Cambia el pelaje la fiera; Cambia el cabello el anciano; Y así como todo cambia; Que yo cambie, no es extraño«. Como la canción de Mercedes Sosa, está cambiando el ambiente y entorno de noviembre y diciembre.
Gonzalo Marroquín Godoy
Allá por los años sesenta siendo patojos, los meses de noviembre traían un ambiente muy especial. Los cielos eran despejados y el viento se hacía sentir, suficiente para hacer volar un pequeño barrilete de colores encendidos y disfrutar corriendo por el campo en los días soleados, aunque fríos. Toda una tradición de la época.
Con el correr de los años el clima ha cambiado, pero también nuestro entorno citadino. En aquel tiempo había muchas áreas verdes en dónde poner a prueba nuestras habilidades con los barriletes, además de encontrar espacios seguros para que los menores jugáramos. Todo eso se ha perdido con el cambio climático, la explosión demográfica, el crecimiento de las ciudades y la introducción de nuevas tecnologías.
En el año 2022, vemos pocas veces aquellos días bellos de noviembre. Encontrar un lugar para volar barrilete nos obligaría a salir de la ciudad y, aun así, no es una tarea fácil, pues hay que hacer coincidir lugar, viento y tiempo, tres factores que no siempre se ajustan unos a otros.
Noviembre siempre ha sido el preámbulo del fin de año. Recuerdo que en todas las salas de redacción de periódicos o telenoticieros por las que he pasado, siempre hemos sabido que a partir de este mes decrecen dos cosas al mismo tiempo: el interés de la gente por las noticias, y la productividad de las fuentes de información. Es un tiempo para hacer trabajos de investigación, reportajes y demás estilos periodísticos un poco más relajados.
Eso no quiere decir que no haya noticias. Estas nunca faltan, pero el ambiente que se vive es diferente, de seguro por las festividades que principian con la celebración del fiambre y el Día de los Difuntos y luego se empieza a crear el ambiente navideño, que abre en centros comerciales, el tradicional Árbol Gallo, y la decoración de la ciudad, condominios y hogares.
Por otro lado, recuerdo la primera Copa del Mundo que pude ver en directo. Fue la de México’70 con el espectacular Brasil de Pelé, Tostao, Rivelino, Carlos Alberto y Jairzinho. Desde aquel año aprendí también que cada cuatro años, entre los meses de junio y julio, el país y el mundo se relajaban en las noticias también, para dar paso a los comentarios y atención a la Copa del Mundo.
En las redacciones de los periódicos constatamos que el interés de la gente se centraba –principalmente– en las noticias sobre los partidos y que las fuentes de información estaban también más atentas a las selecciones de su gusto que a transmitir información institucional.
Pero, así como la corrupción se ha apoderado del ámbito político en muchos países –y Guatemala es uno de los mejores ejemplos–, la todo poderosa FIFA se dejó tentar por los grandes sobornos y en 2010 sorprendió al mundo al anunciar que la sede para la Copa del 2022 se concedía a un país que poco o nada tenía que ver con el mundo futbolero: Catar.
El reto de organizar el Campeonato del Mundo es enorme para cualquier país, pero en especial para uno que no solo carece de tradición futbolera, sino que además no cuenta con la infraestructura necesaria. Había que construir estadios, hoteles y el sistema de transporte que requiere la Copa del Mundo. La ventaja de Catar es que el dinero sobra y lo hicieron con lujo, pues lo que querían las autoridades era promocionar el pequeño pero rico país árabe.
Sobornaron a las autoridades de la FIFA con todo y el escándalo explotó, pero todavía se podía empeorar. Como es un país que está en una zona de temperaturas altísimas la mayor parte del tiempo –y se había pagado lo suficiente en sobornos–, se movió la fecha de la copa del Mundo y se trasladó a una inusual: noviembre y diciembre, esos meses en los que antes se volaba barrilete y empezaba a vivirse el ambiente navideño.
No estoy seguro de que la FIFA y sus dirigentes hayan aprendido la lección cuando se destapó todo el escándalo de los sobornos –por cierto, hay un excelente documental en Netflix sobre el tema–, pero es evidente que cuando se concentra poder, la tentación de corromperse aumenta y cuando el poder es absoluto, la corrupción llega irremediablemente.
Así que esa es la razón por la que a partir de mañana el fútbol sea el campeón de las noticias. Lo que no debemos olvidar, es que, en estas fechas, nunca faltan los funcionarios oportunistas que quieren hacer negocios –compras, contrataciones o aprobación de leyes–, precisamente porque creen que nadie les pondrá atención. Esa es la función de la prensa independiente, chequearlos y denunciarlos.
Ahora la música navideña compite con los comentarios de fútbol. La pérdida en el interés de otro tipo de noticias empieza a ser evidente, pero esta vez es por causa de la actividad del fútbol, el deporte más popular en el planeta.
Guatemala difícilmente irá a una Copa del Mundo en el corto o mediano plazo, porque nuestro deporte, como la política, está más shuco que un gato arrastrado entre lodo. En este momento se ha evidenciado la ambición que despiertan sus instituciones por la cuota de poder que representan. Aquí los atletas ¡les pelan!; lo que les interesa a los dirigentes –y a los políticos– es el hueso, los negocios, las plazas y el poder.
Yo voy por Brasil primero y luego Argentina. Sería justo que Messi pudiera alcanzar un título mundial… y eso que soy del Real Madrid.