ENFOQUE: Tu movilidad, mía y de los demás… ¡Por la calle de la amargura!


La movilidad de los habitantes de una ciudad está íntimamente ligada con la calidad de vida. A mayor tránsito de vehículos, más atascos, menor movilidad y peor calidad de vida para todos».

Gonzalo Marroquín Godoy

En octubre de 2019, siendo presidente electo Alejandro Giammattei y tras ser reelegido como alcalde Ricardo Quiñónez, montaron un interesante y esperanzador show en la línea del tren y en especial en la zona 6, en donde ambos ofrecieron la construcción de un moderno sistema de transporte, que más tarde llamaron MetroRiel, el cual –anunciaron– estaría en servicio dos años después.

El tiempo pasó.  Se habló poco del tema y el problema de la movilidad volvió a pasar al baúl de los sueños de los habitantes del área metropolitana, que sufrimos cada día con horas y horas muertas que podrían ser productivas o de descanso con la familia, pero que, en vez de eso, se convierten en tiempo desperdiciado para todos.  Pero ¡ojo!, el país y la ciudad pierden también.

Después de unos días maravillosos con poco tránsito en los primeros días de enero, la ciudad de Guatemala ha recobrado su lento ritmo de movilidad. Este año salgan quince minutos antes de sus hogares, es la única recomendación que las autoridades municipales de tránsito vienen haciendo cada año desde hace más o menos una década.  Al menos es lo que recuerdo.

Como estamos en época preelectoral, suMuni ha empezado a promocionar la construcción de pasos a desnivel y seguramente en su campaña de reelección, el alcalde desempolvará los proyectos del MetroRiel y el famoso e insuficiente AeroMetro, juntamente con la municipalidad de Mixco.  Es parte de las necesarias promesas de campaña para seguir en el Edificio de La Loba otros cuatro años.

El problema es que, poco a poco, la ciudad nos asfixia.  En las horas pico, trasladarse de un lugar cercano a otro –que sin tráfico puede tomar cinco o seis minutos­–, nos lleva… ¡Hasta cuarenta minutos! No digamos quienes viven en carretera a El Salvador, Villa Nueva, Amatitlán o Mixco, que pueden tardar de una a dos horas para entrar o salir de la ciudad.

Recordemos que la ciudad de Guatemala está rodeada de las llamadas ciudades dormitorio –las antes mencionadas–, que quiere decir que gran parte de sus habitantes viven en ellas, pero trabajan en la capital, a dónde tienen que trasladarse de alguna manera.  Al no existir un transporte colectivo eficiente y seguro, tienen que utilizar sus autos o motocicletas para desplazarse y, entonces, el cúmulo de vehículos en el área citadina se vuelve inmanejable.

Carriles reversibles, pasos a desnivel y policías municipales de tránsito por todos lados son apenas paliativos para un problema que se ha venido postergando de administración en administración.  Hace tres años tuve varias reuniones con expertos en movilidad y transporte público y todos coincidían en que ya íbamos demasiado tarde en la búsqueda de una solución integral y que había que iniciar la construcción o desarrollo de un servicio masivo de transporte, entiéndase metro.

Podríamos hablar al menos de dos décadas perdidas para los capitalinos.  Cuantificar las pérdidas económicas, tiempo, calidad de vida y demás para los habitantes del área metropolitana, es imposible, pero el costo ha sido inmenso. 

En Panamá, una ciudad mucho más pequeña que la nuestra, las autoridades tuvieron la visión correcta.  Como se trata de un proyecto de impacto tan grande, intervino el gobierno central y se inició la construcción del metro en 2011, para que la primera línea entrara en funcionamiento tres años después.  Digo esto, porque cada año que se pierde tiene un impacto muy grande en la movilidad de las personas, pues no es una obra que se haga de la noche a la mañana.

Los chapines nos hemos vuelto muy tolerantes con nuestras autoridades.  Nos basta con que hagan algo, cuando en realidad debiéramos exigir de ellos que hagan todo lo que tienen que hacer, según el cargo que ocupen.  En este caso, no basta con seguir maquillando la ciudad, sino hay que buscar soluciones a los graves problemas que existen, aunque muchos de ellos no nos afecten tanto como el tránsito, al menos por el momento.

Pero no solo por el tema de movilidad es que debemos preocuparnos para tener un eficiente y masivo transporte público.  Tiene que ver también con el cuidado del medio ambiente.  Mientras los autos eléctricos no lleguen masivamente, esos millones de autos que usamos para trasladarnos emiten gases de efecto invernadero que contribuyen con la contaminación ambiental.

Es pues, un tema de varias aristas, pero mientras se siga postergando, veremos que las condiciones de movilidad empeoran año con año.  El engaño de que la solución es salir quince minutos antes no es más que la prueba de la ineficiencia de la administración municipal.

Por cierto, el problema ya no es tan solo tener un servicio de transporte eficiente dentro de la ciudad.  Hay que enfocar el problema –y atender­lo–, a nivel metropolitano, puesto que de nada sirve si se construye un metro sin contemplar los municipios dormitorio, pues finalmente, uno de los objetivos debe ser el de lograr que menos automóviles entren en el área de la capital.

Estas son apenas ideas, pero los técnicos lo tienen claro.  Seguiremos perdiendo movilidad hasta no tener un eficiente servicio de transporte público.

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