“Sin público, un estadio de fútbol es un mausoleo”, dice escritor mexicano Juan Villoro

En su encierro obligado por la pandemia, el escritor y ensayista mexicano Juan Villoro mira viejos partidos de fútbol como si fuera un «teólogo que revisa las sagradas escrituras». Y confiesa que la emoción lo invade de nuevo.

Resguardado en su casa en Ciudad de México, el autor de «Dios es redondo» y «Los once de la tribu», y sufrido hincha del Necaxa, dice que los besos y los abrazos volverán a ser un «atrevimiento», y que se le acabaron las excusas para no escribir.

«Un escritor es un profesional de la soledad», afirma el ganador del Premio Internacional de Periodismo Rey de España 2010, en una entrevista con la AFP. 

¿Qué extraña en este aislamiento?

El fútbol, por supuesto, estoy viendo partidos viejos, así como teólogo que revisa las sagradas escrituras, y me vuelvo a emocionar absurdamente.

Sin público en los estadios, ¿nos encaminamos a un fútbol más comercial y menos vinculado con la afición?

Sin público, el fútbol no tiene sentido. Sin afición, un estadio es un mausoleo. Algunas ligas siguen en activo y prometen jugar a puerta cerrada, será para cumplir con calendarios y que los jugadores no engorden demasiado, pero el verdadero fútbol requiere público.

¿Qué opina de las voces que afirman que el coronavirus evidenció el «fracaso» del neoliberalismo?

Es muy difícil levantar el acta de defunción del capitalismo. Algunos filósofos se han atrevido a hacerlo, pero las actas de defunción deben levantarse cuando tengas el cadáver enfrente y todavía no ocurre. 

El fútbol es un ejemplo de esta sociedad de precios elevadísimos y consumos locos que la pandemia habrá de replantear. Es totalmente inaceptable que en una liga, un jugador como Cristiano Ronaldo cueste más que todo un equipo al que se enfrenta. Hay unos desniveles económicos terribles, que hacen que un equipo pobre jamás pueda ganarle alguna vez a la Juventus.

¿Cree que la pandemia traerá un cambio de paradigma?

El capitalismo actual tiene grietas, como han dicho los zapatistas, y algunas de ellas han ahondado con esta crisis. ¿Quién iba a pensar que Donald Trump destinaría millones de dólares a programas sociales? No lo hace por filantropía ni por convicción, sino por necesidad, por supervivencia. Por otro lado, tenemos que replantearnos este mundo loco, sin tope, con una economía voraz.

¿La pandemia nos hará más empáticos con el otro?

R: Estamos conectados, por eso estamos contagiados, pero eso no significa que estemos unidos. La interconexión plantea un problema, pero la solución es la unidad (…) En la Comuna de París surgió un lema: ‘O todos o ninguno’. No tiene sentido si unos se salvan si otros no se salvan.

¿Qué extraña además del fútbol?

R: El contacto con la gente (…), los mexicanos somos muy gregarios y muy físicos. Yo creo que es algo que tenemos que aprender, y cuando regresemos a la vida, los besos y los abrazos tendrán un valor social que no habían tenido en mucho tiempo y serán un atrevimiento como lo fueron en alguna época.

¿Y qué es lo que menos extraña?

La burocracia. Es una de las grandes lacras de nuestros tiempos, ir a un lugar y hacer filas larguísimas, y que cuando llegues se les caiga el sistema, o no tenías la ficha correcta o estás en la ventanilla equivocada. Muchas veces un trámite que no es molesto parece que no tiene legalidad. Eso a mí me ha envenenado la vida. 

¿Percibe una manera mexicana de sobrellevar el confinamiento?

Es curioso que algunas personas salen a la calle a tocar la trompeta, la marimba, a cantar (…), a alegrar un poco la vida en el momento de la catástrofe.

Si hemos podido resistir al encierro, al aburrimiento, a las ganas de pegarle a un pariente que ya no soportamos es porque tenemos otras cosas en qué distraernos, y la cultura es muy importante; no solo la alta cultura, sino también la de los memes y todas las formas del humor. Creo que en ese sentido la cultura mexicana nos ha ayudado mucho a mantener un buen ánimo, aunque la situación es francamente complicada.

¿Le ha parecido inspirador este confinamiento? ¿Podríamos esperar una nueva obra de Villoro tras el encierro?

¡No me queda más remedio! Sería una vergüenza que diga que no estoy haciendo nada. Mi pretexto siempre era tener ‘muchas otras cosas’ para no tener que estar frente al escritorio, y ahora se me acabaron los pretextos. No sé si bien o mal, pero he estado trabajando más que antes.

En ese sentido, reconozco que el encierro es un privilegio, que un escritor es un profesional de la soledad, del aislamiento, pero de vez en cuando requiere del contacto con los otros.

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