La bandera de Cuba ondea en Washington y la de Estados Unidos en La Habana, a donde acudió el secretario de Estado John Kerry el viernes último para presidir el acto de izamiento del pabellón norteamericano frente al Malecón habanero y darse un paseo por la capital de la Perla de las Antillas.
El analista Jorge Legañoa Alonso recogió un buen número de opiniones y ofrece una visión de lo que sigue ahora: El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos el 20 de julio pasado fue un punto de llegada en la primera etapa del acercamiento entre ambas naciones, pero al mismo tiempo constituye la plataforma de lanzamiento de una nueva fase (hacia la normalización de relaciones) que se abrió a partir del 14 de agosto, con la reapertura de la embajada norteamericana en el malecón capitalino.
Por delante hay un sendero a recorrer que, según han asegurado funcionarios de Washington y La Habana, será largo y complejo por los temas a discutir y los problemas acumulados durante más de cinco décadas de lejanías.
Sin embargo, los avances son significativos desde que el pasado 17 de diciembre, después de 18 meses de conversaciones secretas, los presidentes Raúl Castro Ruz y Barack Obama anunciaron la intención de comenzar un proceso de diálogos para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.
En primer lugar constituye un logro significativo el cambio de discurso hacia la isla, el trato como iguales, el reconocimiento a la legitimidad del Gobierno cubano, al liderazgo histórico, a la resistencia del pueblo, y que por primera vez un presidente de EE.UU. aceptara públicamente el fracaso de la política hacia la mayor de las Antillas.
Durante estos ocho meses se abrió un espacio de trabajo conjunto que ha dado frutos y que se resume en tres adjetivos (repetidos en múltiples ocasiones) que aquilatan lo logrado: respetuoso, profesional y constructivo.
Resultados concretos son la exclusión de Cuba de la lista de países supuestamente patrocinadores del terrorismo, la puesta en vigor de medidas ejecutivas que modificaron regulaciones a los viajes a nuestro país y el comercio, y que se resolviera el tema bancario para el trabajo diplomático y consular isleño en EE.UU.
La historia de diferencias entre las dos naciones no comenzó con el triunfo de la Revolución cubana el primero de enero de 1959, pero las medidas soberanas del naciente Gobierno llevaron a que las administraciones norteamericanas intentaran por diversas vías derrocarlo.
María Grín, una cubana de 64 años que encontramos en los alrededores de la embajada de Estados Unidos en La Habana durante la ceremonia del viernes, no esconde su alegría por la reapertura de las legaciones aquí y en Washington.
“Estamos muy contentos, esperamos que reine el entendimiento entre nuestros pueblos; no quise perderme este momento histórico porque era muy niña cuando EE.UU. rompió relaciones, pero estoy esperanzada en que la convivencia es posible”, afirmó.
Texto y foto: www.caribbeannewsdigital.com