La historia juzga a los gobernantes por lo que hacen o dejan de hacer. Si el balance es positivo, por más que se critique, el reconocimiento popular llega. De lo contrario, la censura…».
Gonzalo Marroquín Godoy
Guatemala exige eso: justicia igual para todos, sin corrupción, con honestidad (…) Caminemos juntos, no más banderas partidarias (…) La certeza jurídica será una bandera de nuestro gobierno (…) Promoveremos oportunidades para todos (…) Hoy principia la Reforma Educativa, sin educación adecuada, el país está condenado (…) Cuando pienso en Guatemala, no pienso solo en las cifras macroeconómicas (…) La desnutrición infantil es el espejo que nos muestra el peor rostro como país, hoy empieza la Cruzada Nacional Contra la desnutrición (…) Crearemos oportunidades…
Estas son algunas de las frases que pronunció el 14 de enero de 2020 Alejandro Giammattei al momento de asumir como el nuevo presidente de la República. Un discurso que, si no fuera por los antecedentes de otros políticos que gobernaron antes, hubiera ilusionado a cualquiera.
En tres años, la justicia ha caído por el despeñadero. Se creó una alianza oficialista que ha logrado borrar la independencia judicial. Esa fuerza política se ha encargado de mantener en el cargo de manera espuria a la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y a los magistrados de sala. Como si eso fuera poco, se integró una Corte de Constitucionalidad (CC) con fines serviles y se mantiene como fiscal general a Consuelo Porras, incluida en una lista de Estados Unidos, dirigida a personas calificadas de corruptas y antidemocráticas.
Esa justicia igual para todos, se puso al servicio del poder de turno y se le exigió –como simple marioneta– que la emprendiera contra los opositores. ¿…Sin corrupción y con honestidad? Solamente uno o dos países están por debajo de Guatemala en la medición de transparencia internacional. Los casos de corrupción no se persiguen y, en la otra cara de la moneda, los acusados del pasado por corruptela van recobrando libertad poco a poco. Se invirtió el sentido de lucha anticorrupción.
¿Oportunidades para todos y Cruzada Nacional por la Educación? Nada cambió. Prueba de ello es que siguen saliendo del país cientos de miles de guatemaltecos cada año, enfrentando peligros en busca de las oportunidades que aquí se les niegan. Claro que cambiar la cruda realidad en tres años era imposible, pero ni siquiera se ha visto una política que permita suponer que las condiciones principian a cambiar.
Tenía razón Giammattei cuando dijo que la falta de educación es un impedimento para el desarrollo del país. Pero no se hizo nada en tres años que pueda insinuar que, al menos, existe una idea de qué cambios tendrían que incluirse en una eventual y nunca concebida reforma educativa.
Los discursos de los presidentes los redacta alguien al que se le dan los insumos y él los escribe bonito para que suenen palabras fuertes y determinadas. Aquel discurso no estuvo mal escrito. Sin embargo, debió marcar la línea a seguir en la administración. Ocurrió todo lo contrario.
Aquellas palabras se volvieron palabras vanas y el viento se llevó. Quedaron grabadas en videos y algunas frases impresas en periódicos, pero nada más…
Ni siquiera el tema de la desnutrición infantil crónica se abordó con seriedad. No se ha disminuido ni un poquito, al extremo de que seguimos siendo el país latinoamericano con peor índice…: es el espejo que nos muestra el peor rostro como país. ¡Cierto! Y ese espejo refleja el fracaso de un gobierno que ahora se aferra a las cifras macroeconómicas para mostrar los avances de estos tres años, porque los índices de desarrollo humano están por los suelos, como también lo están los índices que miden el nivel de democracia. El deterioro es generalizado y nunca antes se había visto un retroceso tan grande en este sentido.
Ni siquiera en infraestructura se han hecho las cosas bien. La corrupción ha imperado casi en todas las obras que se adjudican. No se hizo nada para transparentar esa tarea, por lo que, aquello de trabajar con honestidad, queda como algo utópico.
Y, finalmente, veamos la frase con la que, si mal no recuerdo, principió su discurso hace tres años: Caminemos juntos, no más banderas partidarias. Nada que ver, en realidad era un mensaje para decir que todos se unieran a su Gobierno y aceptaran los mandatos que se dieran. No se creó un estilo de gobierno abierto, inclusivo. Cualquiera que denuncie o piense diferente, se convierte en opositor. A los indígenas no se les ha dado un espacio de participación y la exclusión, que prometió erradicar, continúa.
Pero con el correr del tiempo, el tono de los discursos presidenciales no ha cambiado. Hay siempre euforia y habla de grandes logros como nunca antes, cuando en realidad no hay tales. Sin justicia no puede haber desarrollo. Eso sí es cierto. Por eso, Guatemala está en un momento de estancamiento, porque la justicia brilla por su ausencia.,
También mencionó que se combatiría a las pandillas y la delincuencia, y llegamos a los tres años de su administración, con un momento de inseguridad ciudadana como no se veía en el país desde hace mucho tiempo. No se ha erradicado la extorsión, los asaltos y crímenes de todo tipo y las bandas criminales actúan a su sabor y antojo.
Si ya se perdieron tres años y Giammattei cree que ha tenido una atinada administración –cuando es todo lo contrario–, no se puede esperar que, en los doce meses que le restan, pueda recuperar el tiempo perdido.
La mala noticia es que han sido tres años de retrocesos. La buena, que solo falta uno.
Este es el balance que saca un periodista, pero creo que, a estas alturas, cualquier ciudadano puede sacar sus propias conclusiones, porque los hechos están a la vista. ¿Cree que el Gobierno de Giammattei ha sido bueno, regular, malo o muy malo?