Por María Laura Liscano. Analista política y vocera de la comunidad venezolana en Chile.
Hace dos años los jóvenes venezolanos le mostraron al mundo su ímpetu de lucha y su sueño por una mejor Venezuela. Tomaron las calles de todo un país y, al unísono, exclamaron “¡libertad!”.
Hasta esa fecha el mundo permanecía ciego ante una cruel realidad que existía en el país más rico del continente: Venezuela. Un país con la mayor inflación de la región, con una crisis por escasez de alimentos y medicina y uno de los más violentos del mundo; eso, sin tomar en cuenta la represión diaria a la que se ve sometida su población por parte de un Gobierno disfrazado de democrático, pero que ha demostrado que no respeta en lo más mínimo los derechos humanos.
Este movimiento conocido como “La Salida”, dejó cifras rojas dolorosas, miles de detenidos, cientos de torturados y otros muchos perseguidos; pero a pesar de todo eso, su mayor legado ha sido el de haber abierto una ventana al mundo y mostrar una realidad que todos sabían pero callaban.
Y hoy, gracias a estos valerosos jóvenes, los diferentes países se han ido pronunciando y exigiendo al gobierno venezolano que cumpla los tratados y acuerdos internacionales relacionados a democracia y DD.HH. Gracias a esta acción de calle prolongada la comunidad internacional tiene sus ojos puestos en el país y ve con horror lo que sucede dentro de sus fronteras.
Como consecuencia de estas protestas queda detenido (raptado) el dirigente político Leopoldo López, quien es el símbolo de la represión venezolana y el preso político más reconocido. Pero como él, se encuentran 79 personas privadas de libertad por delito de conciencia, de las cuales 23 se encuentran gravemente enfermas y sin atención médica.
Hace dos años, mientras los jóvenes venezolanos eran reprimidos en la calle, en Chile escuchábamos a jóvenes chilenos, dirigentes reconocidos (quienes meses atrás también se habían tomado las calles como medio legítimo de protesta) estigmatizar a sus pares venezolanos como golpistas. No fueron capaces de ver y analizar que, al igual que ellos, perseguían un mismo ideal: ¡Un mejor futuro!
Por estos días, cuando son innegables las evidencias del abuso y la uso excesivo de fuerza bruta por parte de la Guardia Nacional venezolana (cuerpo militar perteneciente a las Fuerzas Armadas), utilizado para reprimir estudiantes y jóvenes, cuando se sabe de los casos de torturas, la existencia de presos y perseguidos políticos y lastimosamente hasta muertos, solo queda preguntarles a estos jóvenes: ¿Qué opinan hoy? ¿Es que acaso su ideología y los discursos importados, valen más que la razón? ¿Dónde queda ese discurso pro derechos humanos? ¿Por qué colocarle color político a la defensa de los DD.HH. cuando estos son de todos?
El mundo sabe la verdad y sería bueno escuchar a estos jóvenes y ver cuál es su postura, si persisten con el mismo planteamiento, sería evidente que el tema de los DD.HH. es mero discurso, pero carece de valor para ellos.
Un 12 de febrero de 1814, se dio la Batalla de La Victoria, lucha librada por jóvenes en búsqueda de la Independencia venezolana, es por ello que ese día en Venezuela, se le conoce como el Día de la Juventud, fecha emblemática y que, 200 años después, ha sido reivindicada y ha significado el inicio de una batalla de jóvenes por la democracia.
Venezuela, actualmente, siente una pequeña brisa de cambio. Una que inició gracias a este movimiento de calle, pero sabe que este proceso es largo y dificultoso, pero cuenta con una población llena de energía y ganas de ganarle al destino y reconstruir a un gran país que, hasta hoy, está en ruinas.