Renzo Lautaro Rosal
No me refiero al título de una película de 1975, sino al momento crítico por el que transita la elección de los magistrados de Corte Suprema y Salas de Apelaciones. Por un lado, se trata de una elección retrasada por más de cuatro meses, donde nuevamente se repite, en forma agudizada, la interferencia de un conjunto de tramas orientadas al mismo propósito: la justicia servil, al servicio de unos pocos que nuevamente hacen y deshacen para consolidar el control absoluto de la justicia.
Por si ese propósito no fuera suficiente, el papel de los llamados operadores se ha sofisticado, o quizás, se ha pervertido al extremo. Antes, unos personajes funcionaban como mediadores de intereses. Buscaban llevar agua a ciertos molinos. Eran una especie de roedores que aprovechaban las oscuridades para deambular. En la actualidad, el asunto es más complejo. Los operadores son más, varios trabajan al servicio de una gama de negociadores de mayor perfil (tipo G. Alejos); la variedad de intereses no es del todo clara desde el inicio, se venden a los mejores postores, intentan quedar bien con diversos núcleos de poder. Además, han desplazado del tablero a los tradicionales jugadores, en favor de actores emergentes (redes ilícitas, empresarios no tradicionales, grupos de abogados egresados de las universidades conformadas en las últimas décadas, entre otros).
Contra muchas apuestas, el Ministerio Público presentó días atrás un recurso que busca revertir el proceso de las postuladoras. Una acción de esa naturaleza, más proviniendo de una institución que ha mostrado pasividad en los últimos meses, tiene un doble mensaje. Indica que el proceso está absolutamente lleno de vicios, que no admite chapuces; y al mismo tiempo, que no hay confianza en los electores finales (Congreso de la Republica) como responsables de corregir el rumbo.
Que rutas de acción se pueden encontrar? Medidas paliativas como repetir la totalidad del proceso desde el arranque de las comisiones, pero con el mismo marco (Ley de Comisiones de Postulación), repetir los listados pero con los mismos listados de candidatos y sin modificar la integración de las postuladoras, modificar las tablas de gradación e imponer otros requisitos a manera de filtros finos, o bien, medidas de mayor alcance como echar por la borda el modelo actual y diseñar uno nuevo, a pesar que esto conlleve un periodo más extenso. Dentro de las opciones que caben, está impulsar, nuevamente, reformas constitucionales acotadas en materia de justicia. Al final de cuentas, el juego de opciones, independientemente de la profundidad y alcances, pasa por el Congreso donde reinan los pactos oscuros y ningún acuerdo previo o compromiso de la boca para afuera adquiere sentido real.
Las cartas están echadas; no veo en el horizonte que surjan otras opciones que tenga alguna dosis de viabilidad. Pero la esencia de las perversiones tiende a mantenerse incolume, porque el llamado sistema ha creado a lo largo de muchas décadas las condiciones para resistir, mutar y reproducirse.