La ciencia dice que la muerte de las personas se da cuando se produce el cese irreversible de las funciones cardiorespiratorias; la de un medio de prensa solo sucede cuando sus ideas desaparecen y no hay forma de leerlas, verlas o escucharlas.».
Gonzalo Marroquín Godoy
Algunos pocos, los más perversos, pueden estar felices por el cierre de elPeriódico en esta etapa, pero se equivocan si creen que el medio de prensa desaparecerá. Puede ser que suceda temporalmente, puede ser que sea por largo tiempo, pero su esencia, su espíritu y todo lo que ha publicado no muere, queda como un legado en la web, esperando a que, en el momento oportuno, vuelva a resurgir como el Ave Fénix, de sus propias cenizas.
Ha sido una batalla desigual. Por un lado, está el poderoso Estado despótico que suma poder con sus aliados, y por el otro un pequeño periódico que se mantuvo luchando contra viento y marea por el esfuerzo de José Rubén Zamora quien, como se ha descrito en el juicio inquisidor que se le sigue, mes a mes salía en su lucha cotidiana a buscar los recursos económicos que le permitían mantener el diario en medio de tormentas provocadas siempre por el poder público.
Y vaya si no fueron un montón de batallas. El golpe no fue sino hasta que todos los enemigos de elPeriódico se aliaron a un Estado antidemocrático que ha podido cooptar todas las instituciones del Estado y controla a su sabor y antojo la justicia. Esos enemigos son los más oscuros poderes del país, hay mafias, políticos, empresarios, exmilitares y demás, todos cansados de ver sus nombres publicados por estar implicados en actos de corrupción, abusos de poder o violaciones a los derechos humanos.
Es una pérdida temporal, cierto, pero es una gran pérdida, porque cuando se afecta la libertad de prensa, peligran todos nuestros derechos y se afecta el derecho de la gente a recibir información. Eso no se puede negar.
elPeriódico se volvió en el medio por excelencia que denunciaba cualquier acto de corrupción. Su fundador, José Rubén Zamora Marroquín, sabía lo que estaba sucediendo, pero nunca pensó que ese poderoso grupo tendría tan poco respeto por lo que puedan pensar muchísimos guatemaltecos, la comunidad internacional y, en general, todas las personas de bien, amantes de la libertad.
La familia Zamora tuvo que tomar esta decisión –insisto que temporal–, porque los poderes fácticos presionaban para que ninguna puerta se abriera. Posiblemente muchos lectores no se han dado cuenta, pero ya vivimos bajo un régimen de miedo, cada vez más alejado de los principios democráticos.
No son pocos los ejemplos en la historia, en donde alguien o grupos, se han visto superados en un momento por el poder de turno y deciden apartarse y tomar fuerzas. En Guatemala hay muchas batallas aún por librar, porque la crisis institucional es tan grande y el daño a la democracia tan profundo, que en algún momento la situación obligará al pueblo a decir: ¡Basta ya!
Me sorprende que haya en muchos algo de esperanza con el próximo proceso electoral, como si este pudiera cambiar el rumbo que llevamos. No soy una persona pesimista, pero como alguien que sabe entrever en las noticias cotidianas lo que está sucediendo, puedo afirmar que estamos a poco tiempo de ver la repetición de lo que han sido las últimas elecciones y sus resultados: más de lo mismo.
El deterioro de la democracia ha sido consistente y continuado. Los políticos criollos se han encargado de crear un sistema corrupto y corruptor, creando un ciclo de cambios cada cuatro años, en el que vemos salir a unos y entrar a otros –un montón se quedan y siguen mamando de la vaca–, todos de común acuerdo, por más que en la campaña electoral se digan sapos y culebras y hagan creer a los más incautos que ahora si veremos un quehacer político diferente.
Para los que ya están celebrando: ¡elPeriódico no muere!
Puede tomarse un tiempo, estar en letargo, pero su espíritu estará presente. En Colombia, las mafias del narcotráfico –Pablo Escobar– asesinaron al fundador y director, Guillermo Cano, pero el diario continuó. Luego destruyeron su taller y le obligaron casi a desaparecer, pero El Espectador sigue vivo.
Nuestro abuelo, Clemente Marroquín Rojas, fundó La Hora y la volvió su tribuna de opinión. Ubico lo obligó a ir al exilio por casi 14 años, pero desde México, cada vez que podía, imprimía unos ejemplares que hacía ingresar a Guatemala para mantener viva su lucha. Regresó y La Hora resurgió… y sigue viva y coleando, como el decano de la prensa guatemalteca.
Hacer periodismo hoy en día no es fácil, sobre todo si se trata de hacerlo de manera independiente. Hay otra prensa, esa que engaña y soba la leva de los gobernantes de turno para que le den dádivas, pero no es una prensa comprometida con la búsqueda de la verdad, no es una prensa al servicio de los principios y valores de esta bella y cada vez más complicada profesión.
Vean los mensajes en las redes sociales. Vean quienes se regocijen, porque esos son los enemigos de la libertad. Yo me quedo con la frase que atribuyen sin pruebas al pensador francés Voltaire –no importa quien la dijo, sino su profundo sentido–: Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo.
Opinar, informar, discrepar, debatir, son parte de un derecho de todos los seres humanos. Nuestra Constitución lo garantiza… aunque no se respete. Recordemos algo que no es demagogia: Sin libertad de prensa no puede haber democracia.