El percusionista aborigen Andrew Gurruwiwi generalmente toca delante de un centenar de entendidos en el extremo norte de Australia. El confinamiento, paradójicamente, le permitió llegar a un público de 120,000 personas de todo el globo.
Su grupo fue la revelación de una serie de conciertos llamados «East Arnhem Live» y retransmitidos en internet, en un momento en el que las comunidades autóctonas aborígenes estaban todavía más aisladas del resto del mundo debido a la epidemia de nuevo coronavirus.
Se pudo ver a los cuatro miembros de la Andrew Gurruwiwi Band tocar al aire libre durante 20 minutos a la tenue luz del final de la tarde con, en segundo plano, el intenso verde de la vegetación sobre los acantilados ocres y el océano.
«El coronavirus implicaba que ya ni hubiera espectáculos, música, nada», declaró el artista, que explicó a la AFP que estas sesiones fueron lanzadas para «hacer feliz a la gente».
Los músicos del mundo entero se refugiaron en internet cuando la epidemia cerró las puertas de las salas de conciertos.
Pero los organizadores del «East Arnhem Live» reconocen que el entusiasmo online por sus conciertos en Tierra de Arnhem, una vasta región del noreste del estado del Territorio del Norte, superó todas las expectativas.
«Compartimos nuestra historia»
Cada semana, las sesiones alcanzaron a decenas de miles de personas que, de otra manera, nunca habrían oído hablar de la cultura local, la del pueblo Yolngu.
«Resulta difícil comprender cómo hemos fidelizado a tantas personas», reconoció Nicholas O’Riley, de la Yolngu Radio.
«Cuando comienzan los directos el sábado por la noche, es extraordinario ver desde donde nos ve la gente», continuó.
DEVELOPING EAST ARNHAM LIMITED/AFP / Handout El aborigen Malngay Yunupingu, uno de los músicos del «East Harnem Live», actúa para una sesión online en Bawaka Homeland, en Tierra de Arnham, en Australia, el 23 de mayo de 2020
«El sol brilla aquí en España, y la amenaza del virus en mi barrio está cerca de cero», escribía especialmente un internauta en un «pequeño pueblo» hace unas semanas. «Esta música ha cambiado mi día, y ¡aquí es solo por la mañana! ¡Gracias!».
«¡Magnífico! ¡Besos desde Francia!», reaccionaba otra espectadora.
El «East Arnhem Live» en un inicio fue concebido como una serie de cuatro conciertos para animar a los 10,000 habitantes de la zona a permanecer conectados durante la epidemia. Sus sesiones continuaron, y la última, la novena, está prevista el sábado.
Andrew Gurruwiwi, cuya obra está influenciada por el reggae o las músicas africanas, canta a la vez en inglés y en la lengua Yolngu, denunciando en especial el sufrimiento de su pueblo desde la colonización.
«Los balanda [los extranjeros] no saben hasta qué punto el pueblo Yolngu ha sufrido todos estos años», aseguró. «Pero el mundo quiere conocer nuestra historia. Compartimos nuestra historia y nuestro conocimiento del pueblo Yolngu de la Tierra de Arnhem».
La realización del directo ensalza las imágenes de la costa y de la naturaleza local grabadas con dron, lo que hace del «East Arnhem Live» una gran herramienta de promoción de esta región aún poco explorada por el turismo.
Ryley Heap, de la oficina de turismo local, espera que estos conciertos inciten a los viajeros a venir hasta este lugar recóndito de Australia.
«La región, globalmente, es muy poco conocida, y como es poco conocida, está muy intacta. Y es absolutamente espectacular», declaró.
«Es evidente que nos gustaría destacarla más, y estos conciertos contribuyen a ello. Esperamos repercusiones positivas», agregó.
Los aborígenes viven en Australia desde hace más de 40,000 años, es decir mucho antes de la llegada de los colonos europeos en 1788. Pero ya solo son 670,000 en el país, de una población de 23 millones.
Los gobiernos sucesivos australianos han sido todos incapaces de compensar la desigualdad del nivel de vida entre los aborígenes y los otros australianos, una realidad que el primer ministro Scott Morrison calificó en febrero de «vergüenza nacional».