Confieso que al leer la semana anterior la columna del buen amigo Mario Alberto Carrera —Entre chamarras—, me inspiré para buscar el tema de este Enfoque. Al no estar en cama, lo que debía hacer era meditar caminando. Sí, al caminar haciendo ejercicio se me hace fácil pensar sobre diferentes temas, y entonces me di a la tarea de tratar de visualizar cómo estará Guatemala dentro de tres años: noviembre de 2019.
Mucho me temo que lo que tenemos a la vista no parece nada halagüeño. Ese será un año electoral, lo que significa que, para este mes de vientos e inicio del frío —aunque ahora el clima está loco por el cambio climático—, ya habrán pasado las dos rondas electorales; es decir, que los guatemaltecos sabremos el nombre del siguiente presidente, de los ¿nuevos? diputados y alcaldes.
No me considero alguien pesimista, la verdad, pero no se puede ser optimista de cara a esas elecciones. Seguramente aparecerán una o dos caras nuevas en la política —ojalá alguna de ellas gane las elecciones presidenciales y sea un auténtico líder o lideresa—, pero los partidos seguirán siendo los mismos y los cambios profundos que se pueden esperar, muy pocos, porque la Ley Electoral y de Partidos Políticos que el Congreso aprobó y el presidente Jimmy Morales sancionó solo favorecen al statu quo de la clase política nefasta y dominante.
El Congreso de la República quedará integrado por la mayoría de diputados —dipucacos, les dicen— actuales, y unos cuantos que se presentarán como cambio, pero de igual procedencia.
El alcalde Álvaro Arzú se reelegirá ¡otra vez!, porque unos meses antes habrá puesto en marcha —al fin, después de 20 años— la construcción de un servicio de transporte público parecido a un metro, y Ángel González, desde la televisión, le hará parecer héroe y el más eficiente jefe edil del país y sus alrededores.
Por cierto, este Ángel de la democracia, como en cierta ocasión le bautizó Mario Taracena, seguirá al frente de su monopolio de televisión abierta, porque el Gobierno y la Justicia no harán nada contra él, lo que le permitirá ser de nuevo un factor distorsionador dentro del proceso democrático. Por más que la publicidad será pagada por igual para todos los partidos, González podrá influir desde sus medios a favor del partido de sus simpatías. Así lo ha hecho desde 1985.
¡Ah!, se me olvidaba, para ese entonces habrá un(a) nuevo (a) Fiscal General de la Nación, y la Cicig habrá terminado su mandato. Jimmy Morales, muy molesto e incómodo con la Comisión de la ONU, ya no solicitará más prórrogas —ese es un gran peligro— y la justicia volverá a estar a la libre.
Los juicios sobre corrupción apenas habrán terminado, y con sentencias no como las que espera la ciudadanía, porque al debilitarse la cruzada contra la corrupción del MP y Cicig por esos cambios, los jueces habrán vuelto a la comodidad de antes —léase impunidad—.
¡Qué panorama más desalentador!, dan ganas —sin estar enfermo— de meterse entre chamarras en la cama y entrar en una profunda depresión que nos aleje de esa realidad.
El problema, en el fondo, es que no se está haciendo nada por evitar que esa visión no se convierta en realidad. Si la semana pasada se hablaba de un caos político y social en el país, dentro de tres años el escenario seguirá igual o peor, con el agravante de que estaremos a las puertas de perder otra oportunidad.
El embajador Todd Robinson y otros analistas piensan que aquel movimiento añorado, llamado La Plaza, debe volver, y que la ciudadanía debe ser más activa y vigilante. Por supuesto, pero mucho me temo que hace falta un chispazo o disparador, para hacer que la ciudadanía vuelva a despertar.
Por ahora, pareciera que las famosas redes sociales son la válvula de escape de muchos frustrados guatemaltecos. Se critica de todo y a todos, pero se actúa muy poco.
¿Qué tendría que suceder para que esa visión frustrante a tres años no se hiciera realidad? Aterra saber que la solución pasa por algún liderazgo que, por el momento, no aparece en el horizonte. Apostaría a que el Congreso —sin importar a quien elijan como Presidente— seguirá con lo mismo, con actitudes claras de la vieja política. Me temo, igualmente, que Jimmy Morales no solo no da una, sino que seguirá titubeante, aunque no creo, como muchos, que vaya a caerse. ¿Arzú? Bueno, él es Mono de oro, intocable y poderoso. Seguirá igual. La ciudad del futuro seguirá esperando ese futuro que nunca llega.
Tal vez no fue tan buena idea jugar a ser Urbano Madel o tener bola de cristal, o tal vez estos ejercicios sirvan para que, poco a poco, los guatemaltecos reflexionemos y ¡finalmente! busquemos la forma de salir de la clase política que tanto daño ha hecho al país. El sistema actual es el que nos mantiene con tanto rezago social, que impide que podamos mejorar en educación, salud, seguridad, desarrollo, empleo y generar oportunidades. Sin eso, no habrá Alianza para la Prosperidad que detenga el flujo migratorio.
Ojalá y esta visión no sea más que una terrible pesadilla.