Gonzalo Marroquín Godoy
La pandemia deja al desnudo los rezagos causados por el fracasado sistema político. Giammattei aprieta medidas, pero no da soluciones integrales.
El país está triste, temeroso, con incertidumbre. Las calles y carreteras lucen vacías, mientras los hospitales colapsan uno a uno. La crisis sanitaria está fuera de control y aquello de que estamos mejor que la mayoría de países –que tanto repetía el presidente Giammattei– se ha venido derrumbando como un castillo construido con naipes, un castillo frágil, de juego; un castillo insuficiente para hacer frente a la pandemia por el covid-19 y sus efectos sociales y económicos colaterales.
Se disparan los casos por coronavirus; el sistema de salud es insuficiente e ineficiente; los programas sociales no terminan de arrancar y, por lo tanto, la situación de millones de familias raya en el drama. El asfixiado aparato burocrático no sabe responder bien y a tiempo ante una situación que nos golpea como a todo el mundo, con la diferencia –que hay que tener muy en cuenta–, que Guatemala es un país exageradamente vulnerable.
Al presidente le gustó en un principio presentarse como salvador, como el gobernante que resuelve todos los problemas. Recibió aplausos iniciales por sus medidas preventivas. En efecto lo eran, pero con muchas falencias. Desde un inicio se hizo evidente que no se contemplaba el problema social, y, aunque finalmente se incluyó, este es el momento en el que los cacareados diez programas sociales no terminan de ponerse en marcha, envueltos en problemas burocráticos. Las grandes mayorías siguen afectadas profundamente por la falta de recursos y pocas posibilidades para reactivar la economía informal de la cual dependen.
El jueves por la noche Giammattei reapareció en la televisión para anunciar nuevas, drásticas, pero improvisadas medidas de aislamiento. No puedo saber si desde el punto de vista epidemiológico son lo mejor, pero mucho me temo que tienen más de lo mismo: no contemplan integralmente el problema y causa otros a su alrededor. Además, el mandatario no aprovechó ni tuvo valor de decirle al pueblo la cruda realidad de lo que está sucediendo. Ya desde días antes se sabía que venía colapsando el sistema hospitalario y que pronto no habría camas para los enfermos con covid-19… que se hacen pocas pruebas y al aumentar su número, se encuentran más casos. No era difícil, más si necesario, que hablara con absoluta transparencia y presentara el panorama completo.
Las medidas intempestivas provocan problemas para cientos de miles de personas. La gente que sobrevive día a día ha tenido dificultad para alimentarse, muchísimos no pudieron trasladarse a sus hogares; son demasiados los que están pasando tres días de zozobra, por eso, el caos ayer en las tiendas de barrio.
Pero eso no es todo, lo que se puede lograr con el cierre del país para evitar contagios, se perderá durante los tres días que el presidente deja como ventana para abastecerse la próxima semana. Los mercados y supermercados se verán abarrotados y se perderá mucho del famoso distanciamiento social. Una de cal y otra de arena. ¿Pero qué pasa con los asesores que no le hacen ver tantas metidas de pata?
Para colmo, ha trascendido la disputa que mantiene el gobernante con el IGSS, cuando más se necesita de esfuerzos coordinados en la misma dirección. Se observan acciones hepáticas que no ayudan y sí agravan la situación. El ministro de Salud, Hugo Roberto Monroy se ha visto superado abrumadoramente por la crisis. Ni siquiera ha tenido la capacidad para llamar a los mejores epidemiólogos del país para integrar un cuerpo de asesores que puedan decirle por donde ir. Su mediocridad y arrogancia se hicieron patentes en una entrevista en la que dijo que el ministerio y el IGSS van cada uno por su lado.
Monroy dijo que la suerte de Guatemala es que el presidente Giammattei es médico. Que bueno que sea médico, pero la verdad es que tiene poca experiencia y ninguna en el campo de la epidemiología. ¡Necesitan asesoría del mejor nivel!
Derivado de la pandemia, lo que estamos viendo –y no hay que olvidarlo–, es el resultado de tantos gobiernos fracasados y corruptos que no hicieron más que enriquecer a la camarilla de turno que llegaba al poder, mientras el sistema de salud ha sido eternamente olvidado y la pobreza crece o se mantiene en niveles vergonzosos.
El presidente sigue mostrando una visión citadina y elitista en un país muy diferente. Cuenta, como ningún gobernante tuvo antes, con recursos necesarios para enfrentar la crisis en todos los frentes –salud, social y económico–, pero debe actuar rápido y con certeza. Los hospitales temporales son buenos, pero insuficientes. Debe dejar cualquier berrinche o afán por controlar el IGSS, y sumar esfuerzos y recursos para salir adelante. El tema de salud debe ir acompañado de la atención social. Ya luego vendrá la economía. Sin salud y comida, la calamidad pública será mayor.
¿Cómo es posible que ante la urgencia nacional se permita que en una localidad se impida el funcionamiento de un hospital temporal en un local alquilado por el IGSS? Puede ser Fraijanes, Escuintla, Cobán o donde sea. Si tiene que funcionar, debe hacerlo.
El caos está a la vuelta de la esquina. Hay que evitarlo a toda costa. Si el Gobierno endereza la nave y aplica celeridad, eficiencia y transparencia, los resultados positivos llegarán. Ojalá, que Dios ilumine a quien corresponde.