Para los habitantes de Baarle-Hertog, un pequeño enclave belga en el sur de Países Bajos, y los de su vecina holandesa Baarle-Nassau, respetar las reglas sobre el coronavirus es un desafío diario por sus enmarañadas calles y sus formas dispares de enfrentar la epidemia.
Ambas localidades conforman un gigantesco rompecabezas, lo suficiente complejo para perderse. Baarle-Hertog cuenta con 22 enclaves en territorio neerlandés, mientras que Baarle-Nassau posee siete dentro del propio enclave belga y otro más allá.
Sobre el terreno, donde la puerta de cada casa determina el país al que pertenecen, ciudadanos belgas y holandeses acostumbran a vivir sin preocuparse de unas fronteras desdibujadas dentro de la Unión Europea (UE). Pero la pandemia lo cambió todo.
Obligatorio uso de mascarilla
En Baarle-Hertog, que depende de la provincia belga de Amberes, es obligatorio llevar la mascarilla en lugares públicos, mientras que en Baarle-Nassau se limita únicamente al transporte público, como en el resto de Países Bajos.
AFP/Archivos / François Walschaerts Sylvia Reijbroek, artista y dueña de una galería, posa con mascarilla en Baarle, Bélgica, el 11 de agosto de 2020
«La gente no sabe si deben llevar una mascarilla cuando entran en mi tienda», explica la holandesa Sylvia Reijbroek, cuya galería de arte se sitúa a ambos lados de la frontera, representada en el suelo por pequeñas cruces blancas.
Esta situación cómica ya no le parece «tan agradable» en plena pandemia. Antes del coronavirus, «no había problemas con las fronteras, ahora vemos que es diferente», apunta la galerista.
Cuando los clientes entran por el lado belga, Sylvia les explica que deben portar una mascarilla, antes de decirles que pueden quitársela una vez crucen la frontera, a pocos metros.
Dos políticas sanitarias
Pese a las decenas de marcas en el suelo que jalonan ambos pueblos para indicar las fronteras, todo «funcionaba muy bien», ya que sus habitantes se veían como miembros de una sola y única comunidad, estima Frans De Bont, el alcalde de Baarle-Hertog.
AFP/Archivos / François Walschaerts Frans De Bont, alcalde Baarle-Hertog, posa junto a las cruces blancas pintadas en el suelo que separa los Países Bajos de Bélgica, el 11 de agosto de 2020 en Baarle, Bélgica
«Todo cambió con el coronavirus. Nadie sabe qué hacer», explica. «Ahora es ‘usted es holandés y tiene sus reglas’ y nosotros tenemos las reglas belgas que son más estrictas. Es raro», lamenta De Bont.
Durante el confinamiento, Sylvia tuvo que cerrar su galería, registrada en Bélgica, mientras que el comercio colindante, del lado holandés, permaneció abierto. Países Bajos es de los pocos países en Europa que no decretó el confinamiento.
«Tenemos dos gobiernos que tienen una manera diferente de actuar con el coronavirus. No es muy agradable», asegura la galerista.
Algunos comercios, para ayudar a los habitantes a no perderse, anuncian en sus vitrinas: «Aquí no es obligatoria la mascarilla».
Y el colmo del absurdo para la población es que las autoridades de la provincia de Amberes endurecieron las medidas para frenar la COVID-19 e instauraron un toque de queda, que suspendieron esta semana por las elevadas temperaturas.
«Único» en el mundo
Anomalía geográfica que atrae a turistas de todo el mundo, la historia de Baarle-Hertog y Baarle-Nassau remonta a la Edad Media.
En 1198, el territorio se divide entre Enrique I, duque de Brabante, y Godofredo II de Schoten, señor de Breda.
AFP/Archivos / François Walschaerts Esta foto tomada el 11 de agosto de 2020 muestra un letrero con el nombre de la ciudad en flamenco y holandés en Baarle, Bélgica
En 1830, con la independencia de Bélgica y su separación de Países Bajos, se plantea la cuestión del trazado preciso de varios enclaves. Las fronteras se fijarán definitivamente tras 165 años de discusiones.
Para Willem van Gool, director de la oficina de turismo de Baarle-Nassau y Baarle-Hertog, que reagrupan a unos 9,6000 habitantes, se trata de un caso «único» en el mundo.
«Somos la capital mundial de los enclaves», bromea. «Para nosotros es normal, nos hemos acostumbrado. Pero con el coronavirus, por supuesto, tenemos nuevos problemas que resolver», explica este holandés de 69 años.
AFP/Archivos / François Walschaerts Tres mujeres caminan sobre cruces blancas pintadas en el suelo que separa los Países Bajos de Bélgica en Baarle, Bélgica, el 11 de agosto de 2020
De Bont, cuya localidad belga ha registrado 14 contagios hasta el momento, indica que la situación es «difícil» para sus conciudadanos. «Ellos ven que en Baarle-Nassau las cosas se pueden hacer de otra manera», apunta.
Pero, a su juicio, lo importante no es decir quién adopta las medidas más eficaces, ya que ambos países hacen «lo mejor que pueden». «Estamos ocupados con algo más grande»: «la guerra contra