PROVOCATIO: El lenguaje fundamentalista de la extrema derecha

¿Cómo logró impregnar el ambiente este discurso tan básico y estulto? En primer lugar, porque beneficia el sistema de privilegios de los dueños de este terruño.  En segundo, la labor se facilita por el analfabetismo político y el precario sistema educativo nacional, haciendo víctimas fáciles a las mayorías.  En tercer lugar, el blindaje divino de este discurso promueve el temor de rechazarlo.¡Quien contra Dios! repiten orondas las criaturas del Reino, ante la sonrisa socarrona de los privilegiados de un modelo económico depredador y una obscena estructura social desigual. 

Giovanni Sartori (1924-2017) fue un politólogo italiano con diversos aportes a la ciencia política como disciplina autónoma.  Entre otras cosas, él decía que debía destacarse el sentido lingüístico de la ciencia; así mismo, indicaba que el tránsito del conceptum al perceptum se consolida cuando entra en las definiciones operacionales, es decir, la acción de definir sus propios términos.  Cada ciencia, crea su propio lenguaje de especialización. 

Esto se refiere estrictamente al campo académico y científico.  Pero hoy quiero escribir sobre ese lenguaje lego y prosaico que se ha vuelto dominante en redes y múltiples espacios, incluso en aquellos que antes se reservaban a quienes tenían alguna autoridad técnica, ética o intelectual para expresarse.  El lenguaje, al final de cuentas, delata la presencia o carencia del talante ético, grado de intelecto y cultura, así como de sentido común. 

Hoy en día cualquier hijo de vecino tiene la “libertad” de escribir sandeces y la cobertura a estos se incrementa en todo tipo de medios.  No es casual que muchos de ellos se inscriban en la órbita de los fundamentalistas de extrema derecha, los cuales, replican como autómatas el trillado discurso, ya que su legendario desdén por la lectura y el estudio serio, pone en evidencia lo básico y palurdos que son. 

La única ventaja que veo en todo esto, es que la aparición y repitencia de determinados términos en un interlocutor, ya anticipa que estamos ante la presencia de un fundamentalista de extrema derecha y, por tanto, escucharlo o peor aún, ponerle atención, es una soberana pérdida de tiempo.  Estos personajes también suelen aparecer en las izquierdas, pero su nivel de estulticia e incidencia general es mucho menor, así que nos concentraremos en esa marea de justificadores mesiánicos del sistema dominante. 

Cualquier sandez que digan lleva la consigna de ser “bendecida”, razón por la cual, las palabras “Dios”, “bendiciones” y una gran variedad de términos similares ocupan, en sus discursos, un espacio preponderante.  Por supuesto que es del diente al labio y su objetivo fundamental es justificar que estos pensamientos obtusos vienen de lo alto o están inspirados desde arriba.  Anteponer la divinidad a cualquier alocución, es una especie de blindaje que lo transforma en ley. 

Patria, libertad y soberanía, son otros elementos vitales para el escaso discurso.  El primero se refiere a ese espacio ideal creado por las élites pero que, evidentemente, no es inclusivo, pues se refiere a esa nación blanca, dominante, racista, finquera y creyente fundamentalista.  Más que patriotismo, la referencia es al patrioterismo. Lo segundo tiene que ver con un concepto sui géneris de libertad individual y privilegiada, en el que la propiedad privada es un tótem que debe defenderse por sobre todas las cosas.  Las libertades fundamentales lo son, en función del patrimonio y el derecho “legítimo” de quienes construyeron la Patria del Criollo, como bien afirma el gran historiador Severo Martínez.  Finalmente, el tercer elemento amarra los otros dos, pues “el país de ellos” debe gobernarse solo, para efectos de dominación interna y privilegios aunque la doble moral aparezca por todos lados, pues las relaciones multilaterales no pueden obviarse en un mundo capitalista global.

Promover el concepto de la familia tradicional es otro recurso fundamentalista, yendo de la mano al denominarse “Provida” y una posición visceral en contra del aborto y lo que han dado en llamar ideología de género, bolsón imaginario en el que cabe el odio al feminismo, el homosexualismo y a la diversidad, en general.   La familia legitimada por el poder supremo al que aluden reiteradamente, es de papá, mamá e hijos, permitiendo incluso, hasta la mascota, pero NUNCA matrimonios del mismo sexo y/u orientaciones sexuales diversas.  Incluso, las familias monoparentales son excluidas de lo normal y aceptable, a pesar de la preminencia nacional de hogares en donde solo la madre saca adelante a sus hijos por la irresponsabilidad patriarcal de tanto macho impune.   –Mujeres con el derecho a disponer de su propio cuerpo es una aberración, por mucho que esa satánica ideología de género lo justifique–, dicen estos mononeuronales de extrema derecha.  De la misma forma, los Provida proclaman el derecho de nacer, pero se cuidan de hacer mutis contra la dolorosa mortalidad infantil, sea por desnutrición, falta de recursos médicos u otros factores derivados de la extrema pobreza, que es peste endémica en este bello paisaje.

El fundamentalista de extrema derecha odia el cambio, por eso hace de la defensa del statu quo su leitmotiv.  En sintonía con lo anterior, acude a las tradiciones, las denominadas “buenas costumbres” y, por supuesto, a los designios de Dios para un pueblo bendecido, temeroso del Altísimo.  Para el efecto, también sirve la narrativa de la “amistad” de nuestro país e Israel y el carácter bendito del voto de Jorge García Granados, representante de Guatemala en Naciones Unidas para que Israel fuera reconocido como nuevo Estado.

Ya como adornos complementarios, el precario discurso fundamentalista se adereza con narrativas que llaman a risa, como las historias de un concurso inexistente que nombró al himno nacional de Guatemala como el segundo mejor del mundo (la Marsellesa ganó por un pelito, dicen) o el cuento de que el Lago de Atitlán es el más lindo del mundo (aunque esté alcanzando niveles alarmantes de contaminación).  La inmaculada hermosura de la Monja Blanca y el magnífico quetzal, así como la imponencia de La Ceiba, son otros aditivos para justificar un discurso mágico y profundamente primitivo. 

¿Cómo logró impregnar el ambiente este discurso tan básico y estulto? En primer lugar, porque beneficia al sistema de privilegios de los dueños de este terruño.  En segundo, la labor se facilita por el analfabetismo político y el precario sistema educativo nacional, haciendo víctimas fáciles a las mayorías.  En tercer lugar, el blindaje divino de este discurso promueve el temor de rechazarlo. 

¡Quién contra Dios! repiten orondas las criaturas del Reino, ante la sonrisa socarrona de los privilegiados de un modelo económico depredador y una obscena estructura social desigual.

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político