(Dícese cuando algo está difícil, complicado, o cuando uno se mete a algo que resulta ser un camotón…)
Crispino Picón Rojas
¡Ala púchica, vaya que esto está yuca! Esa fue una expresión que se tiró el presi Bernardo Arévalo con toda seguridad, cuando hizo el repaso de sus primeros cien días, un tiempo en el que poco se puede lograr, pero del que la mayoría del pueblo espera un montón de cosas.
Y vaya si no han pasado un montón de cosas, pero no han sido precisamente las que todo el mundo esperaba, porque cada vez que hay un cambio de gobierno la gente se hace las ilusiones de que, como si se tratara de un cuento mágico, todas las cosas cambiarán de la noche a la mañana y, entonces sí, Guatemala será una especie de país de las maravillas.
Lo que no me cabe duda es que el presi no se imaginó la pacaya que le tocaría, porque no hay que perder de vista que, aunque la corrupción siempre ha estado presente, los niveles que alcanzó durante los tres últimos gobiernos –Otto Pérez, Jimmy Morales y Alejandro Giammattei–, superaron incluso la imaginación de los peor pensados.
Me cuentan que han sido 100 días de quejas, 100 días de abrir gavetas y encontrar sapos y culebras en todos los ministerios y, para colmo, 100 días en los que algunos de sus recién nombrados funcionarios se han creído que pueden hacer como sus antecesores y servirse con la cuchara grande de su cargo. Aunque no han sido escándalos de gran corrupción, se trata de claros indicios de que Raymundo y medio mundo piensan que los cargos públicos son para enriquecimiento propio y de sus familiares y amigos.
Así que el equipo de Bernardo Arévalo y Karin Herrera se la han pasado de apagafuegos, dando sus primeros tanes y viendo cómo la vieja alianza les mete zancadillas cada vez con más energía y se preparan para que los siguientes 1,360 días que le quedan a gobierno de los semilleros no puedan hacer nada del otro mundo y la gente se decepcione de su gestión. La consigna de este grupo poderoso de mafiosos es clara: En 4 años Semilla sale sin cosecha.
El tío Bernie, como le dicen algunos, ha tratado de multiplicar su mensaje a lo interno, para que al menos los fuegos que haya que apagar sean los que provocan sus opositores, y no los que le encienden en su propio campamento.
Uno de ejemplo que usan muchos analistas para decir que Arévalo tiene que decir a cada rato, no me ayudes compadre, fue la solicitud del estado de calamidad, el cual sirvió para que la vieja alianza aprovechara no solo a despotricar, sino también para enviar un mensaje al Ejecutivo y decirle a gritos: ¡Recuperamos el Legislativo¡
La brillante idea del estado de calamidad llegó de varios ministros –¿interesados?–, a pesar de que el ministro de la Defensa y la gente de Conred le dijeron al mandatario que los incendios importantes y especialmente el del basurero de Villa Nueva se estarían controlando en pocos días y no se necesitaba de una declaratoria de estado de excepción.
En estos primeros 100 días se libraron varias batallas para intentar allanar el camino y encausar mejor al país. Las cosas no salieron bien, porque cada una de ellas demostró ser bien yuca. La Consuelo Porras se dio el lujo de mandar al presidente por un tubo, el Congreso hizo lo mismo, y los mensajes de las cortes van por la misma dirección.
No es fácil gobernar un país en donde las mafias controlan la justicia y el poder político que emana del Congreso de la República.
Lo qué si ha ido quedando claro es que a pesar de las adversidades, Arévalo no ha dado marcha atrás en su lucha anticorrupción y piensa seguir adelante. Son centenares de denuncias que se han presentados por todos los mega cajonazos que dieron los funcionarios de Giammattei. Aunque no es fácil que el MP de Porras, Curruchiche y sus jueces achichincles vayan a darles seguimiento a las denuncias, al menos servirán para evidenciar que aquel pacto de corruptos está vigente y que piensan defender su impunidad hasta las últimas consecuencias.
No es lo mismo verla venir que bailar con ella. Así reza un refrán popular, que ahora se puede atribuir a la gente de Semilla, porque no es lo mismo criticar desde la oposición, que entrarle a todas las estructuras de corrupción que se han venido construyendo dentro del Estado. Los más optimistas dicen que los primeros 100 días sirvieron de escuela. Los pesimistas dicen que los primeros 100 días han sido los más suaves que Arévalo tendrá al frente del país.