¿CORRUPCIÓN O CAMBIO?

Dos caminos se cruzan en el escenario de la Guatemala de hoy. El primero, continuar la marcha por la vía de la corrupción –que asegura mantener la pobreza y el subdesarrollo–, mientras el segundo abre la puerta a la posibilidad de un cambio positivo.  ¿Qué camino tomar?


Mientras persiste la incertidumbre en torno a si habrá o no segunda vuelta electoral el 20 de agosto entre Sandra Torres (UNE) y Bernardo Arévalo (Semilla), el país está frente a una encrucijada, en donde el pueblo es quien tendrá que decidir.

En la campaña para segunda vuelta en 2015 se decía lo siguiente: la mejor opción es Jimmy Morales, porque Sandra Torres es una exguerrillera de izquierda que nos llevaría a ser una Venezuela.  En 2019: la mejor opción para no caer en una izquierda radical es Alejandro Giammattei, porque Sandra Torres nos llevaría a ser una Venezuela.

Esos eran los argumentos que se enviaban de manera generalizada por parte de los sectores más conservadores del país, acompañados de toda clase de calificativos contra la candidata del partido UNE, a la que decían exguerrillera, corrupta, comunista, populista, secuestradora, corrupta y otros calificativos peyorativos, con el fin de impedir que llegara a la presidencia, luego de haber sido Primera Dana y promotora de programas sociales que utilizó para ganar popularidad y crear su base de votantes que le sigue hasta la fecha.

El pasado 25 de junio Bernardo Arévalo y el partido Semilla sorprendieron a Guatemala y al mundo, al superar a una veintena de candidatos para alcanzar el segundo lugar en la votación y pasar a segunda vuelta –programada para el 20 de agosto–. 

En ninguna encuesta Arévalo aparecía entre los favoritos, pero los analistas dicen que fue visto como alguien que estaba en contra del sistema político, dominado por varios partidos, aliados al oficialismo, respaldados por una poderosa fuerza que incluye mafias, empresarios y exmilitares, que controla todas las instituciones importantes del país, en particular las que forman el sistema de justicia.

Al día de hoy, el oficialismo y sus aliados llevan quince días postergando que se confirmen los resultados electorales, lo que aumenta la incertidumbre política y el temor de que el fin sea prolongar inconstitucionalmente el actual sistema de corrupción e impunidad.

El voto contra el sistema

Por primera vez en la historia política del país, el ganador de las elecciones fue el voto nulo que, sumado al voto en blanco, superó el 23%, lo que representa cerca de 1.4 millones de sufragios.  Esa votación, sumada a la que obtuvo el candidato de Semilla (11.77% y 654 mil votos), da una fuerza de casi 2 millones de electores que se manifestaron en contra del sistema imperante, identificado con la corrupción y la impunidad.

Durante los últimos tres años, cada vez que se han dado reportes internacionales sobre la situación de corrupción e impunidad en la región, el nombre de Guatemala aparece al nivel de los peores países, como Venezuela y Nicaragua. Paralelamente se compara a nuestro país entre los que menos respetan el estado de Derecho, y en esa comparación solamente vuelven a aparecer las dictaduras de Nicolás Maduro y Daniel Ortega.

De demonio a ángel salvador

El oficialismo jugó a favor de tres cartas en la primera vuelta: Sandra Torres y Zury Ríos fueron importantes aliadas del oficialismo durante los primeros tres años de la administración de Alejandro Giammattei, lo que las convirtió en candidatas afines, aunque enfrentadas en su discurso con el delfín del partido Vamos, Manuel Conde.

Aunque Conde contó con el apoyo del aparato gubernamental, terminó tercero y quedó excluido.  Ríos, que hasta marzo parecía la primera opción del oficialismo y de los sectores más conservadores del país, fue respaldada por el oficialismo en las cortes para poder participar a pesar del impedimento constitucional que le afecta, pero finalmente cayó estrepitosamente al sexto puesto en el conteo de votos y también quedó fuera.

Entonces ocurre lo impensable: los mismos que hace cuatro y ocho años advertían del peligro del comunismo con Sandra Torres, lanzan una agresiva campaña en redes sociales para trasladar a Arévalo los calificativos que antes fueron para su contendiente.  Torres dejó de ser la exguerrillera, comunista, antidemocrática y corrupta, para dirigir esos calificativos hacia el candidato de Semilla, un exdiplomático y actual diputado que no ha dado muestra alguna de radicalismos ni tiene un pasado con lados oscuros.

La respuesta del hijo del expresidente Juan José Arévalo ha sido la de destacar que la tendencia del partido es la socialdemocracia, que cree en mejorar las condiciones sociales, pero respeta todas las libertades contempladas en el sistema democrático, algo que se ha perdido en Guatemala durante los últimos dos gobiernos.

Los dos finalistas representan posiciones distintas. Torres es de una línea de izquierda populista y ha sido aliada del oficialismo; Arévalo es un socialdemócrata que tuvo una carrera diplomática, que luego incursionó en política.

Medios vinculados al oficialismo, incluyendo el monopolio del empresario mexicano Ángel González, se han dado a la tarea de respaldar la campaña de desprestigio, con el fin de revertir la mala imagen que hizo que Torres perdiera las últimas dos elecciones presidenciales en segunda vuelta.

El peligro latente

Para varios analistas políticos, Sandra Torres representa para la democracia serios peligros, tomando en cuenta que se ha manifestado a lo interno de la UNE como una líder autoritaria y antidemocrática qué siempre impone sus deseos, como la han descrito varios diputados que tuvieron que dejar el partido, al no encontrar internamente mecanismos de discusión y diálogo.

