El viernes pasado, en su natal Louisville, fueron sepultados los restos del boxeador Cassius Marcellus Clay o Mohamed Alí, un triple campeón de los pesos pesados, que daba más que espectáculo cuando subía al ring. Su cuerpo ya no está más, pero en la memoria del deporte nunca dejará de existir, simplemente porque fue el más grande.
Carlos María Salvado
Principiaba la década de los años 60 en el siglo XX. Estados Unidos aún vivía rezagos de racismo, cuando un boxeador negro de 18 años ganó en los Juegos Olímpicos de Roma la medalla de oro en los pesos semipesados, y al volver, en Nueva York lanzaba su primer desafío: Soy la parte que ustedes no reconocen, pero acostúmbrense a mí. Negro, seguro de mí mismo, engreído. Una leyenda surgía.
Su paso del boxeo amateur al profesional fue inmediato, y pronto su nombre empezó a llamar la atención de los promotores, y uno de los mejores entrenadores, Angelo Dundee, se hizo cargo de su carrera profesional. Su ascendente fama no era solo por su habilidad en el cuadrilátero, también eran atractivas para prensa y aficionados sus pintorescas y desafiantes frases para pronosticar resultados o comentar sus peleas.
Su imagen de joven y triunfante boxeador no transmitía más por aquel entonces. Su preocupación parecía ser únicamente la de ascender en el escalafón, mirando desde muy temprano la posibilidad de alcanzar un cinturón que le presentará como campeón mundial.
En su camino inicial enfrentó a una variedad de peleadores y estilos, entre ellos, algunos que tenían recorrido y cartel internacional. Por primera vez se le abrieron las puertas del famosos Madison Square Garden de Nueva York, en donde peleó contra Sonny Banks, quién le envió por primera vez a la lona, lo cual no impidió que se recuperara y se alzara con el triunfo en el cuarto asalto. El mundo sabía ya de su capacidad de reacción también.
Ya con más experiencia, pero con apenas 20 años, el 15 de noviembre de 1962 enfrentó a Archie Moore en Los Ángeles. Si bien Moore ya era veterano, tenía cartel, pero fue noqueado en el cuarto asalto, como previamente lo había pronosticado el ya para entonces bocazas Clay, como algunos le llamaban por sus descuidadas declaraciones. Su siguiente víctima fue el campeón británico, Henry Cooper, con quien sufrió más de la cuenta para cumplir con noquearlo en el quinto asalto.
Campeón y caída
Tras su victoria sobre el británico, la prensa estadounidense se deshizo en elogios. La mesa para una pelea por el título estaba servida, pero el campeón Mundial, Sonny Liston, aparecía como ultra favorito. La diferencia a favor del campeón parecía tan grande, que el público apenas llegó a ver la pelea ese 25 de marzo de 1964. Se equivocaron. En el séptimo asalto, Liston prefirió quedarse en su esquina después de haber recibido una lluvia de golpes del joven y nuevo campeón.
Soy el más rápido, el más rudo y el más lindo, repetía eufórico, entes de decir por primera vez la frase que le haría famoso: SOY EL MÁS GRANDE.
Pero ese fue también el momento en que murió Cassius Clay, porque un día después anunciaba que se había convertido al Islam y que a partir de ese momento su nombre sería Mohamed Alí, como se le conoció hasta el momento de su muerte.
A partir de ese momento, Alí defendió nueve veces su título, incluyendo una revancha ante Liston un año después. Llega entonces el año 1967, que encuentra a Estados Unidos involucrado en una guerra en Vietnam, para la que requería la participación de sus jóvenes en las fuerzas armadas. Es entonces que se le llama para que se reclute de manera obligatoria.
A mí ningún vietcong me ha llamado nigger, dijo como respuesta Alí, quien además argumentó que pelear en una guerra estaba en contra de sus nuevos principios religiosos. Entonces vino la reacción. Los tribunales le retiraron la licencia para boxear, y la comisión de boxeo profesional le retiró el título que había ganado con sus puños.
El joven y despojado campeón de boxeo se convirtió en un símbolo de la lucha por la paz, pero también en un activista social y religioso, mas sin la posibilidad de hacer lo que mejor sabía: dar espectáculo en el ring. Muchos atletas hubieran desaparecido para siempre a causa del ostracismo al que fue obligado a permanecer por tres años.
Retorno épico
Su retorno a los cuadriláteros no fue fácil. Primero enfrentó a un batallador boxeador argentino, Oscar Ringo Bonavena, quien soportó un fuerte castigo, pero exigió lo mejor de un Alí que apenas retomaba su ritmo. Sin embargo, todo quedó dispuesto para La pelea del siglo, frente al entonces campeón mundial, el fuerte y agresivo Joe Frazier, quien frustró su retorno al título, al derrotarlo tras 15 memorables asaltos.
Pero Alí estaba de vuelta y no se detendría hasta recuperar lo que consideraba fue un despojo contra un negro por sus creencias religiosas y políticas. Brilla su capacidad en la revancha contra Frazier, pero este ya no era campeón del mundo, porque un nuevo rey había surgido: George Foreman.
Alí tuvo combates épicos contra Ken Norton, en oposición a el mismo Foreman, al cual venció en Zaire contra todos los pronósticos.
Un total de nueve de sus peleas se encuentran entre la lista de La mejores peleas de boxeo de la historia, lo cual demuestra su calidad como boxeador. A pesar de ser un peso pesado, cuando se movía en el cuadrilátero parecía de categorías de menor peso, que suelen ser más rápidos y ágiles en sus movimientos.
Por eso él mismo decía que cuando boxeaba floto como mariposa, pico como abeja, en alusión a sus rápidos y efectivos jabs, que desgastaban a sus rivales asalto tras asalto. Sobre su defensa, su comentario en alguna ocasión fue que sus manos no pueden golpear lo que sus ojos no ven.
Nunca mostró humildad, pero sus palabras las respaldaba siempre con su actitud y capacidad. Se retiró a los 40 años, al comprobar que su cuerpo ya no daba más. Su larga y prodigiosa carrera le dio títulos, dinero —no tanto, comparado con los que ganan hoy boxeadores de menor categoría—, y reconocimiento. Fue declarado atleta del siglo, mejor boxeador de la historia, y se ganó el cariño de los aficionados y expertos de este deporte rudo.
Tres años después de su retiro, en 1984 fue diagnosticado con la enfermedad de Parkinson, posiblemente por los golpes recibidos a lo largo de su carrera, y no por razones hereditarias, según sus médicos, aunque esto es parte de un debate científico aún.
Su enfermedad significó, seguramente, un cambio en sus actividades, porque contrario a lo que cabía esperar, ver a un Alí activista y presente en las noticias, pasó a ser un personaje en las sombras, con esporádicas apariciones, cada vez más aisladas.
Desde su retiro, el boxeo no ha vuelto a ser el mismo.
Su victoria ante George Foreman en Zaire forma parte de los anales del boxeo.