Ambiente destructivo

MARTA ALTOLAGUIRRE


Complicar la vida de los guatemaltecos que destinan sus energías al trabajo productivo, es un elemento que se viene acentuando en los últimos años; en buena parte, debido al activismo de organizaciones y grupos que encuentran más cómodo que les donen recursos y eludir el esfuerzo que requiere un ingreso decente mediante el trabajo honesto y la productividad.

Pero también por las reacciones de los gobernantes y, en general, de los poderes del Estado, que hoy solo buscan controlar, intervenir y coaccionar a cualquier inversionista y a cualquier profesional. Les interesa gozar del apoyo popular, para lo cual centran sus decisiones en asuntos superfluos, mientras descuidan los elementos más cruciales para la superación nacional, como es la apertura a la inversión y la certeza jurídica.

Debe haber conciencia de la necesaria presencia de instituciones de justicia en el interior del país que faciliten la resolución de conflictos y la protección a todos los habitantes. A lo anterior, debe sumarse un sistema informativo que, traducido a idiomas varios, transmita a las comunidades los efectos de las acciones e inversiones previstas en las distintas regiones bajo la supervisión del Estado, así como las ventajas implícitas del trabajo de las empresas en sus comunidades.

Poco se piensa en las mayorías que, por su dinámica y compromiso con su trabajo, no tienen el tiempo para pronunciarse y manifestar públicamente el valor de su esfuerzo diario y su esperanza en la institucionalidad y la inversión que conlleva a la creación de nuevas fuentes de empleo y de oportunidades que podrían ampliarse mediante la facilitación de asesorías y financiamiento.

Por supuesto, también es esencial agregar la urgencia de simplificar los requisitos exigidos por las múltiples instituciones, para cada persona que busca registrarse en su actividad productiva, formalización que implica gasto financiero, además de muchísimas horas, días y meses que requieren los trámites innecesarios que, lejos de contribuir en la superación nacional, solo espantan al ciudadano. De allí que cada vez haya más personas produciendo en la informalidad.

Por su parte, la constante oposición y agresiones ante la creación de nuevas empresas, especialmente las que requieren del uso de recursos naturales, eliminan la posibilidad de nuevos empleos, de mejoras en servicios, (como la energía producida por hidroeléctricas) o el crecimiento en la producción de bienes, cuya exportación repercute favorablemente en el país. Esa oposición solo restringe el crecimiento del PIB y da el golpe de gracia  a quienes, en situación de pobreza extrema, urgen de oportunidades de trabajo y superación.

Los grupos poblacionales de activistas parecen haber adoptado como gran tema de sus objetivos, destruir la nación rechazando la infraestructura, la organización, la productividad y, en fin, todo aquello que pueda contribuir al desarrollo, concebido éste, en términos de modernidad.

Es así como hemos visto, cada vez con más frecuencia, que los vándalos marchan y aprovechan a sacar los más bajos instintos amparados en el anonimato de las multitudes, irrespetando la ley y los derechos fundamentales de terceros, en acciones que luego se justifican porque no se han atendido sus demandas.

Al diablo con la igualdad ante la ley, dicen. Si usted vive en condiciones de alguna comodidad, usted es un paria, oligarca y merece ser insultado, ofendido, agredido y menospreciado, y si es empresario exitoso, usted es ciudadano despreciable que debe someterse a que lo persigan, violen sus derechos y le expriman los bolsillos para mantener los gastos del Estado. Es el tabú chapín. No importa la escasa creación de fuentes de empleo, la detestable sobre-regulación, la persistente corrupción, la ausencia de seguridad y de servicios básicos; los culpables son los empresarios.

En el tema de seguridad, todos estamos hincados ante la amenaza y la coacción, que rompiendo con los límites que impone la ley, justifican acciones de hechos delictivos, situación que precisamente se multiplicó luego en las décadas de corrupción estatal.

Se golpea a la gran mayoría trabajadora y productiva, que es asesinada impunemente, agredida y violentada por grupos organizados de extorsionistas y el acoso constante de las bandas de criminales que asaltan y matan. Esos criminales son escoria humana que no vacilan en destruir la vida.

¿Cuánto tiempo se podrá seguir nadando contra una corriente de destrucción cruel y absurda y querrán nacionales o extranjeros seguir invirtiendo en una nación en la que no hay respeto, seguridad ni garantías?

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