de lluvias torrenciales que, en vez de favorecer las cosechas, terminan de perjudicarlas por la caída exagerada de agua que provoca inundaciones o que la tierra no pueda asimilar tal cantidad de líquido en tan poco tiempo.

El causante de la sequía que ahora mismo se observa es el fenómeno del Niño, que suele provocar precisamente un calentamiento (calor) exagerado y luego llegan las lluvias fuertes que lejos de resolver el problema, vienen a agravarlo. Lo positivo de la llegada de las lluvias se puede ver, eso sí, en la disminución y control de los incendios forestales.

Se anuncia el fin del fenómeno del Niño, pero tristemente se anticipa que llega la Niña que, entre otras cosas hace que haya un pronóstico de una temporada de huracanes más peligrosa.

Según los pronósticos de la NOAA (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, por sus siglas en inglés), se prevé de 17 a 25 tormentas con nombre (vientos de 119 km/h o más), hasta categoría I; de las cuales 8 a 13 podrían convertirse en huracanes (vientos de 154 km/h o más), hasta categoría II. De esos, 4 a 5 podrían convertirse en huracán mayor (vientos de 178 km/h o más) de categoría III o más. Los meteorólogos tienen un 70 % de confianza en estos rangos.  Algunos de ellos pueden golpear nuestras costas en el Océano Atlántico e ingresar en el territorio nacional, como lo hicieron Agatha y Stan.

Panorama incierto y lúgubre, con actores que deben decidir el lado que asumen: las autoridades –gubernativas y municipales–, el sector empresarial y la sociedad en su conjunto.  El desafío es para todos.

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