En el 2021, la UNE estuvo a punto de desaparecer, pero la influencia de Torres en el TSE y cortes impidió que sucediera.  En esa ocasión, su antiguo compañero de muchas batallas políticas, el diputado Mario Taracena  dijo sobre su estilo de dirigir el partido: La ambición, la terquedad, la soberbia y la prepotencia de una persona que se cree dueña del partido arrastró a la UNE… finalmente el partido sobrevivió por la intervención del oficialismo y varios diputados quedaron fuera de la organización.

Pero la pregunta en el ambiente es: ¿Sandra Torres es menos peligrosa ahora que hace cuatro y ocho años?

La respuesta pasa por definir peligrosa.  Si se mira desde el punto de vista de su situación en el entorno político de aquellas dos elecciones y esta, la respuesta tiene que ver con el poder que acumula el oficialismo.

Primero, la UNE y Sandra Torres tendrían el control absoluto del Congreso –con la alianza oficialista– podrían mantener el control sobre la Corte Suprema de Justicia (TSE) el MP, y la CC.  Es decir, que el sistema de justicia estaría bajo su poder.  Giammattei termina con esa cuota de poder, pero no la tuvo al principio.

Segundo, garantizada la impunidad y con el poder absoluto del país, se confirmaría aquella frase histórica del británico Lord Acton, quien dijo: el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Tercero: La red de operadores políticos de la UNE abren la puerta para una cuota extra de acceso a la corrupción.  Si ahora se ha limitado a negocios en torno al ejecutivo y control de puertos y aeroopuertos –que puede abrir vínculos con narcotráfico–, bajo un creciente manto de impunidad, la corrupción y operaciones del crimen organizado puede multiplicarse.

Por último el nepotismo y amiguismo serían, como ya es práctica en su partido, algo común en la administración pública.

Entonces, Torres sí representa un peligro mayor para la democracia y el desarrollo del país.

¿Comunismo? ¿Reforma agraria? ¿Legislación radical?

Sectores oscurantistas y conservadores se han dado a la tarea de dispersar una serie de peligros que vendrían en caso de ganar Arévalo. Lo primero que dicen es que llegaría el comunismo, pretendiendo que comunismo y socialdemocracia son lo mismo.  Hecho inexacto.

Lo segundo dicen en redes sociales que Semilla impulsaría leyes promover el aborto y el matrimonio Gay.  Aunque ha sido negado exte extremo, no hay que olvidar que ese partido apenas cuenta con 26 diputados, lo que hace imposible que una iniciativa suya pueda ser aprobada son el apoyo de lo que será la nueva alianza de los partidos que ahora forman el oficialismo y pasarían a ser una oposición mayoritaria.

El actual oficiasmo rompió un principio democrático al terminar, de manera absoluta con la independencia de los poderes del Estado.  En caso de que un partido minoritario llegue al Ejecutivo, creará, al menos, un contrapoder de los poderes oscuros que ahora dirigen los destinos del país.

Los graves problemas del país

Un breve repaso de los problemas que heredará el presidente Alejandro Giammattei, muestran la enorme tarea que tendría por delante el nuevo Gobierno, si decidiera hacerles frente.

POBREZA, FALTA EDUCACIÓN Y SALUD: Estos son problemas históricos en Guatemala.  Nuestro país aparece entre los peores de Latinoamérica en cada uno de ellos.  La pobreza y falta de salud trae consigo un vergonzoso índice de desnutrición infantil crónica que pone al país en una condición de desventaja cuando se trata de promover desarrollo integral.

La educación pública, siempre de mala calidad, se ha estancado y sigue siendo de lo peor del continente, una desventaja que luego se transforma en debilidad laboral de calidad. La oportunidad de alcanzar el nivel educativo universitario es exageradamente limitada. 

La salud pública sigue siendo mediocre. Se deben generar oportunidades de superación adecuados para las personas.

CORRUPCIÓN: Guatemala muestra dos índices vinculados que son algo terrible para cualquier país.  El primero, es que hay una corrupción creciente en todas las áreas del Estado; el segundo es que no se combate este problema ni de forma ni de fondo. Mientras no se logre la independencia de la justicia, no se verán avances en la lucha anticorrupción.

Se si suman estos hechos, se puede afirmar que mientras el mal persista, no se avanzará en mejorar los temas sociales.

INDEPENDENCIA DE PODERES: Si se quiere fortalecer la democracia, se debe devolver la independencia al Congreso y a la Corte Suprema de Justicia. Actualmente, todos los poderes del Estado responden a los intereses del grupo político dominante, con sus aliados dentro y fuera del Estado.

FUNCIONAMIENTO INSTITUCIONAL: Se ha perdido la funcionabilidad institucional, que es factor clave para desarrollo –económico y social– y para el buen funcionamiento del Estado.  Actualmente la alianza oficialista controla TODAS las instituciones importantes del Estado, lo que produce resultados adversos para la sociedad y el país en general.

RELACIONES INTERNACIONALES.  El gobierno de Giammatetei ha creado una especie de vacío diplomático, porque pocos países mantienen relaciones sólidas con Guatemala, como sucede con el mayor socio comercial, Estados Unidos, que sabe que son necesarios cambios drásticos para mejorar los vínculos.

INFRAESTRUCTURA: El país no cuenta con el nivel de infraestructura necesario para que haya un impulso a la economía.  Nuevamente el efecto corrupción está presente y se pierden multimillonarios recursos en todas las inversiones que hace el Estado en obras inexistentes o de mala calidad.

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